Poemas apócrifos 6/10: ¿Que cuántos años tengo?, atribuido a falsamente a José Saramago
Cuenta Vilma Vidal en su Dicen que yo dije que la primera vez que circuló en internet este poema fue en 2016, seis años después de que el Nóbel muriera, a los 87. Y que lo encontró en muchos lugares pero con nombres distintos, como Qué cuántos años tengo, Poema de la Vejez y Mañana es la única utopía. Ella misma, investigando, encontró el original en la sección de cartas de los lectores de La Nueva España, firmado por el escritor José Antonio Coppen Fernández. Es una carta, no un texto literario. Alguien – o varios – cercenaron del texto lo que quisieron y le pusieron el nombre del Nobel 1998.
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¿Que cuántos años tengo?
Atribuido falsamente a: José Saramago
¿Que cuántos años tengo?
¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido..
Pues tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo! ¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo, y otros «que estoy en el apogeo».
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos,
rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!
¡Estás muy viejo, ya no podrás!
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa..
¿Qué cuántos años tengo? No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas…
¡Valen mucho más que eso! ¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más!
Pues lo que importa: ¡es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos
¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso!… ¿A quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo y hacer lo que quiero y siento!!.
Qué importa cuántos años tengo o cuántos espero,
si con los años que tengo,
¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!
Texto original de José Antonio Coppen Fernández
26 de Febrero del 2016
¡Qué importa eso! Una cosa nos interesa adelantar a nuestros lectores: no se nace joven, hay que adquirir la juventud mediante la constante evolución. En buena parte de la sociedad existe un afán desmedido por conocer la edad ajena. No sé por qué se les ocurre tal ocurrencia, valga la redundancia incluida deliberadamente. A nuestro entender, la edad forma parte del patrimonio de la humanidad y nadie, o casi nadie, se toma la licencia de preguntarle por su patrimonio, salvo Hacienda. Cuando alguien osa en preguntarnos tal dato, nuestra contestación es llevar el dedo índice a la frente y decir de «aquí» tengo 30 años. Así despejo el interés de los curiosos.
A este respecto, hemos recepcionado una serie de argumentos curiosos para rebatir el interés por la edad ajena: ¿que cuántos años tengo? Ahí les va la contestación resumida, para no extendernos demasiado:
-Tengo la edad que quiero y siento.
-La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
-Pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.
-No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo/a, y otros, que estoy en el apogeo.
-Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
-Tengo los años necesarios para hacer lo que quiero, para reconocer errores viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.
-Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, peo con el interés de seguir creciendo.
-Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza.
-Tengo los años en que el amor a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada y otra, en un remanso de una pasión deseada… y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa,.
-¿Que cuántos años tengo? No necesita marcarlos con un número, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que derramé por el camino al ver mis ilusiones truncadas ¡valen mucho más que eso.
-¡Qué importa si cumplo 50, 60 o más, pues lo que importa es la edad que siento! -Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
-¿Que cuántos años tengo? ¡Eso a quién le importa! Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento. ¿Qué importa cuántos años tengo o cuántos espero alcanzar? Si con los años que tengo aprendí a querer lo necesario y a tomar sólo lo bueno.
Que tengan todos nuestros lectores un hermoso día».
Sobre esta serie
Los 10 más famosos poemas apócrifos. Una serie que quizás ni se detenga en 10. Un título que reclama una explicación.
La característica principal de la poesía apócrifa es que se atribuye a quien en realidad no la escribió. Pero, ¿es mala o buena?
¿Cuál poema es “mejor”? ¿El que mejor suena si lo leo en voz alta? ¿El que me conmueve, me enamora o entristece? ¿El que cumple con las reglas de métrica, rima? ¿Qué contiene metáfora, sinécdoque, hipérbaton? ¿O no?
Quizás sea, para solaz de Google, el más popular por el día de hoy.
La verdad es que nos gustan algunos poemas porque los autores, o quienes pensamos que son los autores, son famosos; porque otros piensan que el autor es tan pero tan bueno que sus poemas, o lo que la gente piensa que son sus poemas, son también tan buenos como para difundirlos a como dé lugar. «Esto es indudablemente de García Márquez. Tiene que serlo», nos decimos.
En estos días de noticias falsas, en que la verdad absoluta es lo que uno absolutamente cree que lo es, una vez que ese bastardo poético ve la luz en internet ya no es posible desmentirlo, y no hay Fundación Internacional Borges o Fundación Benedetti que valga.
Esos “trozos falsamente atribuidos al libro original” escribe Jaime Rubio Hancock, comentarista de El País, a veces son variaciones del original, o escritos a la manera del autor original. El astuto autor a menudo aprovecha que las obras ya son de dominio público en muchos países. Es decir que, explica Rubio, «se han cumplido más de cincuenta años desde la muerte de su autor”.
Como dice Cristian Vásquez en Letras Libres: «Muchas personas se empeñan en creer en las citas erróneas por una sencilla razón: es una forma de lograr que los escritores más prestigiosos digan cosas que nunca dijeron, pero que suenan bien”.
Un agradecimiento especial a la chilena Vilma Vidal que mantiene un blog donde anda desfaziendo entuertos y descubriendo verdades sobre la literatura apócrifa.