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Todos los poetas de los presidentes y sus poemas: fueron 6

Se podría pensar que la lectura de un poema en la toma de posesión – o de protesta – de los presidentes estadounidenses es una tradición antigua. No es así. Sucedió solo seis veces, y es contemporáneo.

Aquí están todos.

Sí, se han escrito poemas alrededor de esos eventos, dedicados a algunos de los mandatarios. Pero ni se leyeron en las ceremonias ni hicieron famosos a sus autores ni formaron parte del rito que cada cuatro años detiene al país.

Entonces, hasta ahora han sido solo seis los poetas laureados a quienes se les encargó un poema para la ocasión. Richard Frost, Maya Angelou, Miller Williams, Elizabeth Alexander, Richard Blanco y la más joven, la reciente, Amanda Gorman, de cuya lectura se puede leer todo aquí en Hispanicla.

Los poemas no perduraron en la historia. No se convirtieron en clásicos. En general, no son especialmente buenos: escritos por encargo, venga o no venga la inspiración, y quizás con indicaciones e instrucciones de los personeros presidenciales.

¿Qué atrae a los presidentes a incluir un poeta en el núcleo mismo del mismísimo acto de toma de poder? Quizás jueguen a ser Lorenzo de Medici. A que tienen una corte con poeta y todo. Quizás es solo la imagen de amantes de la poesía que quieren proyectar, claro, lo que quizás no lo sean. Y quizás, solo quizás, les guste la poesía.

El poeta de Kennedy: Robert Frost

Le tocó a Richard Frost ser el primero. Fue en 1961, para la toma de posesión («Inauguration») de John F. Kennedy. Dice la historia – o mejor dicho, lo que se relata en este sitio – que aunque el futuro presidente le había pedido que leyera un poema que él, Kennedy, conocía, Frost se empeñó en escribir uno nuevo. Trajo a la ceremonia la hoja de papel donde había escrito la versión final. Pero llovía, de hecho, hacía frío, quizás nevaba, Frost, se ve, no atinó a descifrar lo que él había escrito y resignado, leyó el poema que Kennedy le había pedido originalmente: El Regalo Absoluto, escrito 20 años antes.

Este es, precisamente, el momento del incidente, filmado para la posteridad:

Y en cuanto al texto, aquí está el original, en inglés, compilado del sitio de la Biblioteca Presidencial del presidente asesinado, aquí.

The Gift Outright

The land was ours before we were the land’s
She was our land more than a hundred years
Before we were her people. She was ours
In Massachusetts, in Virginia,
But we were England’s, still colonials,
Possessing what we still were unpossessed by,
Possessed by what we now no more possessed.
Something we were withholding made us weak
Until we found out that it was ourselves
We were withholding from our land of living,
And forthwith found salvation in surrender.
Such as we were we gave ourselves outright
(The deed of gift was many deeds of war)
To the land vaguely realizing westward,
But still unstoried, artless, unenhanced,
Such as she was, such as she will become.

…que, en la traducción de Juan Carlos Villavicencio, se lee así en la lengua de Cervantes.

El regalo absoluto

La tierra fue nuestra antes de que nosotros fuéramos la tierra.
Ella fue nuestra tierra por más de cien años
Antes que fuéramos su pueblo. Ella fue nuestra
En Massachusetts, en Virginia,
Aunque fuimos de Inglaterra, todavía coloniales,
Poseyendo lo que aún no nos poseía,
Poseídos por lo que no poseíamos ahora.
Algo que retuvimos nos hizo débiles
Hasta que descubrimos que fuimos nosotros mismos
Quienes nos reteníamos de la tierra donde viviríamos,
Y de inmediato encontramos la salvación al rendirnos.
Tal como fuimos nos entregamos de manera absoluta
(El acta del regalo fue demasiadas actas de guerra)
A la tierra que vagamente se advierte al oeste,
Pero aún sin historia, sin arte, sin nada que destacar,
Tal como ella era, tal como llegaría a ser.

La poeta de Clinton: Maya Angelou

Tuvieron que pasar 22 años para la próxima lectura de poesía en la ceremonia de toma de posesión presidencial, la de Bill Clinton, el 20 de enero (siempre es un 20 de enero) de 1993, cuando inició el primero de sus dos términos.

Otra vez fue una escritora consagrada la elegida: Maya Angelou. Y si bien el texto de Frost era sobre la unicidad de la nueva y pujante nación norteamericana, Angelou desmenuzó las partes que hacen al todo nacional, enumerando a los pueblos originarios y los países de origen de los inmigrantes que convergieron en Estados Unidos.

No sería la última. Quienes vinieron detrás de ambos repitieron la misma temática, cada uno de ellos adaptándolas a una realidad contemporánea y puramente suya.

Fuera de eso, como muestra el video del evento, fue similar al anterior, como lo son todos porque tienen lugar en el mismo espacio físico del Capitolio. Solo las caras cambian.

On the Pulse of Morning

(Fragment)

Each of you, descendant of some passed
On traveller, has been paid for.
You, who gave me my first name, you,
Pawnee, Apache, Seneca, you
Cherokee Nation, who rested with me, then
Forced on bloody feet,
Left me to the employment of
Other seekers—desperate for gain,
Starving for gold.
You, the Turk, the Arab, the Swede, the German, the Eskimo, the Scot,
You the Ashanti, the Yoruba, the Kru, bought,
Sold, stolen, arriving on the nightmare
Praying for a dream.
Here, root yourselves beside me.
I am that Tree planted by the River,
Which will not be moved.

y aquí está la traducción del mismo fragmento al español (con la versión completa).

El pulso de la mañana

(Fragmento)

El precio de cada uno de vosotros, descendiente de algún viajero que siguió su camino, ha sido ya pagado.
Tú, que me diste mi primer nombre. Tú, pawnee, apache, seneca. Tú, Nación Chorokee, que descansaste conmigo, y luego huiste con pies sangrientos, dejándome al servicio de los enloquecidos por lucrar, de los hambrientos de oro.
Vosotros turcos, árabes, suecos, alemanes, escoceses, esquimales.
Vosotros, los ashanti, krus, yorubas, secuestrados para la compraventa, arribando en navíos de pesadilla, orando por un sueño.
Venid aquí, sembrad vuestras raíces a mi lado.
Yo soy el Arbol plantado junto al Río, que nadie moverá.

El poeta de Clinton: Miller Williams

Clinton también incluyó a un poeta en su ceremonia inaugural de 1997: Miller Williams, escritor, historiador, educador y también poeta, contribuyó con “Of History and Hope ” aquel año. Falleció en 2015, a los 84 años.

Of History and Hope

We have memorized America,
how it was born and who we have been and where.
In ceremonies and silence we say the words,
telling the stories, singing the old songs.
We like the places they take us. Mostly we do.
The great and all the anonymous dead are there.
We know the sound of all the sounds we brought.
The rich taste of it is on our tongues.
But where are we going to be, and why, and who?
The disenfranchised dead want to know.
We mean to be the people we meant to be,
to keep on going where we meant to go.

De historia y esperanza

Hemos memorizado América
cómo nació y quiénes hemos sido y dónde.
En ceremonias y silencio decimos las palabras,
contando las historias, cantando las viejas canciones.
Nos gustan los lugares a los que nos llevan. En su mayor parte.
Los grandes y todos los muertos anónimos están ahí.
Conocemos el sonido de todos los sonidos que trajimos.
Su rico sabor está en nuestras lenguas.
Pero, ¿dónde vamos a estar y por qué y quién?
Los muertos privados de sus derechos quieren saber.
Queremos ser las personas que debíamos ser
para seguir hacia donde queríamos ir.

La poeta de Obama: Elizabeth Alexander

En 2009, Elizabeth Alexander leyó esta Elegía para el día, que habla de la vida cotidiana, casi mágica de simple, del estadounidense. Aquí está el video del momento y una relectura del poema once años después.

Praise Song for the Day

Say it plain: that many have died for this day.
Sing the names of the dead who brought us here,
who laid the train tracks, raised the bridges,

picked the cotton and the lettuce, built
brick by brick the glittering edifices
they would then keep clean and work inside of.

Praise song for struggle, praise song for the day.
Praise song for every hand-lettered sign,
the figuring-it-out at kitchen tables.

Canción de alabanza para el día

Dilo claramente: que muchos han muerto por este día.
Canta los nombres de los muertos que nos trajeron aquí
los que construyeron las vías ferroviarias, los que levantaron los puentes,

los que cosecharon el algodón y la lechuga, construyeron
ladrillo a ladrillo los edificios relucientes
que luego limpiarían y trabajarían en su interior.

Canción de alabanza por la lucha, canción de alabanza por el día.
Canción de alabanza por cada signo escrito a mano,
el resolverlo en las mesas de la cocina.

El poeta de Obama: Richard Blanco

El español Richard Blanco, nacido en 1968, fue el primer inmigrante – el primero nacido en el extranjero – a quien tocó el indiscutible honor. Fue con «One Today». Aquí está la versión completa.

Por cierto, a sus 44 años, Blanco era el más joven de los poetas presidenciales. Hasta que llegó Amanda Gorman, de 22 años de edad.

Este es quizás, el más poderoso de los poemas recitados en los eventos presidenciales.

 

One Today

One sun rose on us today, kindled over our shores,
peeking over the Smokies, greeting the faces
of the Great Lakes, spreading a simple truth
across the Great Plains, then charging across the Rockies.
One light, waking up rooftops, under each one, a story
told by our silent gestures moving behind windows.
My face, your face, millions of faces in morning’s mirrors,
each one yawning to life, crescendoing into our day:
pencil-yellow school buses, the rhythm of traffic lights,
fruit stands: apples, limes, and oranges arrayed like rainbows
begging our praise. Silver trucks heavy with oil or paper—
bricks or milk, teeming over highways alongside us,
on our way to clean tables, read ledgers, or save lives—
to teach geometry, or ring-up groceries as my mother did
for twenty years, so I could write this poem.
All of us as vital as the one light we move through,
the same light on blackboards with lessons for the day:
equations to solve, history to question, or atoms imagined,
the «I have a dream» we keep dreaming,
or the impossible vocabulary of sorrow that won’t explain
the empty desks of twenty children marked absent
today, and forever. Many prayers, but one light
breathing color into stained glass windows,
life into the faces of bronze statues, warmth
onto the steps of our museums and park benches
as mothers watch children slide into the day.
One ground. Our ground, rooting us to every stalk
of corn, every head of wheat sown by sweat
and hands, hands gleaning coal or planting windmills
in deserts and hilltops that keep us warm, hands
digging trenches, routing pipes and cables, hands
as worn as my father’s cutting sugarcane
so my brother and I could have books and shoes.
The dust of farms and deserts, cities and plains
mingled by one wind—our breath. Breathe. Hear it
through the day’s gorgeous din of honking cabs,
buses launching down avenues, the symphony
of footsteps, guitars, and screeching subways,
the unexpected song bird on your clothes line.
Hear: squeaky playground swings, trains whistling,
or whispers across café tables, Hear: the doors we open
for each other all day, saying: hello, shalom,
buon giorno, howdy, namaste, or buenos días
in the language my mother taught me—in every language
spoken into one wind carrying our lives
without prejudice, as these words break from my lips.
One sky: since the Appalachians and Sierras claimed
their majesty, and the Mississippi and Colorado worked
their way to the sea. Thank the work of our hands:
weaving steel into bridges, finishing one more report
for the boss on time, stitching another wound
or uniform, the first brush stroke on a portrait,
or the last floor on the Freedom Tower
jutting into a sky that yields to our resilience.
One sky, toward which we sometimes lift our eyes
tired from work: some days guessing at the weather
of our lives, some days giving thanks for a love
that loves you back, sometimes praising a mother
who knew how to give, or forgiving a father
who couldn’t give what you wanted.
We head home: through the gloss of rain or weight
of snow, or the plum blush of dusk, but always—home,
always under one sky, our sky. And always one moon
like a silent drum tapping on every rooftop
and every window, of one country—all of us—
facing the stars
hope—a new constellation
waiting for us to map it,
waiting for us to name it—together.

Y aquí está la traducción, sin mención del traductor, publicada aquí.

Uno hoy

Un sol brilló sobre nosotros hoy,
encendió sobre nuestras costas,
revelándose sobre las montañas,
saludando las caras de los Grandes Lagos,
difundiendo una simple verdad a lo largo de las Grandes Llanuras,
y después corriendo a lo largo de los Rockies.
Una luz, despertando los techos,
bajo cada uno, una historia contada por nuestros gestos silenciosos
moviéndose detrás de ventanas.
Mi cara, tu cara, millones de caras en los espejos de la mañana,
cada uno bostezando a la vida, haciendo crescendo en nuestro día:
autobuses escolares amarillo-lápiz, el ritmo de los semáforos,
Camiones plateados pesados con petróleo o con papel–
ladrillos o leche, pululando por carreteras a nuestro lado,
en nuestro camino a limpiar mesas, revisar libros de contabilidad, o salvar vidas–
enseñar geometría, o cobrar la comida como lo hizo mi madre por veinte años,
para que yo pudiera escribir este poema.
Todos nosotros tan vitales como la única luz a través de la cual nos movemos,
la misma luz en los pizarrones con lecciones para el día:
ecuaciones por resolver, historia por cuestionar, o átomos imaginados,
el «Tengo un sueño» que seguimos soñando,
o el imposible vocabulario de tristeza que no explicará
los pupitres vacíos de veinte niños marcados ausentes
hoy, y para siempre.
Muchas oraciones pero una sola luz respirando color en los vitrales,
vida en las caras de las estatuas de bronce,
calor en los escalones de nuestros museos y las bancas en los parques
mientras las madres ven a sus niños resbalarse hacia el día.
Un suelo. Nuestro suelo, arraigándonos a cada tallo
de maíz, cada cabeza de trigo sembrada por sudor
y manos, manos recogiendo carbón o figando molinos
en desiertos y cimas de colinas que nos mantienen cálidos, manos
cavando zanjas, encauzando pipas y cables, manos
gastadas como las mi padre cortando caña de azúcar
para que mi hermano y yo pudiéramos tener libros y zapatos.
El polvo de granjas y desiertos, ciudades y llanuras
mezcladas por un viento –nuestro aliento.
Respira. Escúchalo a través del bello estrépito del día de taxis que tocan el claxon,
autobuses lanzándose por las avenidas,
la sinfonía de pasos, guitarras y chillidos de trenes subterráneos,
el inesperado pájaro de canto en tu tendedero.
Escucha: chirriantes columpios en parques, trenes que silban
o susurros que cruzan mesas en cafés,
Escucha: las puertas que abrimos
el uno para el otro todo el día, diciendo: hello, shalom,
buon giorno, howdy, namaste o buenos días
en el idioma que mi madre me enseñó—en cada idioma
hablado al viento llevando nuestras vidas
sin prejuicio, mientras estas palabras libran mis labios.
Un cielo: desde que los Apalaches y Sierras reclamaron
su majestad, y el Mississippi y Colorado forjaron
su camino hacia el mar. Da gracias al trabajo de nuestras manos:
tejiendo el acero en los puentes, terminando un reporte más
para el jefe a tiempo, cosiendo otra herida
o uniforme, la primera pincelada en un retrato,
o el último piso de la Torre de la Libertad
proyectándose en el cielo que cede ante nuestra resistencia
Un cielo, hacia el que a veces levantamos la mirada
cansada de trabajar: algunos días adivinando el clima
de nuestras vidas, algunos días dando gracias por un amor
que también te ama, algunas veces alabando a una madre
que supo dar, o perdonar a un padre
que no supo darte lo que querías.
Vamos camino a casa: a través del brillo de la lluvia o el peso de la nieva,
o el rubor ciruela del anochecer, pero siempre–a casa,
siempre bajo un mismo cielo, nuestro cielo.
Y siempre una luna como tambor silencioso golpeando en cada techo
y en cada ventana, de un país –todos nosotros–
viendo las estrellas esperanza-una nueva constelación
esperando que la cartografiemos
esperando que la nombremos–juntos.

La poeta de Biden: Amanda Gorman

De Amanda Gorman hemos hablado en esta nota, publicada casi simultáneamente aquí, en HispanicLA. La colina que trepamos, otra epopeya o resumen de la historia y la psique estadounidense.

Repetimos aquí la traducción de Liza Rosas Bustos, autora de una nutrida serie de cuentos, minicuentos y poemas publicados en HispanicLA.

Amanda Gorman, de 22 años es de aquí, de Los Ángeles. Poeta y activista comunitaria, fue la primera en ser nombrada Poeta Juvenil Laureada Nacional. Con este título formal subió al podio el 20 de enero de 2021 para leer su poema. Minutos después, allí sería juramentado Joe Biden como presidente, terminando el reino de horror de Donald Trump. Cuando bajó del escenario, Gorman ya era una figura admirada por millones. No parecía ya descabellado que hubiese dicho que quería ser presidenta en 2036.

Gorman relató al New York Times que nadie le dio instrucciones sobre qué incluir o cómo escribir el poema, y que ya lo tenía casi escrito cuando, el 6 de enero, la turba azuzada por Trump invadió el Capitolio. Eso la inspiró. Esa inspiración se nota en el poema, y en su lectura.

Fue rápida. Al día siguiente, Random House publicaba el poema en forma de libro, o librito.

 The Hill we Climb

When day comes, we ask ourselves, where can we find light in this never-ending shade?The loss we carry. A sea we must wade.
We braved the belly of the beast.
We’ve learned that quiet isn’t always peace, and the norms and notions of what “just” is isn’t always justice.
And yet the dawn is ours before we knew it.
Somehow we do it.
Somehow we weathered and witnessed a nation that isn’t broken, but simply unfinished.
We, the successors of a country and a time where a skinny Black girl descended from slaves and raised by a single mother can dream of becoming president, only to find herself reciting for one.

And, yes, we are far from polished, far from pristine, but that doesn’t mean we are striving to form a union that is perfect.
We are striving to forge our union with purpose.
To compose a country committed to all cultures, colors, characters and conditions of man.
And so we lift our gaze, not to what stands between us, but what stands before us.
We close the divide because we know to put our future first, we must first put our differences aside.
We lay down our arms so we can reach out our arms to one another.
We seek harm to none and harmony for all.
Let the globe, if nothing else, say this is true.
That even as we grieved, we grew.
That even as we hurt, we hoped.
That even as we tired, we tried.
That we’ll forever be tied together, victorious.
Not because we will never again know defeat, but because we will never again sow division.

Scripture tells us to envision that everyone shall sit under their own vine and fig tree, and no one shall make them afraid.
If we’re to live up to our own time, then victory won’t lie in the blade, but in all the bridges we’ve made.
That is the promise to glade, the hill we climb, if only we dare.
It’s because being American is more than a pride we inherit.
It’s the past we step into and how we repair it.
We’ve seen a force that would shatter our nation, rather than share it.
Would destroy our country if it meant delaying democracy.
And this effort very nearly succeeded.

But while democracy can be periodically delayed, it can never be permanently defeated.
In this truth, in this faith we trust, for while we have our eyes on the future, history has its eyes on us.
This is the era of just redemption.
We feared at its inception.
We did not feel prepared to be the heirs of such a terrifying hour.
But within it we found the power to author a new chapter, to offer hope and laughter to ourselves.
So, while once we asked, how could we possibly prevail over catastrophe, now we assert, how could catastrophe possibly prevail over us?
We will not march back to what was, but move to what shall be: a country that is bruised but whole, benevolent but bold, fierce and free.
We will not be turned around or interrupted by intimidation because we know our inaction and inertia will be the inheritance of the next generation, become the future.
Our blunders become their burdens.
But one thing is certain.
If we merge mercy with might, and might with right, then love becomes our legacy and change our children’s birthright.

So let us leave behind a country better than the one we were left.
Every breath from my bronze-pounded chest, we will raise this wounded world into a wondrous one.
We will rise from the golden hills of the West.
We will rise from the windswept Northeast where our forefathers first realized revolution.
We will rise from the lake-rimmed cities of the Midwestern states.
We will rise from the sun-baked South.
We will rebuild, reconcile, and recover.
And every known nook of our nation and every corner called our country, our people diverse and beautiful, will emerge battered and beautiful.
When day comes, we step out of the shade of flame and unafraid.
The new dawn balloons as we free it.
For there is always light, if only we’re brave enough to see it.
If only we’re brave enough to be it.

La colina que trepamos

Señor Presidente, Doctora Biden, Señora Vicepresidenta, Señor Emhoff, norteamericanos y el mundo:

Cuando el día llega, nos preguntamos ¿dónde podemos encontrar la luz en esta sombra perenne? Debemos vadear la pérdida a la mar. Nos hemos enfrentado a las entrañas de la bestia. Hemos aprendido que la quietud no siempre significa paz. Y las normas y preceptos de lo que “solo es” no siempre significa justicia. Y aún así, el amanecer ha llegado de repente. De un modo u otro lo hacemos. De alguna forma, nos hemos enfrentado y hemos sido testigos de una nación que no está rota, sino que está por completarse. Nosotros somos los sucesores de un país en un momento en el cual una delgada niña afroamericana descendiente de esclavos e hija de madre soltera, puede soñar para llegar a ser presidente y recitar para la presidencia

Queda camino para ser una nación flamante. Aún queda camino para ser impecables, pero esto no significa que no estemos avanzando para formar una unidad perfecta. Estamos avanzando para formar una unión de propósito: crear un país dedicado a todas las culturas, colores, carácteres y condiciones del hombre. Por ello, levantamos la mirada no hacia lo que se alza entre nosotros, sino hacia lo que surge ante nosotros. Cerramos la división porque sabemos que para poner nuestro futuro por delante debemos poner nuestras diferencias de lado. Ponemos las armas en el suelo para enlazar nuestros brazos, Buscamos el daño para nadie y la armonía para todos. Dejen que el mundo, si hay alguien que deba hacerlo, diga que es la verdad: aún cuando tuvimos duelo, crecimos, aún cuando nos sentimos heridos, tuvimos esperanza. Que aunque nos cansamos, tratamos y por ello nos uniremos victoriosos, no porque no conocimos el fracaso, sino porque no cosecharemos divisiones ya más.

Las escrituras nos dicen que cada uno se sentará bajo su propia vid e higuera y nadie tendrá ya más temor. Si nos prestamos a vivir en ese tiempo, entonces la victoria no descansará en la navaja, sino más bien en todos los puentes que hemos construido. Es la promesa hacia el claro, la colina que subimos solo si nos atrevemos. Es porque el ser norteamericano es más que el orgullo heredado. Es el pasado donde pisamos y cómo lo reparamos. Hemos visto un bosque que dañó nuestra nación en lugar de compartirla, que destruiría nuestra nación si ello significaba retrasar la democracia. Este esfuerzo casi prevaleció.

Sin embargo, mientras la democracia puede ser periódicamente retrasada, nunca podrá ser por siempre abatida. En esta verdad, en esta fe confiamos porque tenemos nuestros ojos en el futuro y la historia tiene su mirada puesta en nosotros. Esta es la era de la redención de lo que “solo es”. Temimos en su comienzo. No nos sentíamos preparados para ser los herederos de una hora tan espantosa, pero sumidos en ella, encontramos la fuerza de ser los autores de un nuevo capítulo para ofrecernos la risa y la esperanza. Una vez nos preguntamos ¿Cómo podemos prevalecer en la catástrofe? Ahora afirmamos ¿Cómo la catástrofe podía prevalecer contra nosotros?

No retrocederemos a ser lo que fuimos, sino que avanzaremos a lo que seremos, un país herido, pero íntegro, benevolente, pero audaz, encarnizado y libre. No se nos volteará ni se nos interrumpirá con intimidación porque sabemos que nuestra falta de acción e inercia sería la herencia para la próxima generación y nuestras equivocaciones sus cargas. Pero existe una certeza, si unimos la misericordia con la fuerza y la fuerza a lo correcto, entonces el amor se convertirá en nuestro legado y cambiará el patrimonio de nuestros hijos.

Entonces, dejemos un país mejor que el país que se nos ha heredado. Cada respiro de mi pecho de bronce curtido, convertirá este mundo herido en un mundo de asombro. Nos levantaremos de las extremaduras doradas de los montes del oeste. Nos levantaremos del noreste barrido por los vientos donde nuestros antepasados forjaron la primera Revolución. Nos levantaremos desde las ciudades orilladas por lagos de los estados del oeste. Nos levantaremos desde el sur bañado por el sol. Reconstruiremos, conciliaremos y nos recuperaremos en cada rincón conocido de nuestra nación. En cada esquina que clamemos, nuestro país, nuestra gente diversa y bella surgirá herida y hermosa. Cuando ese día llegue, saldremos de la sombra luminosos y sin miedo. El nuevo amanecer florecerá al liberarlo. Porque siempre hay luz si somos lo suficientemente valerosos como para verla. Siempre hay luz si somos lo suficientemente valerosos para serla.

***

Hasta aquí. Fueron seis los poetas y sus poemas. Cuatro presidentes. La tradición ya existe. Solamente queda mejorarla.

 

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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