Inmigrantes o personas, por Laura Fernández Campillo

Hace unos años, cuando el programa “Caiga quien caiga” era presentado por el Gran Wyoming, había una sección denominada “Ética periodística” en la que buscaban titulares de dudosa intención en la prensa, y proponían después una mejor fórmula para titular la noticia. Por ejemplo, recuerdo uno que decía: “Mueren tres personas, y dos portugueses”.

Nadie es perfecto, ya lo sabemos, y de humanos es equivocarse; pero con estos asuntos, cuando jugamos con vidas humanas, es importante que seamos muy precisos con el lenguaje.

Esta mañana leo, en un diario de tirada nacional, y el segundo más leído de España, “El Mundo”, el siguiente titular:

Hallan el cuerpo de lo que se cree que es un inmigrante que intentó ir a nado a Ceuta

[adrotate banner="7"]

Aparte de la dificultad, en sí misma, que acarrea la expresión utilizada, se encuentra un hecho significativo: el titular se refiere al cuerpo como si se tratara de una cosa, a través de la expresión “lo que”. Esta frase elimina por completo el más mínimo resquicio de humanidad del individuo a quien han encontrado flotando en el mar. Y claro, si añadimos la circunstancia de que se trata de un inmigrante, se puede dar lugar a mucha más confusión aún. ¿Se hubiera utilizado el mismo lenguaje, de tratarse de un ciudadano español o europeo? ¿Se imaginan?:

Hallan el cuerpo de lo que se cree que es un británico que intentaba llegar a nado a una fiesta en la isla de Ibiza.

Además, ¿por qué razón enrevesar tanto la dichosa frase, cuando se podría decir simplemente:

Hallan el cuerpo de un hombre, posiblemente inmigrante subsahariano, cerca de las costas de Ceuta.

Es posible que el periodista no haya tenido la intención de “cosificar” al protagonista de su noticia; sin embargo, el lenguaje expresa lo contrario.

[bctt tweet=»Cuando los titulares incluyen a personas de procedencia extranjera, se utiliza la palabra “inmigrante” por encima de la palabra “persona” (Laura Fernández Campillo) » username=»hispanicla»]

[adrotate banner="8"]

Resulta curioso que, cuando los titulares incluyen a personas de procedencia extranjera, se utilice la palabra “inmigrante” por encima de la palabra “persona”.

Detrás de este hombre que han encontrado en el mar, existe toda una historia de vida, y probablemente sea más dura que la que llevamos muchos de nosotros. Por eso, creo que merecería un titular más humano, y con él me quedo.

Autor

  • Laura Fernandez Campillo

    Laura Fernández Campillo. Ávila, España, 07/10/1976. Licenciada en Economía por la Universidad de Salamanca. Combina su búsqueda literaria con el trabajo en la empresa privada y la participación en Asociaciones no lucrativas. Sus primeros poemas se publicaron en el Centro de Estudios Poéticos de Madrid en 1999. En Las Palabras Indígenas del Tao (2008) recopila su poesía más destacada, trabajo este que es continuación de Cambalache, en el que también se exponen algunos de sus relatos cortos. Su relación con la novela se inicia con Mateo, dulce compañía (2008), y más tarde en Eludimus (2009), un ensayo novelado acerca del comportamiento humano.

    Ver todas las entradas

Mostrar más

8 comentarios

  1. Eso es cierto Belén: las migraciones son tan diversas que ni siquiera nos paramos a analizar que no es más que movimiento dentro de una tierra que es de todos, y no es de nadie.
    Gracias por ser siempre una lectora perspicaz, abierta e inteligente.
    Besos
    Laura

  2. Deberíamos pararnos a pensar unos segundos cuantos de nosotros somos inmigrantes o descendientes de alguno. Para mí, un inmigrante es también el que tiene que marchar de su casa aunque sea de un pueblo a la ciudad, de una ciudad a otra o de un país a otro. Conozco a mucha gente que lo hace, pero como no es «ilegal» no los llamamos inmigrantes, aunque sufran el desarraigo familiar, la lucha por integrarse en un nuevo círculo de amigos y costumbres… Si nos viéramos un poco inmigrantes cada uno de nosotros, no los miraríamos con los mismos ojos. Yo desde luego, los veo así, y me indigno igual que tú cuando leo esa «cosificación» de seres humanos.
    Siempre grande Laura.

  3. María, esa consecuencia de la que hablas ya comienza a gestarse. Lo más triste, es que somos un país con un largo pasado migratorio, y con una creciente confusión al respecto: no aprendemos. La población envejece día a día, y el número de ancianos dentro de veinte años, va a llegar a un límite que desborde el sistema de pensiones. La adversidad actual debería ser un reto, y no una ocasión para deshumanizarnos con respecto a aquellos que consideramos «competidores», porque aquí mucha gente sí piensa que el indocumentado le está quitando una oportunidad de trabajar, por mucho que él rechazara recolectar fresa en pleno agosto si se lo ofrecieran. Por eso me parece tan importante que, en estos momentos críticos, no le demos la vuelta a la tortilla con indiferencia, sino que nos veamos a nosotros mismos en estas personas que ahora sufren realidades terribles.
    Un abrazo y gracias por tus palabras, siempre enriquecedoras.

  4. Gracias Alejandra. Leí tu post y me pareció extraordinario. Esta costumbre de utilizar el adjetivo por el nombre se está arraigando peligrosamente en el vocabulario cotidiano, y es muy importante, como dices, que los lectores estemos atentos, y alcemos la voz para exigir una rectificación. El lenguaje no deja de ser un reflejo del pensamiento, de un pensamiento que debemos impedir que crezca más.

    Abrazos

    Laura

  5. Esas frases revelan la triste situación de nuestro mundo y por ahora sólo vemos los casos MAS trágicos de los seres MENOS afortunados; con el tiempo veremos en la prensa y en el cine los casos menos dramáticos de los españoles desempleades (un 20%) en una España que acoge a los inmigrantes —tiene millones de ellos— y los de los y las españolas que ven su vida impactada por la oleada de inmigrantes. ¿Cómo impactada, de qué forma o formas? A ver si lo puedo explicar.
    No me refiero a que una mujer u hombre educados, de clase media, profesionales, vayan a perder su trabajo ante un pobre inmigrante indocumentado, por hispano que sea.
    Más bien me refiero a que España tiene un 0% de tasa de natalidad, si es que no una tasa negativa (no estoy al día, pero creo no yerro por mucho margen aquí). No se casan estos españoles sino hasta tarde y cada vez hay más solteros/as entre los profesionales, clase media, con lo que esto implica para la fertilidad de la mujer en particular. Muchas españolas de 20-40 años se van a quedar sin hijos. Llenos de ideas pero sin hijos.
    En cambio, la pobre indocumentada salvadoreña, la india ecuatoriana que nunca oyó del feminismo, el peruano que vive de lo que le salga, etc. se reproducen sin problemas. Sus hijos serán los que hereden los pocos trabajos clase-media que España produzca en el XXI. Para los trabajos del campo y de la construcción seguirán llegando millones de latinos a lo largo de este siglo. Los españoles tendrán que emigrar a Nueva Zelanda o a algún sitio despoblado, donde haya blancos más blancos que ellos y (por lo tanto) menos dados a reproducirse (con una tasa de, digamos, el -2%), entre otras cosas porque creen en las opciones sexuales frente a la heterosexualidad tradicional (la que produce niños que no sean de probeta). Entonces oiremos historias trágicas con protagonista español.

  6. En bajo estos aires independentistas, donde los discursos de igualdad, paz y respeto soplan en ráfagas artificiales, publica el periódico Milenio de México un tweet que dice así:

    RT @Milenio: «El Bicentenario también tiene voz indígena».

    y otras frases de la calaña de:

    @Milenio: «Marchan ilegales en Saltillo en protesta por masacre»

    Insisto en que los conectores son las costuras que revelan al enunciador y aplaudo tu texto; tal vez ante el ojo vigilante de los lectores, los redactores revisen o se revisen o algo.

    Mi post está en http://www.desdeelarboldelasbellotas.blogspot.com, por si.

Botón volver arriba