Las remesas a El Salvador: hasta el fondo de la crisis
En esta hora de incertidumbre y hundimiento de viejos paradigmas políticos, uno de los problemas medulares de El Salvador es el endeudamiento al que hemos llegado.
La deuda pública llega a un 92% del Producto Interno Bruto (PIB): de cada cien dólares producidos, 92 ya están comprometidos con los acreedores. Y con una tendencia ascendente, pues los expertos pronostican para finales de este año una deuda pública que llegará al 100% del PIB.
Esto sería causa de grave preocupación en otro país en tal estado, por ejemplo España. Ya no se diga en un país como el nuestro. Pero España y otros países europeos o latinoamericanos en esta situación, tienen recursos naturales. Tienen fábricas, minas, producción manufacturera a tope, industria pesquera. Eso les permite sortear, al menos momentáneamente, la amenaza del colapso económico.
El Salvador tiene una producción incipiente. La industria, la pequeña y mediana empresa, están golpeadas por el colapso financiero de la pandemia, aún presente pues no se ha logrado erradicar ni hay certeza de que la vacuna contra el Covid-19 sea efectiva.
Las agroexportaciones han caído en picada, en especial el café, del cual, en la década de los cincuenta del siglo pasado El Salvador fue uno de los primeros productores mundiales. La caña de azúcar sufre la depreciación de los estándares internacionales. La producción agrícola interna no cubre las necesidades de la población.
Muchos productos agrícolas de la canasta básica como frijol, aguacate, arroz, papa, cebolla, etc, así como lácteos, se tienen que importar de Guatemala, México, Nicaragua y otros países.
La única ayuda que llega y que evita que entremos en default son las remesas a El Salvador de los salvadoreños en el exterior, fundamentalmente de Estados Unidos (EE.UU.), así como de Canadá, Australia, Europa y otros países. Las remesas sumaron en 2020 más de 5,918 millones de dólares, según datos del Banco Central de Reserva. Sostienen a unos 360,000 hogares salvadoreños (más de 1.5 millones de personas) y constituyen un pilar fundamental para mantener el dinero circulando y equilibrar el consumo interno. Un 90% de dichas remesas provienen de los cerca de tres millones de salvadoreños residentes legal o ilegalmente en EE.UU. Constituyen el 17% del PIB.
Sobre una buena parte de los salvadoreños en Estados Unidos pendía la amenaza de deportación debido a la promulgación de leyes xenófobas por el expresidente Donald Trump.
La llegada del Presidente Joe Biden es esperanzadora. Ha prometido prolongar el TPS, dar la nacionalidad a los jóvenes soñadores (Dreamers) y legalizar a los indocumentados, entre los cuales hay millones de compatriotas.
Para solventar gran parte de esta crisis mediante la potenciación de las remesas, sería imprescindible renegociar con Washington la situación legal de los salvadoreños en su territorio. Esto es, la extensión del TPS y la residencia permanente para todos los indocumentados que demuestren pago de impuesto en sus últimos años y que carezcan de antecedentes penales.
Una propuesta más atrevida de la diplomacia salvadoreña y que tiene que ver con la seguridad nacional de Estados Unidos sería la libre circulación de ciudadanos de ambos países. Esto podría ser decisivo para legalizar el problema migratorio. De paso, podría seguir fortaleciendo la economía salvadoreña con sus remesas, que constituyen la única baza confiable y segura de nuestras finanzas.