Cuadernos de la Pandemia: Definitivamente, no un cheque en blanco

Déjame que te diga algo, hijo:
La vida para mí no ha sido una escalera de cristal.
La escalera ha tenido tachuelas,
Y astillas,
Y tablones levantados,
Y lugares en los que no había ni alfombra-
Pelados.
Pero en ningún momento
He dejado de subirla,
Ni de alcanzar rellanos,
Ni de torcer recodos,
Y a veces, he avanzado en la oscuridad
Allí donde no había luz.
Así que, no te des por vencido, hijo.
No te quedes abajo
Porque descubras que es difícil el ascenso.
No decaigas ahora-
Ya ves, cariño, que yo aún sigo,
Yo todavía sigo subiendo,
Y la vida para mí no ha sido una escalera de cristal.

— Langston Hughes, poeta afroestadounidense

Fueron largos y combativos meses. De antemano se sabía que las elecciones del 3 de noviembre iban a ser tortuosas. Lo fueron como ninguna en los años de nuestra vida. Una campaña en la que se sembró el miedo absurdo (absurdo por desproporcionado) de no convertir a los Estados Unidos en una Venezuela o una Cuba. Una campaña de falsas acusaciones y conspiraciones en medio de una pandemia en la que han muerto hasta ahora un cuarto de millón de personas en este país (y cientos de miles más en otros países que han seguido las prácticas negacionistas y prepotentes de esta administración, como Brasil y México, para hablar solo de nuestro continente). Ganó el candidato que debía ganar para atajar, auncuando sea por un tiempo más, la implacable agenda supremacista de millones de personas que niegan la condición humana a otros millones de personas que también habitan este país.

La victoria de Biden/Harris debía haber sido abrumadora. Un rechazo contundente al discurso y las prácticas racistas y delincuenciales de este gobierno. Pero la victoria no fue abrumadora. Que 74 millones de personas hayan votado a favor de cuatro años más de este gobierno es solo una evidencia de que el racismo supremacista seguirá latente contra las minorías étnicas y raciales en esta nación, como lo ha sido por cuatrocientos años. Por su parte, los 80 millones que votaron por Biden/Harris son apenas una constatación de que esta parte de los otros votantes querían mantener el status quo donde todo cambia para seguir igual; otros para poder respirar por un tiempo más; otros, por la ilusión de ver por primera vez a una mujer ocupar la vicepresidencia y el impulso de acciones por la justicia social; y otros simplemente porque no había otra opción. En todo caso, si hay una cosa destacable en estos momentos es que la victoria de Biden/Harris se debe principalmente al voto de los negros, latinos, indígenas y asiático-estadounidenses.

Juan Andrade Jr., del United States Hispanic Leadership Institute, dice: “Dos verdades innegables surgieron en esta elección presidencial. La primera es que hay dos grandes bloques de votantes en Estados Unidos: blancos y negros. Ambos grupos participaron en cantidades excepcionalmente grandes en las elecciones de 2020. La segunda es que los hispanos son el tercer bloque de votantes más grande, y ni los blancos ni los negros pueden elegir a ningún presidente sin el apoyo de los hispanos” (1). Como resulta ostensible, esta ecuación podía haber cambiado si todos los latinos con capacidad de votar lo hubieran hecho. Los latinos tienen ya los números para ser la segunda fuerza electoral del país. Pese a que esta fue la ocasión en la historia en que más votantes latinos participaron, todavía se necesita seguir impulsando una votación masiva en próximas elecciones. El periodista puertorriqueño Juan González, autor de Harvest of Empire y profesor de comunicaciones y política pública en Rutgers University, indica que “Veinte millones seiscientos mil latinos acudieron a las urnas en esta elección, el 64% de los 32 millones de latinos elegibles para votar, mientras que en las elecciones anteriores la participación casi siempre ha sido de menos de 50%. En cifras crudas, votaron 8 millones más latinos de los que votaron en el 2016. Es decir, un aumento de 63% en relación con las últimas elecciones presidenciales” (2).

Añadido a estos datos hay que mencionar la significativa votación de la población indígena. Es particularmente emotiva la historia de los navajo de Arizona, un estado que había mantenido una mayoría republicana en las dos últimas décadas. En esta ocasión, entre el 60 al 90% de los 67 mil votantes navajo elegibles votaron por Biden/Harris y fueron decisivos para dar la victoria a los candidatos demócratas. Uno de los grandes obstáculos para los navajo, como para las demás 562 tribus, que totalizan más de 5.2 millones de personas, ha sido el hecho de que no tienen una dirección postal, lo cual es un requisito para poder votar. Este requisito es una de las estrategias del sistema político para suprimir el voto de los nativos, estrategia que incluye también la criminalización y el encarcelamiento masivo de negros, latinos e indígenas, que hace que las personas que están en la cárcel no tengan el derecho a votar en la mayoría de los estados. En once estados, aquellos que han cometido ciertos delitos y cumplido penas no pueden votar por un tiempo indefinido y a menudo de por vida (3). Este año, Allie Young, una joven navajo de 30 años, en coordinación con Google, emprendió una campaña para otorgar una dirección postal a más de 4 mil jóvenes en edad de votar y movilizó a miles a ir a lomo de caballo por diez millas hasta los puestos de votación, ayudando a asegurar la victoria demócrata en el estado (4). El cuarto grupo significativo numéricamente son los asiático-estadounidenses, que hoy día comprenden más de 20 millones, de los cuales 11 millones están habilitados para votar. Según los datos disponibles hasta este momento, el 67% del voto contabilizado de este grupo fue para la fórmula demócrata.

El triunfo electoral de Biden/Harris es así una victoria comprometida al menos con estos cuatro sectores que representan el 40% del total de la población junto con otros sectores minoritarios. Biden/Harris es un dúo político que no tiene necesariamente el mejor récord acerca de sus acciones en el pasado con minorías: Joe Biden por oponerse al empleo de buses para llevar a niños negros a escuelas predominantemente blancas como un medio de promover igualdad de oportunidades; y por una ley sobre criminalidad en 1994 que terminó afectando gravemente a gente negra y latina. Kamala Harris por su récord como Fiscal General de California en los 90, implementando leyes que condujeron al encarcelamiento desproporcionado de negros en ese estado. Los dos han ganado las elecciones sobre la promesa de ayudar a construir un mejor presente y futuro para estas poblaciones. Pero los votantes tienen un ojo puesto sobre sus decisiones y acciones, en un país donde se vive un interés inédito en lo que hacen los gobernantes. Como si en ello les fuera la vida. Porque es exactamente eso.

Biden se presenta como el unificador de un país que nunca ha estado dividido, simplemente porque nunca ha sido una unidad. Lo que ha ocurrido en estos pasados cuatro años es que el país y el mundo han podido ver, en pleno despliegue y a punta de tuits y de órdenes ejecutivas, las desigualdades y divisiones que han existido desde sus orígenes, fundadas en un concepto tácito y explícito de superioridad racial y de origen. La resistencia del rey desnudo a abandonar el trono es el símbolo perfecto, por lo extremo y carnavalesco, de esta asumida prepotencia. Pero tendrá que irse, quiera o no. Entretanto, muchos de quienes votaron por Biden/Harris miran, entre otras cosas, por justicia social y reparación. Por un lugar en la mesa de las discusiones y las decisiones. Por un plan científico y concertado para controlar la pandemia a nivel nacional. Por una demanda de sus derechos a vivienda asequible, salubridad, acceso igualitario a la educación, políticas de protección al medio ambiente, una reforma migratoria a favor de los DACA y asilo a los migrantes en la frontera con México. Por un desmantelamiento de la mayoría de las 200 órdenes ejecutivas de Trump. Y ninguna de estas exigencias se pide como un favor sino como un derecho. Como debe ser exigido el pedir perdón por el genocidio histórico contra los pueblos indígenas, por la esclavitud y opresión contra los negros a lo largo de 400 años, por la opresión y arrinconamiento sufridos por la población latina que ha estado en este país al menos cien años antes que los ingleses, y hablando en español. Por la reparación moral, económica, social y política de estas y las demás poblaciones que han sido victimizadas históricamente. Como repite el estribillo del poema de Langston Hughes, Yo todavía sigo subiendo, / Y la vida para mí no ha sido una escalera de cristal. Para que un día pueda ser una escalera de cristal.

Fuentes citadas

1) Andrade Jr., Juan. “Latinos Put Biden Over the Top”. United States Hispanic Leadership Institute. Nov 12, 2020. https://www.ushli.org/

2 ) González, Juan. “Los grandes medios se equivocan, la participación récord de la gente latina favoreció a Biden y el voto de la gente blanca lo perjudicó”. Democracy Now!. 13 de noviembre, 2020. https://www.democracynow.org/es

3) “Restoration of Voting Rights for Felons”. National Conference of State Legislatures. 10/1/2020. https://www.ncsl.org/

4) Saxena, Kalyani. “How The Navajo Nation Helped Flip Arizona For Democrats”. November 13, 2020. npr.org

Valentín González-Bohórquez

Profesor de Pasadena City College que ejerció la docencia en otras instituciones como la Universidad de California Riverside y Biola University. Entre sus publicaciones se destacan Árbol Temprano. Poemas selectos (Page Nine, 2012), Exilio en Babilonia y otros cuentos (Page Nine, 2005) e Historia de un rechazo (Alternative Publishers, 2001). También es co-autor de A History of Colombian Literature (Cambridge University Press, 2017) y The Reptant Eagle: Essays on Carlos Fuentes and the Art of the Novel (Cambridge Scholars Publishing, 2015). Es aficionado del arte, cine, ajedrez, tenis, viajar, el medio ambiente y camping.

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