Retiro de las tropas de Afganistán
Cumpliendo su promesa que el incremento de tropas en Afganistán era solamente temporario, el presidente Barack Obama ordenó el retiro de 10,000 soldados antes de fin de año y otros 23,000 antes de septiembre de 2012. Es una decisión que merece el aplauso de aquellos que, desde el ala progresista del partido demócrata, hemos estado bastante decepcionados con las políticas de Obama en este conflicto que se alejaron mucho de sus promesas electorales.
El plan ignora los consejos de sus líderes militares que querían una evacuación menor y mucho más lenta. Pero el presidente, más pragmático que nunca, debe haber recordado encuestas como la del Pew Research Center que sugiere que 56% de los estadounidenses quieren el retiro de las tropas lo antes posible. Obama sabe que con una tasa de desempleo de un 9.1 por ciento y una deuda nacional de más de $14 trillones, la preocupación fundamental de los estadounidenses tiene poco ver con cuestiones geopolíticas y militares y mucho con empleos y salarios, algo que el presidente, encaminado a un noviembre de 2012 en el que se decidirá su futuro político, no olvida.
Obama no es un pacifista a la década del 60 ni un aislacionista, como tantos republicanos parecen serlo últimamente. Por el contrario, el presidente sigue siendo un intervencionista comprometido con la campaña en Afganistán y, valga la mención, en Libia. Pero al optar por no seguir el consejo de sus generales, parece que Obama se inclina a revisar la estrategia militar en el sur de Asia y conceptualizar el conflicto de Afganistán en un marco diferente.
La nueva visión implicaría concentrar el poder militar estadounidense en destruir a Al Qaeda y no a los talibanes. Esto encaja perfectamente con el plan de transferir las responsabilidades de la lucha contra los contrainsurgentes talibanes al gobierno afgano y acelerar el retiro de nuestras tropas. También implica el apoyo tácito a que el gobierno afgano llegue a algún tipo de acomodamiento político con los sectores menos intransigentes de la insurgencia talibán. Se trata de algo que hasta ahora muchos en el departamento de Defensa no veían con entusiasmo.
Esto significa que Estados Unidos no necesitaría grandes unidades de combate en el sur de Asia. La neutralización de Al Qaeda continuaría a través del trabajo de inteligencia (con los métodos de recolección de información tradicional de la Central de Inteligencia al igual que los avanzados métodos satelitales y de radioescuchas de la Agencia de Seguridad Nacional), la utilización de fuerzas operacionales especializadas (como los Navy Seals y Green Berets) y el uso de aviones Predators. En otras palabras, pequeñas unidades de gran efectividad, con costos menores. Algo que los estadounidenses, cansados de guerra y con una economía recesiva, sin duda van a aplaudir.