Las trampas del desarrollo comprometen el futuro de América Latina y el Caribe

La región, rica en recursos naturales y diversidad cultural, enfrenta obstáculos históricos y persistentes

Uno de los indicadores más recurrentemente utilizados en las actuales condiciones de subdesarrollo en la región de América Latina y el Caribe es la pobreza, tanto aquella de carácter total, como la extrema, o indigencia.

La pobreza en regiones ricas en recursos naturales

Al respecto y conforme datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Banco Mundial (BM), y el Fondo Monetario Internacional (FMI), para 2022, la pobreza y la indigencia siguen siendo desafíos significativos en América Latina y el Caribe. Aproximadamente el 32% de la población regional vive en condiciones de pobreza, mientras que cerca del 12.3% se encuentra en situación de pobreza extrema o indigencia. Aunque estas cifras muestran una ligera mejora respecto a los picos alcanzados durante la pandemia de COVID-19, siguen siendo superiores a los niveles previos a 2019.

Uno de los aspectos más preocupantes es la creciente urbanización de la pobreza extrema: actualmente, 53% de las personas en pobreza extrema viven en áreas urbanas, una tendencia que se ha revertido con respecto al pasado, cuando la pobreza extrema era mayoritariamente rural. Además, los impactos de la pandemia han reducido los ingresos laborales de los hogares más pobres, quienes dependen cada vez más de asistencia social y transferencias privadas para subsistir.

Familias desalojadas en Buenos Aires, Argentina, acampan sobre la Plaza de Mayo. Foto: Lauro Maia.

En términos generales América Latina, una región rica en recursos naturales y diversidad cultural, ha enfrentado obstáculos que han limitado su desarrollo económico y social. Estas dificultades, conocidas como «trampas del desarrollo», son patrones recurrentes que impiden a los países alcanzar niveles de crecimiento sostenido y mejorar las condiciones de vida de su población.

Las trampas del desarrollo son situaciones en las que un país queda atrapado en círculos viciosos, dificultando su transición hacia un estado de mejoras sociales, políticas y sostenibilidad económica. Estos patrones pueden ser de diferente índole, económicos, sociales, institucionales, y a menudo se retroalimentan mutuamente, como hace más de 50 años lo advertía Gunnar Myrdal, Premio Nobel de Economía 1974.
Un resumen de consenso respecto a la apreciación de diferentes factores que intervienen decisivamente en las dinámicas de desarrollo de Latinoamérica y el Caribe, establece que son seis los principales contenidos de esas trampas al desarrollo.

La desigualdad estructural es parte de estas sociedades

Esta desigualdad económica y social es una de las principales características de América Latina, con patrones de concentración excluyente de beneficios que operan contra la ampliación de productividad, competitividad y aumento de la demanda efectiva. Esto puede desembocar en inestabilidad social y política.

Baja productividad: La productividad laboral en América Latina es menor en comparación con otros países de ingresos similares. Esto se debe a diversos factores, como la falta de inversión en educación y capacitación, la informalidad laboral y la baja calidad de las instituciones. Más que un problema de desempleo abierto, la región padece amplios márgenes de cobertura de economías informales.

Vulnerabilidad económica y social: La región aparece como frágil, altamente vulnerable a shocks externos, como crisis financieras, cambios en los precios de las materias primas y desastres naturales. Estos eventos pueden revertir los avances logrados en materia de desarrollo y aumentar la pobreza.

Debilidad y falta de desempeños administrativos de instituciones: La calidad de las instituciones, como el sistema judicial, las fuerzas del orden y el sector público en general, es un factor clave para el desarrollo económico. En América Latina, las instituciones suelen ser débiles y muestran niveles de corrupción, lo que tiende a desalentar la inversión y la innovación empresarial.

Alta dependencia de materias primas: Muchos países de la región dependen excesivamente de la exportación de materias primas, lo que los vuelve vulnerables a las fluctuaciones de los precios en los mercados internacionales.

Asimetrías, desigualdades de grupos sociales: De manera global, las mujeres pueden enfrentar en la práctica, mayores barreras para acceder al mercado laboral, a la educación. Esta puede ser un factor importante en limitar el potencial de desarrollo.

Salir de este círculo vicio exige un esfuerzo sostenido

Para superar esas trampas del desarrollo, los desafíos se centran en alcanzar crecimientos inclusivos, con políticas que reduzcan la desigualdad y promuevan la creación de empleos de calidad. En ello operan los requerimientos de inversión en educación y capital humano. Los señalados componentes son esenciales a fin de aumentar la productividad y la competitividad.

Otros retos vitales son: el fortalecimiento institucional, mejorar la calidad de desempeño de las entidades, combatir la corrupción y promover la transparencia y las mejoras en la gobernabilidad y la gobernanza. Esto incluye una efectiva participación ciudadana y la rendición de cuentas de los gobernantes. Para que la democracia funcione, se deben elegir a las personas más capaces, más preparadas, más honradas, más trabadoras y –por qué no decirlo- con más sabiduría; además de ser quienes puedan llevar a cabo liderazgos ejecutivos.

Marcha de colectivos campesinos, feministas y poblacionales contra la minería Matagalpa, Nicaragua. Foto: Alba Sud Fotografía.

Ciertamente las trampas del desarrollo en América Latina son complejas y responden al efecto de múltiples factores. Superarlas requerirá un esfuerzo sostenido por parte de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil. Lo alentador es que la región cuenta con grandes potenciales a efecto de lograr un desarrollo productivo en lo económico, equitativo en lo social y sostenible en lo ecológico

Autor

  • Giovanni E. Reyes

    Giovanni Efrain Reyes Ortiz, Ph.D. en Economía para el Desarrollo y Relaciones Internacionales, de la Universidad de Pittsburgh, con post-grados de la Escuela de Altos Estudios Comerciales -HEC- en París, Francia, y de la Universidad de Harvard. Ha sido Director de Integración Latinoamericana y del Caribe en el Sistema Económico Latinoamericano y Director de Informe en Naciones Unidas.

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