Comadreando desde Los Angeles
¿Cómo sería tu vida si, en un momento de cambios y decisiones te encontraras con unas personas que te hicieran sentir apoyada? ¿O sea, impulsada, segura, querida, aceptada y con esperanzas en que tu futuro mejorará?
Desde que llegué a Estados Unidos esa hermandad fue un sueño lejano. Mientras vivía en México no tenía necesidad de este tipo de solidaridad: lo recibía de mi propia familia. La emigración cambio todo; cerró muchas de las puertas que consideraba ya abiertas y aseguradas.
Venir a Los Angeles fue un nuevo nacimiento. Nueve años después siento ganas de huir a un sitio mas apacible para mi futuro. Regresar a Ciudad de México viene siempre a mi mente. Con la cercanía a la gente que más quiero, mi familia, mi gente.
Escribir esto me aprieta el corazón y saca lágrimas. Pero me levanto como lo he hecho todos estos años y continúo. Porque tengo que describir la maravillosa experiencia de conocer a unas 60 mujeres que asistieron como yo a la inauguración de un salón de belleza en la ciudad de Ontario.
Entre con cierto recelo -soy mexicana y aquí sólo hablaban inglés. El grupo escuchaba a la ponente, que hablaba sobre cuidado del cabello, con recomendaciones que despertaban un agudo interés. Las preguntas se sucedían y me sorprendió que un tema presuntamente tan ordinario tuviera tanta madeja de donde cortar.
Escucho los términos en inglés sobre resequedad, frecuencia de lavados, cabello esponjoso, rizado excesivo, dificultades para dar volumen, los aprendí ese día. Personalmente, busco a quien hable español y de preferencia sea mexicana. Para que entiendan como quiero mi estilo. De modo que esa fue la primera vez en que asomé la cabeza al mundo de la belleza en idioma inglés.
Después vinieron las presentaciones, y las mujeres hablaron sobre sus sueños, los libros que preferían, sus agradecimientos y reconocimientos. Las presentes parecían celebrar los éxitos de las otras con complacencia, sensibilidad, sinceridad, corazón abierto. Pensé: «tienen mucho tiempo ya de conocerse; qué bueno que se aprecian así«.
Durante la comida todas comenzamos a hablar con todas y me di cuenta de que como yo muchas de ellas se estaban estrenando ahí, también era su primera vez, eran nuevas. Había maestras de primarias y secundarias, escritoras, mujeres de negocios, madres e hijas, hijas de empresarios, estudiantes, artistas, de todas las edades, los colores y formas, todas relajadas y dispuestas a ayudar, a ser mentoras de quien lo necesitara.
Eso eran: comadres. En México el concepto puede tener mas de un contexto negativo. Pero aquí, lo añorado es lo lejano. Y sobre las bases de lo que la palabra comadre o comadrazgo en términos religiosos y de camaradería significa, fue grandioso ser una de ellas.
Estoy felizmente invitada a el «comadrazo mensual»; ya me harán saber donde será. Sin duda alguna asistiré.
Publicado inicialmente en 2009.
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