Aranceles, caos y nacionalismos económicos
Las medidas pueden ser muy dolorosas en aumento de costos y precios para los que establecen aranceles
Ante la sorpresa de observadores, el mandatario Trump se lanza unilateralmente a una guerra abierta de aranceles. Nadie duda ya de la decisión de Washington. La evidencia demuestra que los artífices de las medidas consideran con bajo nivel de importancia, dos aspectos claves.
La globalización de estos tiempos
Por una parte, la complementariedad de las ventajas competitivas que le son propias al actual proceso de globalización. Estas complementariedades se basan en el aprovechamiento de contrastes productivos, de manera que los bienes más globalizados no tienen exactamente un país de producción único. En ello influyen las diferentes cadenas de suministros.
Por otra parte, que la elevación de aranceles tiende a perjudicar en varios sentidos: la protección a ineficientes procesos; el resguardo de nacionalismos beligerantes que pueden terminar en guerras motivadas –entre otros factores- por intereses económicos y geopolíticos y los niveles de competitividad –incluyendo estructura de costos, de factor de mano de obra y tecnología- que son los que causarían las ventajas del comercio exterior, de la mano de políticas de capacitación del capital humano y de medidas monetarias y cambiarias.
En una primera instancia, el abierto populismo puede tener la “pirotecnia” de que el país se protege. Pero ya se tiene amplia experiencia de estos intentos que desembocan en guerras comerciales, financieras y que debilitan el crecimiento económico global.
Al respecto no es de olvidar que la primera –por cierto, fracasada- política comercial fue el mercantilismo, allá por el Siglo XVII. Un país trataba de vender cuanto pudiese y de comprar lo menos posible. El fracaso estuvo allí mismito: sí todos hacen lo mismo, dado que para vender se requieren compradores, el comercio se detiene. En un excelente juego perder-perder al dejar de lado la complementariedad.
Este mercantilismo fue substituido por la era del aprovechamiento, en comercio internacional, de las ventajas absolutas –Adam Smith- luego por el planteamiento de las ventajas comparativas –David Ricardo- y más contemporáneamente en el mundo civilizado, por las políticas económicas que se basan en las ventajas competitivas –Michael Porter, de la Escuela de Negocios de Harvard.
La ceguera de Trump en la pirotecnia nacionalista
Pero el que no sabe es como el que no ve. Está ciego. Y las medidas pueden ser muy dolorosas especialmente en términos de aumento de costos y de precios para los países que establecen los aranceles, se tiende además, a detener el crecimiento económico mundial.
Es de agregar –algo que desde ya se está viendo- se entorpecen las cadenas de suministros y los mercados bursátiles tienden a resentirse. Es decir, entramos en una fase de nacionalismos anacrónicos, en una dinámica de caos, incertidumbre y de carencia de referentes sólidos. Como mínimo, Estados Unidos con la administración actual, luce como socio poco confiable en lo comercial, militar, financiero y productivo.
Es evidente que Trump trata de regresar a los tiempos donde la industria, la manufactura, propiciaba estabilidad e ingresos suficientes a las familias. Eso es más que evidente.
Sin embargo, el mundo ha cambiado, y mucho de la actual globalización, entre otros criterios, concentra el comercio entre las naciones más desarrolladas (véase el caso del comercio entre industrias complementarias “intra trade industry” y la nueva geografía económica. Al respecto se tiene como referencia la obra “Economía Internacional: Teoría y Política” (2010) de Maurice Obstfeld y Paul Krugman –Premio Nobel de Economía 2008.
Las intenciones de Trump se chocan con la realidad. ¿? Para sólo mencionar dos aspectos.
Los aranceles proteccionistas : un arma de doble filo
Pero hay más. Se trae a colación esto de la política migratoria porque los aranceles se combinan con estas medidas. En todo caso ese aislacionismo está influyendo –como se podía esperar con toda certeza- en la respuesta de los otros socios comerciales –se insiste, en un mundo globalizado.
Además, Estados Unidos –lo ha enfatizado cada vez que puede el mandatario- desea mantener la “fortaleza” la mayor cotización de su moneda. No se puede tener esa denominada fortaleza cambiaria y al mismo tiempo competitividad comercial. En esto muy probablemente, la excepción es la exportación de valores agregados y únicos, como lo muestran los casos de Taiwan y de Japón con su industria de semiconductores.
No es a fuerza de leyes ni de disposiciones inconexas que se revertirá el déficit comercial que Estados Unidos tiene desde hace mucho tiempo, que estaría llegando a unos 1,200 millones de dólares. En esto influyen la “fortaleza” de la divisa estadounidense, la gran demanda de los habitantes de ese país, su adicción, a productos importados, las políticas comerciales ahora con aranceles, y las cadenas de suministro mundial.
Es de volver a insistir en un tema absolutamente elemental: los aranceles son una herramienta compleja con efectos tanto positivos como negativos. Si bien pueden proteger a las industrias nacionales y generar ingresos, también pueden aumentar los precios, provocar represalias, generar caos y dañar significativamente la economía mundial.
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