Paquete de ayuda federal: Congreso, basta de juegos

Vivimos una terrible emergencia económica. Pese a los intentos de reapertura e inicios de crecimiento en el empleo en ciertas partes del país, Estados Unidos sigue en una pendiente de reducción de empleo que a diario es más pronunciada. Pero esa emergencia no está siendo expuesta, no está a la vista

Por falta de un nuevo paquete de ayuda financiera, uno de cada tres adultos estadounidenses tiene hor problemas para pagar su comida y su renta. Tenemos 50 millones de desocupados. El gobierno tiene que auxiliarlos ya. Para eso existe. Esa es su razón de ser, o al menos lo que la lógica dicta que tendría que ser. 

No se mueven

Pero faltando tres semanas para los comicios presidenciales y con la excepción de las audiencias de confirmación aceleradas de la jueza Barrett para la Corte Suprema, la labor parlamentaria está congelada, no hay acuerdos, no hay acercamientos, y la ayuda no parece llegar. 

La responsabilidad recae sobre el Senado controlado por los republicanos y sobre la oficina del irresponsable presidente Trump, caracterizada por su incompetencia e ineptitud. Y de aquellos demócratas que piensan que un paquete de ayuda federal tan cerca de las elecciones beneficiará a Trump y le ayudará a ganar su segundo mandato y por eso se resisten.

Hay un aspecto adicional y novedoso: en vista de la debilidad de Trump en las encuestas y la caída de su popularidad en las últimas semanas, algunos senadores – quizás una veintena – se envalentonaron, tratan de borrar la impresión de lacayos de Trump que dieron durante los últimos tres años y medio, y quieren mostrar independencia en un tema que les parece de principio: el aumento de la deuda pública.

Es algo que a Trump le importa un comino. Necesita una o dos o más victorias ante la opinión pública, como la confirmación de la jueza Barrett y la aprobación del paquete de ayuda que incluya el envío de cheques con su enorme firma a las familias estadounidenses.

Sentencia de muerte para republicanos

Pero para aquellos congresistas o senadores republicanos que basaron su carrera en una presunta responsabilidad fiscal, un paquete de ayuda económica de billones de dólares que se agregarían a la deuda pública podría ser una sentencia de muerte política.

Está estancada la negociación y la votación sobre el segundo paquete de ayuda financiera para los damnificados por estos siete meses de COVID-19, del que todos sabían que fue solamente un adelanto el primer paquete con pagos de $1,200 por familia y extensión de los beneficios federales de cesantía.

Se esperaba que inmediatamente antes de que venciera el plazo del primer plan el Congreso pasaría una ley que contendría una ayuda mucho más amplia a los damnificados, millones de los cuales están hoy en la pobreza. Y que contendría, además, un plan nacional de recuperación.

La Cámara de Representantes aprobó en mayo un ambicioso plan y lo envió al Senado, en donde ha languidecido sin que su líder se dignara llevarlo a debate. Pasaron 150 días. El paquete de ayuda financiera aprobado por la Cámara Baja fue de 3.4 billones (trillions en inglés) de dólares,. Luego fue reducido a 2.2 billones. 

Historia del paquete de ayuda financiera

La historia del paquete de ayuda financiera pasa por absurdos característicos del gobierno de Trump, como su anuncio por Twitter el 6 de octubre de que se retiraba de las negociaciones hasta después que “yo gane” las elecciones.

Un día después, el Presidente, también por Twitter y sin reconocer o siquiera mencionar su error, cambió nuevamente de opinión. Pero con el mismo tono altanero y mandón exigió que se aprueben inmediatamente los cheques a la gente y el dinero para las compañías de aviación.

En todo momento, en lugar de un debate serio y responsable tenemos declaraciones a la prensa. Las partes tratan de ganar tiempo y acusar a los otros del fracaso. 

El gobierno de Trump propuso comenzar con una ayuda extraordinaria de 25,000 millones a las aerolíneas estadounidenses, para prevenir que American y United pongan en práctica su plan de despedir a 32,000 empleados en dos semanas. Pero los republicanos habían bloqueado ese plan en el Senado un día antes.

La presidenta de la Cámara Baja Nancy Pelosi también rechazó la idea y pidió un acuerdo que beneficie a todos los trabajadores. Hubo quien la criticó, quizás pensando en que la ayuda es inminentemente necesaria, pero al menos abiertamente, porque si apoyase la idea de Trump pondría de manifiesto que en realidad, las diferencias están entre Trump y el Senado republicano y entre los mismos senadores.

No hay mucho tiempo: basta de juegos

La situación es urgente. Vivimos una terrible emergencia económica. Pese a los intentos de reapertura e inicios de crecimiento en el empleo en ciertas partes del país, Estados Unidos sigue en una pendiente de reducción de empleo que a diario es más pronunciada. Pero esa emergencia no está siendo expuesta, no está a la vista. Aunque lamentablemente no cabe duda de que emergerá de las profundidades de última prioridad, último orejón del tarro, al día siguiente de las elecciones, cuando ya no sea necesario mentir, simular, fantasear y acusar y ya no sea posible ocultar la realidad. 

Que el Congreso y la presidencia no puedan acordar ayuda al público en estos momentos trágicos, equivalentes a la destrucción de una guerra, es una verguenza. Es una demostración más del abismo que los separa bajo un presidente solo atento a su reelección y beneficio, personal. Porque le urgen los 400 millones de dólares que debe, porque sabe que dejando de ser presidente el 20 de enero será demandado criminalmente en la mañana del día 21.

La inacción debe ser denunciada. La aprobación del paquete de ayuda debe pasar a primerísimo orden. Y al menos deben autorizar inmediatamente los cheques a las familias necesitadas y la renovación de los pagos federales por desempleo. 

 

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