Machos violentos, por Ligia Minaya

Los machos violentos no se dan cuenta que dependen de una mujer hasta para ir al baño: Nacen del cuerpo de una mujer. Se alimentan del seno de una mujer. Dicen sus primeras palabras porque se las enseña una mujer. Aprenden a caminar y van a la escuela de la mano de una mujer. Dan sus primeros pasos en el amor por una mujer. Forman familia y tienen descendencia por una mujer. Comen porque una mujer les prepara la comida. Se visten porque una mujer les lava y les plancha la ropa. Cuando la vida los golpea buscan refugio en los brazos de una mujer y si están enfermos les sirve de enfermera y hasta de niñera ¿y entonces, de dónde viene tanta violencia?

Cada vez hay más mujeres asesinadas. Cada vez hay más mujeres golpeadas. Cada vez hay más mujeres humilladas, y a mí me gustaría preguntarles a esos malvados, hombres-basura ¿les gustaría que golpearan, humillaran o mataran a su madre, a su hija o a su hermana? No, por supuesto que no. ¿Sólo cuenta la «sacrosanta» madre? ¿Y las demás, qué son? Hasta donde entiendo, las prostitutas también merecen respeto. Si alguno considera que la mujer que tiene a su lado es poca cosa, déjela. No la mate, no la golpee, no la humille. Para esa basura asquerosa, ratas de dos patas, como dice la canción, su incapacidad le lleva al crimen. Son unos frustrados y su mugre, sus fracasos, y hasta su impotencia sexual, quieren cobrársela a la mujer. A la que está a su lado, a la que le ha dado amparo, a la que lo ha amado. ¿Por qué matar a la madre de sus hijos? ¡Carajo!

Si una analiza a los asesinos de mujeres, a los violentos, a los bocones, se dará cuenta de que la mediocridad impera. Son enanos mentales. No tienen capacidad para el diálogo, son peores que las bestias. Los caballos, los burros, dan patadas porque no tienen acceso a la palabra. Pero Dios ha dado a los humanos el don de la palabra para que dialoguen, para que pregunten, para que respondan, no para que se traguen a la mujer a boconadas, o accedan al puñal, a la pistola, al mal trato. Hay otra cosa: Muchos no hablan, pero humillan. Si te pones un vestido bonito para agradarlo, o te dice que te queda mal, o se arruga en el silencio. Que estás gorda, aunque él también lo esté. Que ese corte de pelo no te queda bien aunque él sea calvo. Y hay algo más: que te mira de pies a cabeza como quien mira una podredumbre. Si eso no es producto de una frustración masculina, que venga Dios y lo vea.

Esos depredadores, imbunches, porquerizos, obcecados, desvalidos, incapaces, impostores, embaucadores, ladrones de moral, faltos de todo, encabezan las portadas de los periódicos y los asuntos policiales. Y lo que es peor, todavía, aunque cada vez menos, se les protege, se oculta lo más atroz de los feminicidios. Y por eso, la mujer, tiene que tener las cosas muy claras.

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No soportar ni una mala mirada, ni siquiera la indiferencia. Si siente el olor a azufre, es que el diablo anda cerca. Si eso ocurre, déjelo, pero no se lo corte, lo legal es el divorcio. Despréndase de esa porquería. La mujer, tiene que tener las cosas muy claras.

No soportar ni una mala mirada, ni siquiera la indiferencia. Déjelo, pero no se lo corte, lo legal es el divorcio. Despréndase de esa porquería.

Autor

  • Ligia Minaya

    Ligia Minaya, escritora, abogada, jueza y columnista, murió en junio pasado en Puerto Rico, a los 77 años. Residió Denver, Colorado. Escribía para Diario Libre una columna sabatina con el título de “Saudades”. Fue también procuradora fiscal, profesora de criminología, consultora jurídica de la Secretaría de Medio Ambiente; y publicó varios libros, entre ellos: Palabras de Mujer (selección de los artículos escritos en el periódico Última Hora, 1977); El Callejón de las flores (cuentos eróticos,1999 y 2004); Cuando me asalta el recuerdo de ti (novela, 2003); Mi corazón tiembla en la sombra (novela, 2007); Mujeres de Vida Alegre (cuentos, 2009).

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Un comentario

  1. Dominicana tiene uno de los records de mujeres abusadas. En el romántico país de la bachata, esto persiste. Da que pensar. Bien que lo hable la autora.

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