Nos queremos vivos: Valentín Valdés Espinosa
Los Nos queremos vivos
Hace algunos meses escribí en mi blog personal un texto que hacía referencia a los periodistas en México. Unos días antes habían matado a Valentín Valdés Espinosa en la ciudad de Saltillo. Valentín era reportero y tenía 29 años; lo “levantaron” la noche de un jueves y amaneció ejecutado al día siguiente con un letrero: “Esto les va a pasar a los que no entiendan, el mensaje es para todos”.
Pero no fue la muerte de Valentín lo que detonó mi texto de entonces, sino una pregunta que alguien me formuló a raíz de esa muerte: siendo periodista, ¿cómo es que lidias con las preocupaciones sobre tu seguridad personal o la de tu familia al ejercer tu oficio? Yo respondí lo primero que me vino a la mente, lo que en ese momento creía: yo no tengo miedo y creo que la gran mayoría de quienes están en esto tampoco lo tienen. Acto seguido, me puse a escribir.
En esa reflexión, realizada en enero de este año, explicaba que la mayor parte de mis amigos son periodistas que viven en México, y que platico con ellos frecuentemente. En aquel momento, ninguno me parecía verdaderamente preocupado por su seguridad personal. Una de las razones, explicaba yo, podía ser que yo no conocía a nadie que viviera en las ciudades donde todos los días se ven muertos, ejecutados, ahorcados, balaceados, decapitados, etcétera.
Mi hipótesis era la siguiente: por supuesto que si eres un periodista que se dedica a la cobertura de narcotráfico y seguridad, eres un blanco, sobre todo si tocas a quien se supone que no debes de tocar, si en el pasado has tenido alianzas que hoy te pueden cobrar, o si trabajas en un medio que no responde por ti. Quienes cubren la fuente sin duda están en riesgo, pero no sólo los periodistas: también lo están los abogados, los ministerios públicos, los jefes y subjefes de seguridad, los mandos altos y medios de las fuerzas armadas, y sus familias. Lo anterior me llevó a afirmar, entonces, que el peligro no radicaba en el ejercicio del periodismo, sino en la cercanía con el medio geográfico en el que miden tamaños los grupos del narcotráfico con las fuerzas armadas del Estado. Si te matan, no es porque seas periodista o abogado, sino porque estás ejerciendo tu trabajo (periodístico, legal, político, el que sea) en el área de interés de ambos grupos, afirmé yo.
Han pasado un poco más de seis meses desde entonces, y hoy me sorprendo releyendo y revisando el texto aquel. Seis meses; no años. Menos de treinta semanas en las que esa percepción, la que yo tenía, la que la gente que conozco tenía, ha cambiado.
Este sábado 7 de agosto se celebrará en la Ciudad de México y en algunas otras ciudades del país la primera Manifestación contra las Agresiones a Periodistas en México.
La iniciativa surgió espontáneamente de un grupo de reporteros “de a pie” indignados tras el secuestro, hace unos días, de cuatro compañeros periodistas. Los secuestrados fueron liberados debido a que trabajan para medios de comunicación con capacidad de negociación; sin embargo hay 64 periodistas más que han sido asesinados y 11 que continúan desaparecidos sin que los dueños de los medios de comunicación, ni las autoridades que deberían tomar estos casos en sus manos, hagan algo. Esta fue la gota que derramó el vaso y que dio origen al grupo Los Queremos Vivos.
Las demandas de Los Queremos Vivos son concretas: un alto a la impunidad en los asesinatos y agresiones contra periodistas; la defensa por parte del Estado mexicano y de los diferentes órdenes de gobierno del acceso a la libertad de expresión e información para la sociedad, y el establecimiento de mecanismos institucionales para proteger la labor de los periodistas. En un documento aparte, este mismo grupo hizo un llamado a los directivos de los medios de comunicación –que tan callados se han quedado en muchas ocasiones ante las amenazas a sus reporteros- para que se sumen a estas demandas.
El día en el que se dio a conocer el secuestro de los cuatro reporteros platiqué con mi mejor amiga, una colega que trabaja en la empresa periodística más poderosa de México. Le pregunté si tenía miedo. “¿Sabes qué? Por primera vez en muchos años, ahora sí. Estamos viendo cómo cada día se acerca más”, fue su respuesta. Yo, desde Los Ángeles, la escucho en el teléfono y un escalofrío me fustiga. Mis amigos, la gente más importante de mi vida, está en este oficio; en medio de la sangrienta guerra entre poderes, ellos recorren a diario un país cada vez más violento armados tan sólo con un gafete de prensa. Hoy, a diferencia de hace unas semanas, sé que mi gente tiene miedo.
Yo no conocía a los colegas que han muerto en los últimos meses, pero sí sé que con uno sólo que muere, el derecho a saber de nuestra sociedad, ese por el que varias generaciones lucharon, se encuentra en riesgo. El telón del silencio se ciñe sobre nosotros y parece que nadie hace nada. Por eso, hoy quiero expresar mi apoyo y admiración a mis colegas mexicanos de Los Queremos Vivos; porque quienes estamos en el oficio nos queremos, nos necesitamos vivos.