El odio de Trump para ganar las elecciones
El expresidente sacó todo su arsenal de odio fácil, un feo desnudo ideológico
El pasado debate entre los candidatos a la Casa Blanca deja un rastro de miseria del que hay que resaltar los intentos de llegar a los estamentos más retrógrados de la sociedad americana. Se quiere asegurar votos a costa de lo que sea. El sacar de las casillas a Trump rindió beneficios ya que activó a un expresidente que sacó todo su arsenal de “odio fácil” poniéndolo en la palestra frente a toda la nación. En un feo desnudo ideológico.
Que no se piense que el lado demócrata no tiene con qué defenderse de ese lenguaje bravucón, Kamala no lo usó, pero siempre está ahí disponible para nivelar los grados de intolerancia. Se puede dibujar todo un mapa de equivalencias a lo Trump. Es un puro ejercicio de ritualidad electoral.
¿Cuál de todas sus propuestas provoca más horror?
Comencemos por apartados sensibles y sus equivalencias prejuiciales. Se acusa de comer mascotas a los emigrantes. Las ajenas. No se plantea presentarlo como una necesidad humana, sino de tocar la fibra sensible de la vulnerabilidad del votante. Alguien entra en la intimidad del hogar, la invade. Con ello se expone a un peligro a toda la familia, incluidos los menores. La contraposición más elemental a ello sería denunciar que se trafica con órganos de emigrantes para realizar operaciones quirúrgicas en que escasean donantes.
Como nota cultural se podría añadir que es habitual en muchos lugares consumir como alimento animales que en América se consideran propios del ámbito doméstico familiar.
Los perros que mencionó Trump hacen las delicias en platos culinarios de Vietnam, Suiza, las dos Coreas, China, Tahití, e incluso en nuestro Hawái o Canadá. No podemos dejar de mencionar que es habitual comer liebres, conejos, o caballos en Europa. Los estudiantes americanos que visitan España creen que son de adorno los cerditos que se venden para asar: el llamado cochinillo. La alarma de Trump, por ello, es más un intento por infundir miedo que por el hecho del uso de los animales como viandas. Es retorcido. Una desviación imaginaria.
En el capítulo de los derechos de procreación en la sociedad, Trump llegó a exagerar tanto como que se hacían abortos después del nacimiento. El propósito: transmitir aún más odio al votante. Todos sabemos que lo que dijo se llama asesinato y está penado por la ley. Lo que realmente está en juego en las elecciones, hay que decirlo claro, es una “fertilidad libre” en que las mujeres deciden su propio destino. Frente a ello, se propone una “fertilidad condicionada” en la que quien decide no eres tú, la interesada. Es asunto de libertades que excede, y se superpone, a otros ámbitos, sean tanto de la esfera moral, ética o religiosa de cada uno, o una. ¿Quién es competente para decidir? Esa es la cuestión de fondo.
La reforma de la Ley de emigración quiere soslayarla el expresidente con expulsiones masivas y fronteras selladas. Con ello deja en el aire a millones de personas que merecen desde ya hace tiempo la estabilidad que da una documentación administrativa. Se busca, o lo parece, que se piense que el Mayflower ya llegó una vez, y no hace falta que llegue una segunda. Se echa en falta un poco de memoria histórica. Hacen falta reglamentaciones que den cobijo y estabilicen el presente y el futuro del país y a sus habitantes. No somos una isla, Trump presenta un remiendo electoral, no una solución.
La sanidad de Trump es similar a la de los movimientos populistas actuales: que cada uno se busque la suya y se la pague. Se traza con ello una línea divisoria entre los que pueden pagársela, que mejora geométricamente con la cantidad que se invierta (en médicos, hospitales, medicinas, etc.), frente a una medicina socializada en que se reparte la carga de su coste. Para todos. Vivir sin seguro médico afecta a la mínima calidad de vida a la que los ciudadanos americanos deben aspirar.
El atentado contra Trump afecta las elecciones, pero no sabemos bien cómo, porque quien favorece que haya más armas en la calle es precisamente él: Trump. ¿Quiere más atentados? Todo el que quiera mayor control en el acceso a las armas, debe pensar dos veces a quién vota.
El impuesto a la riqueza y el espacio sideral
El efecto de la introducción de un gravamen a la riqueza necesario para dotar de mayores recursos al país, como propone Harris, se pretende sustituir con los beneficios de la práctica de recortes laborales masivos. Alguien con experiencia en dejar en la calle a trabajadores, el empresario Elon Musk, es a quien quiere Trump de asesor “en despidos”. La reducción de funcionarios es la mejor inversión de crecimiento que propone el expresidente. Menos maestros, médicos, administrativos, seguridad… Esto derivará inevitablemente en menos trabajos a los que optar.
Los recientes paseos espaciales de los multimillonarios, identificados como “nuevos grandes señores” y reconocidos por la palabra japonesa “taikun” (tycoon), nos alejan a unos más que a otros de concebir nuestros sueños en función de la calidad de nuestra valía. Se observa una peligrosa brecha cada vez mayor entre ciudadanos desiguales en que el dinero se enseñorea como conquistador del mundo y nos hace esclavos documentados a la mayoría de los votantes. Votar obliga a informarse sobre ello. Votar a la ligera, no votar o votar en blanco te deja fuera del viaje espacial.
Por si faltara algo más, y casi parece una broma, encontramos una reciente investigación que pretende demostrar que la ideología se relaciona con el tamaño del cerebro, esto es, que las neuronas de los ciudadanos conservadores son más “gordas” que las de los ciudadanos progresistas.
¿Nos quieren convencer científicamente de que los conservadores son más listos? ¿(Cell Press iScience, Universidad de Ámsterdam). Si tenemos en cuenta que somos progresistas en unos casos y conservadores en otros, la investigación parece nacer viciada desde el mismo principio, digo yo.