Decían: Where are you, Obama?
En las calles Siete y Flower, a ocho cuadras del epicentro de la marcha proinmigrante del domingo en Los Ángeles, unas familias salen del Metro corriendo porque “nos vamos a quedar al final”. Era aún temprano, antes de las 10. A las 12:30, por el mismo lugar, la gente seguía fluyendo.
“Soy ilegal”, escribió alguien con letras de molde sobre su playera blanca.
Abajo la protección del grupo, los miedos retroceden. La valentía avanza.
Solidaridad. Sonrisas. Pequeños que gritan “Sí se puede” a voz de cuello. El ruido de las cornetas de plástico es ensordecedor. A dólar el agua, pero algunos la reparten gratis. Los hot-dogs son a ojo: yo lo pago a cuatro, otros a tres.
¿Banderas mexicanas? Casi nada. Una gigantesca: un señor se afana en desplegarla, es tres veces más grande que él. Pero él encima se empecina en sostener una bandera estadounidense, como todo el resto. El evento es bien coordinado: pidieron estandartes nacionales y ropa blanca.
Unos estudiantes modelan lo que más atesoran: sus uniformes de graduación. Si se afianza la ley SB1070 en el país, si no avanza el DREAM Act, serán piezas de museo.
A uno le pregunto de qué escuela es su uniforme verde.
¡UCLA!, responde sin hesitar. Pero el uniforme es de escuela secundaria. Quizás, me dice mi hijo, ya lo aceptaron a UCLA.
Unos señores braceros insisten en que anote el año en que llegaron a trabajar a Estados Unidos: 1945. “World War Two!”, dicen en inglés aunque les contesto en español. ¿Les pagaron lo que les debían? Algo, dicen, algo. Posan para la posteridad, con un orgullo que viene de tantas humillaciones sufridas.
En la esquina de la Broadway y la Olympic, dos camiones gigantescos, brillantes y como recién pintados, simbolizan el apoyo de los Teamsters, el histórico sindicato de conductores.
El momento emociona. Para las lágrimas: “Where are you, Obama?,” dicen unas jovenes. Le piden cumplir las promesas electorales.
WHERE ARE YOU, OBAMA!?
“¡Obama, escucha, el pueblo está en la lucha”.
Algunos comparan la reforma migratoria afanadamente empujada por el senador Shumer a la SB1070 de Arizona. Un cartel incluso compara a la gobernadora Brewer con Hitler. Demasiado.
Estallan aplausos y más gritería, el retumbar de los tambores y un grupo de bailarines con atuendos aztecas, y carteles alusivos al tratado Guadalupe Hidalgo nos recuerdan que esto era territorio mexicano y antes de eso español, hasta hace muy poco. Hasta hace nada, en términos históricos, unos 150 añitos. Un suspiro.
Hacia el final de la marcha, allí donde luego hablarían los líderes y políticos, una banda interpreta su versión de los “versos sencillos” de José Martí en “Guantanamera”: América, yo soy, los trabajadores, los maestros, la gente a pie, yo soy América.
Pero lo que predomina es el “Do I look illegal to you?” Y el cartel, y la playera con la frasecita, y la bandera, la llevan muchas jóvenes, que se ríen de la travesura coqueta, porque no, no se ven ilegales, pero se ven hermosas.
La marcha, repetida en 70 ciudades, es poderosa. Influye. Disemina el mensaje de oposición a la ley de Arizona, racista y xenófoba., promovida por políticos sin visión y promulgada por líderes paralizados por el miedo a su propia sombra.
Para muestra, el editorial a toda primera página de ayer del Arizona Republic, su principal periódico, reconociendo la lastimosa situación a la que las marchas, las amenazas de boicot y las críticas de todas partes redujeron a ese estado.
Este tipo de inicitativa política con rasgos xenófobos, bastante torpe y extemporánea por lo demás, suele generar el efecto contrario al buscado originalmente. Reagrupa políticamente a sectores socialmente menoscabados, los hace fuertes, visibles, los lleva a tomar conciencia de su propia fortaleza y de su real posición dentro del país. El mundo no puede avanzar más que hacia la integración,