María Luisa Carnelli, tanguera de pura cepa

Fue la primera letrista del tango, la primera periodista argentina de guerra, la voz que refutó lugares comunes amañados por una burguesía infame que negaba la pobreza.

De encontrar rendijas por dónde escapar a las prohibiciones, de contestar al statu quo que miente solazándose en creer que todos le creen, han crecido hermosas rosas de dignidad y rebeldía. Esta memoria es pequeña y sesgada para abarcar la vida de una mujer que fue la primera letrista del tango, la primera periodista argentina de guerra, la voz que refutó lugares comunes amañados por una burguesía infame que negaba la pobreza -aunque fuera evidente- y acabó afirmando que “había llegado para bien del país la hora de la espada”, dando curso a una cadena oprobiosa de golpes de Estado. La misma burguesía que encontraba emociones reconfortantes y turbias en el tango donde sus vástagos niños-bien aprendían algo de la vida; pero que negaba al mismo tango el pleno derecho de ser hijo legítimo de esa tierra.

María Luisa Carnelli. FOTO: Cuestionatelotodo

La burguesía alentó la inmigración y luego sintió pavor ante “el malón blanco”, como llamó a la muchedumbre de pobres que bajaba de los barcos y era proclive a escuchar las proclamas de redención social igualitaria de los también inmigrantes contestatarios. María Luisa Carnelli, hoy definitivamente con su nombre verdadero en las etiquetas de los discos, representa una audacia feliz y rebelde, alineada con los escritores del denominado – sin pretender hacer un ismo al uso- Grupo de Boedo. Habían mirado a la gente vivir, abrazarse y bailar el abrazo, ejercer la picaresca y la prostitución, tender su ropa en los balcones, cuidar el pan de todos los días, recordar con pena la tierra que dejaron tras el infatigable barco, mirar el cielo y soñar un amanecer diferente. Con esa gente se relacionó cuando sintió con naturalidad que su vida se orientaba hacia un destino literario.

Muy joven, en el año 1922, publica su primer libro de poemas, Versos de mujer.  Ahí da voz a una mujer asumida como tal, que se sale del esquema de ricos y pobres. Su corazón del lado de estos últimos, siempre; mas sin disposición a vocear postulados de índole obrerista o miméticos con tal clase. Ella canta y manifiesta que siente íntimamente ese lado de la vida, se emociona con los barrios, las plazas, los sonidos del viejo fonógrafo donde “tal vez pudiera ajustarse/ la letrilla de mi destino”. También escribirá allí:

«Me iría, andando despacio,
bien lejos, por las afueras,
llegaría hasta el despoblado
donde la ciudad da media vuelta
ante un anuncio de campo.
Me iría toda una vida
caminando, caminando».

Su poesía no echa de menos recursos académicos, elige un lenguaje que es el habla ciudadana, diferente de la prepotencia literaria de los culteranos del diccionario que abundaban entonces.  Mientras escribe sus versos se entrena en el periodismo de un abanico temático muy variado y renovador, lucha por la igualdad de las mujeres en los derechos civiles, se casa joven y con un hijo a su custodia se divorcia pronto, debiendo sostener su lugar en una sociedad pacata y estrecha. En esa situación escribe canciones entre las que brillan por la autenticidad de su palabra los tangos…firmados en aquel tiempo con pseudónimos.

Para ganarse la vida se aboca a la escritura en diferentes medios. Siempre dispuesta a trabajar recorre redacciones de revistas como El Hogar, Caras y Caretas, Fray Mocho, o los periódicos La Nación, Noticias Gráficas, Clarín, etc. Escribía de lo que conocía, de lo que había caminado y explorado, de la información que obtenía al pie de la calle.

También trajinó la narrativa. En una emblemática novela suya “Quiero trabajo”,publicada en 1933, la protagonista se casó por ley de la costumbre, fracasó, se divorció y “cayó” después en la prostitución. Andando el tiempo, alzada sobre los hombros de su propia caída, busca trabajo, aquello que deseaba para realizarse. Allí se da de bruces con las contradicciones del jornal desfavorable o mísero. En esas lides descubre, al lado de otras mujeres, el horizonte de las luchas liberadoras donde ellas enfrentan condicionamientos y miedos, dispuestas a crear otro sujeto social que mejor exprese sus voluntades de cambio y transformación. Son textos que conforman apuestas por una estética que integra los significantes de una nueva sociedad hecha sin tutelajes, compuesta de mujeres y de hombres libres en elegir sus vidas. En ese perfil María Luisa Carnelli inscribe su condición de trabajadora de la cultura que encarnó en los libros citados y en otros títulos de poemarios como Rama frágil, Poemas para la ventana del pobre, Mariposas venidas del horizonte. Todos estos aparecidos en la década del 1920, cuando se jugaba en Argentina el pulso de la literatura que sobrevendría para expresar el mundo generado por una sociedad bullente y cambiante, próspera y viva. Florecen entonces vanguardias de distinto signo. Jorge Luis Borges publica el “Tamaño de mi esperanza”, donde expone su anhelo de crear el poema de un mundo nuevo y con aliento de futuro. En efecto, probablemente nuestra poeta haya sentido que aquel poema sería obra colectiva, la de muchos que hacían la escuela de la promisoria identidad en calles fraseadas por las letras de los tangos.

Tuvo amigos señalados entre esta gente. Pensamos en los integrantes del mencionado Grupo de Boedo donde tallaban Castelnuovo, Yunque, Olivari, los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón. De Enrique fue compañera sentimental María Luisa Carnelli, hasta el año 1943 en que el escritor y periodista falleció, dejando ponderables trazas en la historia cultural argentina. Destacó él como narrador de cuentos y novelas; y, en su condición de periodista potenció la atención hacia la obra que iba gestándose en los medios populares a través del teatro y el tango. Era un hombre de izquierdas, impregnado del ideario anarquista que conectó a M.L.Carnelli -comunista-con el ambiente tanguero.  A cualquier mirada atenta sobre el desarrollo de la cultura popular no se le escaparán ostensibles conexiones ideológicas entre la gravitación que pudiera ejercer en convergente sentido junto a González Tuñón, la polifacética y absorbente acción de José González Castillo. Este había fundado ya la Peña Pachamac y la Universidad Popular de Boedo, como lo hemos señalado en otro momento. Ambos escritores propiciaron una atmósfera donde los jóvenes artistas encontraban el público entusiasta y creciente que reconocía a quienes hablaban en su propio lenguaje.

El primer tango de María Luisa Carnelli data de 1927; es El malevo con música de Julio De Caro. Le siguieron Se va la vida, Molin Rouge, Cuando llora la milonga, Pal` Cambalache (estos dos últimos grabados por Gardel), Primer agua, Linyera, La naranja nació verde, Apaga la luz, La milonga del olvido, y decenas de más temas con diversos compositores de la puntera línea musical del tango. Resulta instructivo mencionar algunos nombres: Teisseire, Francisco De Caro, Ponzio, Firpo, Filiberto, Brignolo, Servidio, Rossi, Selles, entre otros. De los títulos es fácil encontrar versiones distintas, en épocas y modalidades, inclusive en la actualidad. Una buena cantidad de los mismos ella los firmó con los pseudónimos Mario Castro, o Luis Mario. ¿Por qué? En los primeros tiempos para ocultarse de la severidad conservadora del padre que no admitía siquiera que se escuchara el tango en la casa familiar. Luego, al parecer fueron los propios autores de la música que acompañaba las letras de María Luisa Carnelli quienes vieron mejor el pseudónimo masculino que el neto nombre de mujer en las composiciones. Como si les degradara la obra. ¿Una mujer autora de tangos con abundancia de lunfardo en forma y fondo? No obstante, ella no se arredró. Andando los años pudo imponer su nombre. Algunas letras suyas se hicieron tan famosas que le permitieron afirmar, en edad madura: “gané más plata con uno de esos tangos que con ocho libros de poesía y narrativa”.

En el año 1935, enviada por la revista argentina Ahora, se trasladó a la España republicana. Con motivo de las revueltas mineras en Asturias, del año 1934. Fue allá para hacer periodismo al pie de la mina. En un excelente libro U.H.P. Mineros de Asturiasdestacan sus reportajes y descripciones que obraban a manera de denuncia de cómo funcionaban aquellos recintos después de la represión militar a los revolucionarios izquierdistas. Atravesó luego el oprobioso golpe de estado franquista y la guerra civil española iniciados en el 1936. Estuvo en las trincheras del combate y en la lucha cotidiana para subsistir. Escribía en la prensa española y enviaba notas a Buenos Aires. Pasaban por sus páginas las penurias de los mineros en el socavón, la resistencia desde los parapetos de Madrid a la ofensiva de unidades marroquíes traídas por Franco, la nobleza de una madre ante su hijo asesinado, la necesidad de proteger a niños y ancianos del estruendo de la artillería enemiga, etcétera. Eran artículos, discursos, poemas… En 1938, por la muerte de su madre en Argentina, tuvo que regresar. La despidieron los comandantes republicanos, periodistas e intelectuales, encabezados estos por María Teresa León, en el Madrid sitiado y bombardeado. Se iba al país del Sur con el compromiso de continuar la campaña de apoyo a la “lucha contra el fascismo internacional” que entonces se libraba en España.

Volvamos a su inscripción en los tangos que, advertimos, en conjunto sus preferencias se inclinan hacia el matiz ideológico y temperamental de la eclosión letrística y musical de la década de 1920 hasta comienzos del 1930. El tango acompañado de aquella inmigración masiva, que precisamente se cortó en 1930. Luego los grandes movimientos poblacionales fueron internos, de las provincias argentinas hacia las capitales. A María Luisa Carnelli le interesaban aquellos tiempos bravos, los primeros, ornados de picaresca, de riesgo, de travesuras contestatarias a los remilgos de la poesía culta influenciada por el tardo romanticismo, como por la tendencia modernista que se entusiasmó con los parnasianos. Sus protagonistas corresponden a esa época; asimismo el lenguaje abunda en lunfardías. Es una lírica atrevida, sentenciosa, irónica, nunca elegíaca. Cuando llora la milonga, quizá el título más famoso de ella, no es un llanto en primera persona. Ocurre ahí fuera, muy cerca, pero está expuesto con distanciamiento, con sobriedad descriptiva.

Por otra parte, a diferencia de su copiosa obra periodística y narrativa con manifiesta intención militante, en la escritura de letras para los tangos no privilegió ejemplaridades ni moralinas. En su obra hay una vindicación sin tibiezas de los hechos del arrabal, “la voz de la realidad”, el tono y los dichos de los personajes que lo habitaban.

Nos parece oportuno recalcar una semblanza que identifica a nuestra letrista. En el espectro de su activismo ideológico y político no incluyó al tango. Salvo en la trasparencia que pudieran trasuntar sus letras, en ningún caso las hizo declarativas o enfáticas portadoras de posiciones políticas. Tal vez esperando que la propia fuerza de las cosas produjera la transformación. Observamos en ese tenor su tango Avellaneda,barrio lindo, barrio obrero/ lindero a la capital/ barrio reo y como reo/ sos querido, mi rival”, que tiene música de Ernesto Ponzio. Antes de soltar consignas u oriflamas panfletarias, trabaja y aguarda que el “barro de lo real” experimente el cambio. Entretanto afrontaba la realización de su propia vida en libertad. Junto a la denuncia que en sus escritos realizaba sobre el costado lacerante de la lucha de clases, fustigaba la frustración de los mejores anhelos de pobres y mujeres.

Así mismo, sorprende en cierto aspecto, el que haya elegido habitualmente un narrador o protagonista masculino en la mayoría de sus tangos. ¿Se venció en la exigencia de la época a un tango que debía vestirse de varón como ella misma en la firma de Luis Mario, o Mario Castro para las publicaciones? ¿Reconoció que esa era la fuerza hegemónica y embargada de creatividad? Parece contradictorio, pero a la luz de los hechos de vida es posible analizar sus posiciones con perspectivas más amplias, matizadas. Cruzaba las ciudades de entonces un aire de fiesta unido al progreso social, que hacía brotar tangos desde incógnitos y abiertos sitios. Sus declaraciones parecen apuntar en ese sentido. Inclusive, la espléndida y granada Década de Oro no le interesa más que aquella época anterior de 1920-30. “El tango me gusta hasta 1940 por la fuerza que trae exultante del mismo país. No estaba comercializado.” A lo que agrega: “Ha habido una penetración imperialista de fabulosos capitales que ha permitido que el tango vegete, mientras los otros ritmos lo iban ahogando”.

Sobre el tango «Se va la vida» (1929), una memoria

Cuando triunfaba el capitalismo con sus premios a la puntualidad en el trabajo, como a las virtudes hogareñas, ella escribe SE VA LA VIDA. El tango de entonces es obra de fronterizos que vivían la noche sabiendo que la musa caprichosa, intempestiva, contestataria, desobediente y rebelde, ya había empezado a lamentar su propio adocenamiento. En algunos se oye cantar: “La muchachada de rompe y rasga/ se va a baraja ya derrotada. /Hoy su barriada cambió de traje/ y el malevaje/ trabajando está”.  O, “…hoy has cambiado para el suburbio/ te has hecho un hombre trabajador…”. También, “voy rumbeando a hacer de papacito/ a comprar nenes y ser un buen trabajador”. Sí. Y con la plusvalía producida enriquecer a los patrones. Cumpliendo horarios en turnos de fábrica que eran de doce horas diarias sin festivos. Que, cuando se conquista su disminución, las diez y, finalmente, las ocho horas reglamentarias, van marcadas con sangre de obreros impunemente derramada.

María Luisa Carnelli, situándose desde otro lado, entre festiva y contestaria escribeSe va la vida. Es que la vida se va para todos, pero antes se les irá a los señalados por sus resignadas virtudes los obedientes ejemplares que producen riquezas para otros. Se va y no vuelve… ¡Y dejamos en el camino la única posibilidad de hacer algo! La posibilidad de vivir, de ser libres, en la única vida que tuvimos. Después, que se estremezcan púlpitos, cátedras, parlamentos y estrados predicando bondad, contracción al trabajo, resignaciones. ¡Que vengan esas críticas! Inclusive a la liviandad de decir si un bacán te quiere acomodar… ¡Mientras los criticones que comen en la mesa del patrón usufructúan nuestro trabajo! Así es. A la hora de contar lo que a cada uno le ha tocado seguro que los perdedores seremos aquellos que guardamos obediencia al orden establecido. Aunque pinten de divino al orden porque dios así lo quiso, y lo dijo el lógico Aristóteles para quien el esclavo era una quinta parte de humano. La Constitución de los Estados Unidos aplicaba ese concepto, directamente, a los negros. ¿Para qué andarse con laberintos?

Se va y no vuelve, canta o grita María Luisa Carnelli debajo de la firma de Luis Mario para que sus padres no le hicieran vaya a saber qué por escribir letras de tango, esta mujer de clase media, en los años 1920. Disfrazada de hombre en la firma, ella insiste yo quiero, muchacha/ que al fin mostré la hilacha/ y al mishio recuerdo/ le des un golpe de hacha. ¿Cuál va a ser el mishio recuerdo, paradigmático en una jovencita? Pues el de un amor que la invita a llorar y a morir de desesperanza. ¡Faltaba más! Por eso agrega: No regués la flor/ de un sueño infeliz… Invariablemente, los estados y las doctrinas, las escuelas y las familias han enfatizado que esa edad es la mañana de la vida, en disciplinas y responsabilidades. Pocas veces los jóvenes lograron alzarse y hacer oir su voz en la penumbra de las generaciones. Cuando lo consiguieron otro gallo cantó en las mañanas del mundo. Recordamos la Reforma Universitaria, en Córdoba, Argentina 1918, el mayo-junio francés de 1968, la juventud norteamericana del 1960-70 que desenmascaró la infamia de la guerra en Vietnam… Recordamos algunos más, como el Tlatelolco de los estudiantes mexicanos ahogado en sangre por el estado capitalista. María Luisa Carnelli en tono jocoso y revulsivo acaba el tango con un mandato: …no pensés en dolor ni en virtud/ viví tu juventud. Era la hora de escandalizar un poco, de decirles a los de la moralina del ayuno y el cilicio, de las rentas familiares y la plusvalía, que nada es tomado a pies juntillas, que la letra de un tango no está hecha para entrar con sangre. Va con música que se baila abrazada. El meollo del consejo, de últimas, es que disfrute a pleno de su vida en flor. No hay “príncipes azules” en la espera. En el tango pueden contarse estas cuestiones, cantando.

Fue el tema estrella en la voz de Azucena Maizani durante una larga temporada. También lo cantaron Agustín Magaldi, Andrés Galarce, Horacio Lagos, Juan Carlos Godoy, etc. Elegimos la versión que hizo Imperio Argentina, con acompañamiento de guitarras, por elegir.

Se va la vida…

Se va la vida…
se va y no vuelve.
Escuchá este consejo;
si un bacán te promete acomodar,
entrá derecho viejo.
Se va, pebeta,
quién la detiene
si ni Dios la sujeta,
lo mejor es gozarla y largar
las penas a rodar.

Yo quiero,
muchacha,
que al fin mostrés la hilacha
y al mishio
recuerdo
le des un golpe de hacha.
Decí, pa qué querés
llorar un amor
y morir, tal vez,
de desesperanza.
No rogués la flor
de un sueño infeliz
porque, a lo mejor,
la suerte te alcanza
si te decidís.

Se va la vida…
se va y no vuelve,
escuchá este consejo;
si un bacán te promete acomodar,
entrá derecho viejo.
Pasan los días,
pasan los años,
es fugaz la alegría,
no pensés en dolor ni en virtud,
viví tu juventud.

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