La salud y desigualdades inaceptables

Nacer en un país industrializado implica una expectativa de vida promedio de 79 años, mientras que en un país subdesarrollado es de apenas 62 años. Una diferencia de casi dos décadas.

Aunque la Revolución Industrial haya resultado en tecnologías que han producido monumentales avances en materia de salud, todavía experimentamos disparidades inaceptables. Esto se hace evidente, particularmente, en la expectativa de vida de la población, la mortalidad infantil y la mortalidad materna.

Las disparidades

Nacer en Bangui, esa caótica ciudad en la República Centroafricana, implica la condena estadística de tener una expectativa de vida de apenas 54 años. Nada sorprendente en este país de espejismos y contradicciones en donde junto a las considerables reservas de uranio, petróleo y diamante está el estigma de haber sido catalogado, en 2018, como el país más pobre del mundo.

Esto se contrasta con un Hong Kong de rascacielos en donde la expectativa de vida, de acuerdo con la United Nations World Population Division, llega a nada menos que 85.29 años. Una brutal diferencia de más de tres décadas.

No cabe duda que estas tremendas diferencias, como muchas otras en materia de salud, están estrechamente relacionadas con variables socioeconómicas que distinguen a los países desarrollados de un Tercer Mundo de pobreza masiva.

Una de cada 10 personas no tiene acceso a agua potable y un tercio carece de facilidades sanitarias apropiadas. Dos condiciones sociales que son la explicación irrefutable de los parásitos, enfermedades infecto-contagiosas, diarrea y los otros cientos de males que aquejan a los cientos de millones que viven en la miseria.

Tres variables para el análisis

Aunque haya otras formas más sofisticadas para analizar la salud de una población, repasar estadísticas de la expectativa de vida, la mortalidad infantil y el número de embarazadas que sucumben al dar a la luz son una forma de explorar el tema y resaltar las diferencias que existen entre las naciones.

La expectativa de vida es el promedio de años que se espera que una persona que ha nacido en cierto año puede llegar a vivir. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en 2013, nacer en un país desarrollado implicaba una expectativa de vida de 79 años, en uno en desarrollo era de entre 66 y 74 años y en un país subdesarrollado de apenas 62 años. 

En los países subdesarrollados, predominan las enfermedades contagiosas como las infecciones respiratorias, VIH/SIDA, diarrea, malaria, tuberculosis. Toda una serie de enfermedades que se propagan en condiciones habitacionales deficientes en donde no se cuenta con agua potable ni facilidades sanitarias aceptables.

En los países desarrollados, por el contrario, los fallecimientos se deben a enfermedades como ataques al corazón, derrames cerebrales, cáncer y problemas respiratorios.

Sin embargo, en los últimos tiempos, estas enfermedades no contagiosas, que son características del mundo desarrollado, se están manifestando de manera creciente en países de ingresos medios y hasta en los pobres. La relativamente reciente industrialización en China y la India ha incorporado a cientos de millones de asiáticos a estilos de vida más sedentarios, una dieta de comida chatarra y un incremento en el consumo de tabaco.

Estados Unidos

La expectativa de vida en Estados Unidos es de 79.11 años. Una cifra que, lamentablemente, ubica al país más rico del mundo en un 46avo lugar y que, de acuerdo con la United Nations Population Division, es peor que la de Cuba y Estonia (79.18 años) y similar a la de Panamá (79.11).

Pero en el caso estadounidense, como en los otros países del mundo, las cifras cambian considerablemente cuando se controla por género y por raza/etnicidad. Un hombre estadounidense, por ejemplo, tiene una expectativa de vida de 76 años mientras que una mujer, 81.

Aunque entre 2013 y 2018, la expectativa de vida cayó en los Estados Unidos debido en gran medida al incremento en el número de muertes por sobredosis y suicidios, históricamente se experimentó una progresión positiva.  Los estadounidenses que nacieron en 1950, por ejemplo, tenían o tienen una expectativa de vida promedio de 68 años, mientras que para alguien que nació en 1990 es de 75 y, como vimos, de 79 para los nacidos en 2020.

A nivel racial/étnico también se pueden observar diferencias claras. Mientras un estadounidense blanco viviría 79 años, un afroamericano tiene una expectativa de vida de 75 y un latino, sorprendentemente, de 81 años.

Mortalidad infantil

Otro poderoso indicador de la salud de una nación es su mortalidad infantil. O sea, el número de bebés, entre mil, que fallecen antes de cumplir su primer año de vida. Y, nuevamente, esta cifra está altamente correlacionada con la realidad económica del país.

Por eso no debe extrañar que en 2017 los países con la mortalidad infantil más alta, de acuerdo con el World Factbook de la Agencia Central de Inteligencia ), sean Afganistán (111), Somalia (95) y la República Sudáfricana (86).  Los con más baja son Mónaco (1.8), Japón (2.0) e Islandia (2.1).

En Estados Unidos la mortalidad infantil es de 5.8. La más alta de todos los países industrializados. Entre 2001 y 2010, de acuerdo con un estudio publicado en Health Affairs, los bebés estadounidenses tenían tres veces más probabilidad de morir por inmadurez extrema y 2.3 por síndrome de muerte súbita que en los otros 19 países industrializados. ¿La razón? Niveles más altos de pobreza y un sistema de asistencia social y de salud inadecuado.

Mortalidad al dar a luz

Dar a luz en el mundo desarrollado es una experiencia asociada con un momento de felicidad, pero en los países pobres la probabilidad de que la madre muera durante el parto es considerable. No es casualidad que en Tanzanía las mujeres, antes de ir al hospital a parir, se despidan de sus seres queridos porque saben que tal vez no retornarán.

En los países subdesarrollados, la probabilidad de que una madre fallezca dando a luz es de 1 en 52, mientras que en el mundo industrializado es de apenas 1 en 2,400.  Es más, 99% de las muertes de este tipo se dan en países subdesarrollados. Típicamente es por hemorragias, infecciones y abortos realizados sin la atención médica apropiada.

Como conclusión se puede argumentar que el mundo ha hecho maravillosos progresos en las ciencias médicas que, junto a otros factores, han extendido la expectativa de vida de la población. Sin embargo, a pesar de todo este progreso, las desigualdades que pueblan el planeta mantienen diferencias inaceptables en una etapa de la humanidad en la que, como muchos argumentan, la salud debería ser considerada un derecho humano.

NOTA: Este artículo es el segundo de una serie sobre problemas en el mundo y en Estados Unidos que es publicada en Hispanic LA y que refleja parte del contenido presentado en la clase SOC 102, Grandes Problemas Sociales (Major Social Problems), que el profesor Néstor Fantini enseña en Rio Hondo College, Whittier, California.

Autor

  • Nestor M. Fantini, M.A., Ph.D. (ABD), is an Argentine-American journalist, educator, and human rights activist based in California. Since 2018, Fantini has been co-editor of the online magazine HispanicLA.com. Between 2005 and 2015 he was the main coordinator of the Peña Literaria La Luciérnaga. He is the author of ´De mi abuela, soldados y Arminda´ (2015), his stories appear in ´Mirando hacia el sur´ (1997) and he is co-editor of the ´Antología de La Luciérnaga´ (2010). He is currently an adjunct professor of sociology at Rio Hondo College, Whittier, California. As a refugee and former political prisoner who was adopted as a Prisoner of Conscience by Amnesty International, Fantini has dedicated his life to promoting the memory of the victims of state terrorism of the Argentine civil-military dictatorship of the 1970s and is currently coordinator of Amnesty International San Fernando Valley. Fantini graduated from Woodsworth College and the University of Toronto. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Néstor M. Fantini , M.A., Ph.D. (ABD), es un periodista, educador y activista de derechos humanos argentino-estadounidense que reside en California. Desde 2018, Fantini es coeditor de la revista online HispanicLA.com. Entre 2005 y 2015 fue el coordinador principal de la Peña Literaria La Luciérnaga. Es autor de De mi abuela, soldados y Arminda (2015), sus cuentos aparecen en Mirando hacia el sur (1997) y es coeditor de la Antología de La Luciérnaga (2010). Actualmente es profesor adjunto de sociología, en Rio Hondo College, Whittier, California. Como refugiado y ex prisionero político que fuera adoptado como Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional, Fantini ha dedicado su vida a promover la memoria de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura cívico-militar argentina de la década de 1970 y actualmente es coordinador de Amnesty International San Fernando Valley. Fantini se graduó de Woodsworth College y de la Universidad de Toronto.

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