Colombia: El Efecto Petro
No hay lugar a dudas que la victoria de Gustavo Petro en la elección presidencial en Colombia ha sido un hecho histórico no solo para ese país, sino para América Latina, dada la historia reciente y el rol de Colombia en la política exterior de Estados Unidos hacia el hemisferio.
Gustavo Petro, una voz crítica
Si bien el resultado fue histórico, no fue sorprendente, pues el anhelo de cambio de los colombianos hacia su clase política venía siendo ya una constante, y la figura de Gustavo Petro venia perfilándose desde hace mucho tiempo como una voz crítica del sistema político y económico en el país sudamericano.
El accionar político del dirigente de izquierda y hoy ya presidente electo, ha sido una sorpresa para propios y extraños. Petro con mucha audacia y valentía política ha roto los esquemas de la forma de hacer y entender la política en un país tan polarizado como Colombia.
Petro ha dado varios pasos que han dejado perplejos a muchos de sus contradictores. Por ejemplo, el nombramiento de dos prominentes figuras experimentadas, como Álvaro Leyva Duran en el Ministerio de Relaciones Exteriores, hombre que viene del partido Conservador, en su momento cercano al asesinado dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado, y de José Antonio Ocampo, considerado como uno de lo economistas colombianos más reconocidos fuera y dentro de Colombia, y también en su momento figura clave del gobierno liberal de Cesar Gaviria Trujillo.
Pragmatismo político y apertura al diálogo
La reunión en términos cordiales que propicio con su contrincante electoral Rodolfo Hernández y el encuentro a puerta cerrada con su contradictor y férreo crítico, el expresidente, Álvaro Uribe Vélez, así como la cordial reunión con el presidente de derecha saliente Iván Duque fue una demostración de pragmatismo político y de apertura al dialogo con sus principales opositores.
La conformación de mayorías parlamentarias favorables a Petro con factores como el Partido Liberal y el Partido Conservador en cabeza del antiguo político uribista Roy Barreras, han sido movimientos que en menos de un par de semanas le han dado un giro de 180 grados a la política colombiana y que con certeza tendrá una profunda resonancia en nuestra América Latina y el Caribe, que en las últimas dos décadas ha estado marcada por la polarización política, en detrimento de la calidad de vida y del consenso social necesario para avanzar en las agendas del desarrollo y la paz social.
Durante el siglo XX, muchos de nuestras naciones hicieron esfuerzos por construir espacios políticos de consenso entre las variopintas fuerzas de derecha, centro y de izquierda, naciendo así iniciativas como los Frentes Nacionales, las Uniones Cívicas, los gobiernos de Unidad Nacional y los “Pactos” de Gobernabilidad.
Estas iniciativas políticas fueron una y otra vez frustradas, por cuenta de la llamada Guerra Fría, el intervencionismo de Estados Unidos, la insurgencia y las revoluciones marxistas y el caudillismo militar, dando al traste con estos esfuerzos de las sociedades de América Latina y el Caribe, por ponerse de acuerdo y ejecutar programas de desarrollo consensuados con todos los sectores vivos de la sociedad, donde se trazaba un hoja de ruta mínima aceptada y respetadas por todos, cuyo fin último era el desarrollo de todas las capacidades económicas y productivas del país para el beneficio de nuestros pueblos.
Proyectos de una sola vía
Sin embargo, esta frustración dio paso a los proyectos de una sola vía, como los proyectos neoliberales y posteriormente al auge de los gobiernos de izquierda como la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez o la Revolución Ciudadana en Ecuador de Rafael Correa; o la aparición de figuras de derecha como Álvaro Uribe en Colombia o Jair Bolsonaro en Brasil.
Se impuso en la región la norma de la confrontación y el diálogo de sordos, mientras la población cada vez más veía como el estado se alejaba de sus realidades, y dejaba de representar sus legítimos anhelos. La gente fue perdiendo la confianza en sus estados y en la capacidad de estos para resolver sus problemas cotidianos.
Esta política de la confrontación se fue imponiendo incluso en las relaciones entre Colombia y Venezuela y otros países de la región, con el cierre de fronteras, la intolerancia migratoria y la diatriba retórica permanente, sepultando con ello los largos y costosos esfuerzos de integración regional.
Si bien Colombia y sus dirigentes siempre se han apreciado como una democracia larga, estable y longeva, tal apreciación no es necesariamente correcta, pues la historia reciente de Colombia evidencia que su sistema político ha estado bajo asedio y ha sido el campo de sangrientas confrontaciones, donde el asesinato de dirigentes políticos, la proliferación de grupos armados de izquierda y de derecha y la corrupción por cuenta del narcotráfico han estado a la orden del día.
Casi un Estado Fallido
Durante el periodo que va desde 1985 con la toma del Palacio de Justicia por la guerrilla del M19 hasta la toma de la ciudad de Mitú por las FARC, capital del Departamento de Vaupés en 1998, Colombia llegó ha ser considerada un Estado al borde del colapso y a punto de ser un “Estado Fallido”. En aquel momento de su historia, en nada podía pensarse que Colombia fuese un modelo a seguir o un ejemplo a imitar.
La historia da paradojas y vaivenes, y hoy con la llegada de la izquierda crítica al poder en Colombia, se abre un nuevo tiempo, y nos permite hablar de lo que he llamado “El Efecto Petro”. Un liderazgo de izquierda, que macerado en una experiencia tan dura como la de Colombia, viene a proponer una añeja formula de entender las relaciones del poder, el Estado y la sociedad.
Una forma de encuentro entre los contradictores, en lo que el mismo Gustavo Petro ha llamado un Gran Acuerdo Nacional, en el cual, y a su juicio quepan todos los protagonistas de la democracia, sin exclusiones, manteniendo sus diferencias, pero aceptando una hoja de ruta de desarrollo para Colombia que se respete sin importar el tinte del gobierno de turno.
Esta visión de país, que ha calmado a sus contrincantes y a la población en general, va más allá de un ejercicio retórico, es sin duda un cambio telúrico para Colombia y desde ya esta moviendo las capas tectónicas de la política continental y sus alcances iniciales pueden llegar a sentirse en Ecuador y Venezuela, sus más cercanos vecinos, sumidos en la polarización política.
Este “Efecto Petro” que impulsa el deshielo y despolarización política entre los factores enfrentados internamente y externamente no puede ser subestimado y seguramente él y su gobierno marcaran una nueva era en la región y por qué no, un ejemplo a seguir en nuestra convulsionada América Latina.