¿Qué fue primero, el gallo o la gallina? ¿El hombre o la mujer?
La creencia, la fe y la fantasía se entrelazan de la forma más inescrutable.
Todas las culturas tienen su forma de fantasear con sus orígenes. La herencia occidental se circunscribe a un Paraíso en la Tierra en que se vive de “fantasía”, como no puede ser de otra manera. La arcilla, el soplo divino, la costilla -hoy el hombre le dice a su mujer “mi costilla”-, la manzana de la discordia, la serpiente y un sinfín de retazos de antigüedad nos acompañan desde pequeños y forjan nuestra percepción del mundo.
Pero hete aquí que llega la escolarización y nos vemos abocados a ir al colegio con infantes de todo origen y condición. Lo que para unos es dogma de fe para otros es cuento fantasioso para entender lo inexplicable.
¿Hasta dónde hay que racionalizar la fantasía?
Decía un lector que todo el mundo tiene derecho a creer en lo que quiera. Es lo razonable, pero hay situaciones en que creencia y objetividad se superponen. Y no hay nada más comprometido que mezclar desordenadamente las cosas, porque al final, si no, todo acaba revuelto. Cuando el río baja revuelto se puede caer en la red del pescador equivocado. Lo verdadero y lo falso, las medias verdades, la posverdad, la información sesgada, los bulos y los intereses creados, que no son los “creídos”, se enseñorearán por doquier.
¿Y qué tiene de malo creer en Adán y su costilla Eva? Absolutamente nada. Resulta, sin embargo, que ahora sabemos que el sexo biológico fuerte no es el hombre, sino la mujer. Son buenas noticias para los que creen en la existencia de una primigenia Lilith. Ya se sabe que cada uno habla de la feria según le va.
¿Fue antes, el hombre o la mujer?
De pequeños nos preguntábamos: “¿qué fue primero, el huevo o la gallina?”, ahora nos topamos con una pregunta de trascendencia mayor: “¿qué fue antes, el gallo o la gallina?”.
La igualdad de género obliga a tomar decisiones. ¿Será un problema de diseño?, ¿un error del Creador? Errores los hay, también ensayos fallidos.
La expresión “más inútil que tetilla de varón” le deja a uno pensando en la respuesta correcta. ¿Era el hombre antes mujer? ¿Será que el sexo descansa primero en un limbo a la espera de un cromosoma “Y” o “X” tallador de su destino?
Una buena recomendación sería no sugestionarse demasiado con que hombres y mujeres vengamos uno del otro en cualquiera que sea la dirección. Basta con reconocer que, al principio, simplemente “no somos ni lo uno ni lo otro”: Apenas humanos.
Después, ya en la vida, cuando nos crucemos con alguien del otro sexo, solo pensemos: “podría ser yo”.
Luis Silva-Villar es profesor de Lengua y Lingüística. lenguaporoficiogmail.com
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