Las influencias recurrentes de los paraísos fiscales

Robar no es el problema, sino que se sepa

Es difícil establecer una cifra exacta, la misma varía muchas veces dependiendo de la fuente. Pero se estima que el total de producción del mundo -producto interno bruto global (PIB)- se acercaría a unos 87 trillones (millones de millones de dólares). Esto sería la economía real, la que se relaciona con la producción de bienes, servicios y la generación de empleo.

La economía paralela

Por otro lado se tiene la denominada “economía financiarista” o bancaria, la que tiene sus medios más directamente vinculados con la especulación monetaria, de circulante. Esta esfera de la economía estaría manejando cerca de 720 millones de millones de dólares de manera anual, basando sus desempeños en el comportamiento y dinámica de las diferentes bolsas de valores del mundo, además de mercados a futuro y en general intercambios relacionados con derivados financieros.

Una ilustración de los problemas, dinámicas e implicaciones de estas economías bancarias se tiene en los paraísos fiscales: mercados que atraen inversiones financieras con base en mínimos impuestos o cuotas de manejo.

Hasta hace relativamente poco, unos seis años, el caso de los “papeles de Panamá” fue algo evidente y actualizado referente a este tipo de transacciones. El caso comprobó, una vez más, la presencia de maniobras de circulante muchas veces sospechadas y otras tantas negadas. Un caso típico de paraísos fiscales.

La legalidad del delito

En este sentido de especulaciones con circulante las condicionantes y contextos no son blanco-negro y es necesario establecer matices. En principio es de aclarar que no es delito abrir cuentas en dólares o en moneda dura en otros países. Tanto personas jurídicas como individuales lo pueden hacer sin violar normas establecidas.

El delito sí es que la apertura de “empresas de papel” esto es, ficticias, se realice con el fin de evadir impuestos en los países en los cuales se produce la riqueza. Y eso es lo que está en el fondo de estos paraísos.

La filtración informativa, gracias periodistas europeos estima que en los “papeles de Panamá” se involucraron al menos unos 11.5 millones de registros que tenía la “firma consultora” Mossack-Fonseca –sí, así entre comillas dado que casi todos mienten en estos circuitos donde se mueven inmensos caudales de dinero.

Es de advertir que esta empresa no sólo opera en Panamá sino también en distintos países del mundo, curiosamente donde hay paraísos fiscales. La firma es evidente que ayudaba a poderosas personas u organizaciones a lavar dinero, eludir sanciones y evadir impuestos.

Robar no es el problema, sino que se sepa

En lugar de enfrentar estos hechos, las autoridades panameñas, gritan que “no somos los únicos”, que “el problema es global”, que esto “se debe enfrentar mediante planes integrales”, que “a Panamá se le respeta”. Típico de quienes son atrapados con las manos en plena ejecutoria: confundir las cosas, señalar las arandelas o decorados, puntualizar los aspectos complementarios, por no decir anecdóticos.

Parte de los aspectos centrales de los “papeles de Panamá” es que se tiene ahora la evidencia de manejos irregulares que eran favorecidos por la empresa. Ante ello los empresarios se desgarran la conciencia clamando que es la prensa “la que ha creado el revuelo”, que “¿por qué no se señala que la filtración, que la documentación fue adquirida mediante un delito?” Queda claro: en lugar de ver los astros que señala el dedo de un conocedor, se critica que la uña del dedo está cortada de manera asimétrica.

Los periodistas Bastian Obermayer y Frederik Obermaier recibieron una filtración con millones de documentos confidenciales de Mossack Fonseca.

Sin embargo, no sólo son los manejos irregulares los que se ponen al descubierto, sino algo más de fondo: parte al menos de las formas o maneras en que políticos, grandes empresarios, personalidades del deporte, del arte, personajes públicos y abiertamente delincuentes esconden riquezas, lavan capitales. Allí está el ex presidente Macri de Argentina, el ahora renunciado Primer Ministro de Islandia, y hasta el Nobel peruano Mario Vargas Llosa. Tanto personas como empresas, tratando con estas prácticas en los paraísos fiscales, y en muchos casos tienen éxito, de evadir responsabilidades fiscales, de dar cobertura a patrimonios que no son dignos de mostrar.

Los agujeros del sistema

Esta situación pone también de manifiesto, lo que es el verdadero queso suizo, dados sus múltiples vacíos, del sistema de control financiero internacional. Eso permite, aparte de lo señalado con anterioridad, relocalizar utilidades y evitar el pago de compromisos fiscales. Es cierto que en los gobiernos en mayor o menor grado hay corrupción, pero esto no es justificación para los incumplimientos del fisco.

No es de olvidar que Panamá no es ni mucho menos el primer caso. Primero se tuvo a los LuxLeaks, luego a los SwissLeaks que se centraban en el banco internacional HSBC y ahora están los “papeles de Panamá”. Estas prácticas dañan las condicionantes de competitividad y de innovación que deben ir robusteciendo los países mediante las prácticas de sus entidades incluyentes, tal y como es parte del argumento central de los profesores Daron Acemoglu y James Robinson, en su obra “Por qué Fracasan los Países” (2012).

La situación de los paraísos fiscales y la evasión de impuestos cobra ahora notoriedad. Necesitamos esos recursos en la economía real. Necesitamos abrir oportunidades vía empleo y fortalecimiento de emprendimientos. Esto es indiscutible como parte de los esfuerzos por superar las tragedias económicas y sociales dejadas por la pandemia del Covid-19.

Autor

  • Giovanni E. Reyes

    Giovanni Efrain Reyes Ortiz, Ph.D. en Economía para el Desarrollo y Relaciones Internacionales, de la Universidad de Pittsburgh, con post-grados de la Escuela de Altos Estudios Comerciales -HEC- en París, Francia, y de la Universidad de Harvard. Ha sido Director de Integración Latinoamericana y del Caribe en el Sistema Económico Latinoamericano y Director de Informe en Naciones Unidas.

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