Y usted, ¿hasta dónde es mexicano?

El otro día estaba en una tienda en donde un empleado me atendía en español. Supongo que mientras yo hablaba, el tipo trataba de adivinar por mi acento, o por mi apariencia, o por las palabras que uso, de dónde soy. De pronto decidió despejar las dudas: “¿Usted es mexicana?”, me preguntó. “Mexicana hasta las cachas”, fue mi respuesta.

El meritito Jalisco

Apenas había respondido, me empecé a preguntar por qué se me salió esa frase. Durante años he escuchado que la gente la utiliza para reafirmar no sólo su identidad, sino el orgullo de ser mexicano. Léase la frase entonces con el tono de un hombre “bien machote”, digamos del meritito Jalisco: “¡Mexicana hasta las cachas, sí señor!”.

El caso es que cuando iba de regreso al auto me sentí un poco tonta. En primer lugar, porque nunca había usado la frase y me imaginé como una mala parodia bigotona del charro cantor Jorge Negrete. En segundo, porque me di cuenta de que no tenía idea de lo que quería decir la palabra “cachas”. Tan pronto llegué a casa, busqué el significado en el diccionario:

Cacha: Cada una de las dos chapas que cubren o de las dos piezas que forman el mango de las navajas, de algunos cuchillos y de algunas armas de fuego.

Qué calamidad. Yo no tengo pistola, no uso cuchillo, y una navajita suiza de esas que tienen un manguito rojo con una cruz se me perdió en la última mudanza. Seguí leyendo las posibles definiciones de la palabra y así llegué a la quinta acepción:

Cacha: Nalga. Porción carnosa y redondeada.

Válgame dios. Nomás de pensar en lo que acababa de decir, y en la posibilidad de que el empleado que me atendió tuviera este concepto de la palabra “cacha”, se me subieron los colores.

¿Usted es mexicana, señorita?

Mexicana hasta las nalgas, caballero.

Afortunadamente para mi autoestima y para la integridad moral de mi anatomía, el diccionario traía al final un apunte con el significado del uso local de la palabra “cachas” cuando ésta va precedida por la frase “hasta las”.

Hasta las cachas: sobremanera, a más no poder.

Los colores (patrios) me volvieron al cuerpo y el espíritu también. Porque mire usted, siendo este el caso, resulta que sí soy mexicana, mexicanísima, hasta las cachas.

¿Todos así orgullosos?

Hace algunos meses una compañera de trabajo me preguntó: “Y en tu país, ¿están todos así de orgullosos de ser mexicanos?”. La pregunta me agarró desprevenida, porque de momento no entendí bien a qué se refería. De pronto volteé a mi alrededor y me di cuenta de lo que ella veía. Una foto panorámica de mi ciudad encima de mi escritorio; un par de artesanías mexicanas adornando mi gabinete; una fotografía de un concierto, con la palabra “México” escrita en el medio. El asunto salió a colación porque yo le explicaba en qué consisten los tacos al pastor.

Quienes nacimos en México, o quienes fuimos criados en el seno de la Gran Familia Mexicana (así, con mayúsculas), sabemos de ese orgullo que da el ser parte de la patria. Sobre todo en el caso de aquellos que vivimos fuera de nuestro país. Con el paso de los años muchos tal vez cuestionamos nuestra cultura “patriotera”. Miramos con recelo a nuestros héroes de piedra plasmados en los billetes de veinte pesos. Revisamos nuestro himno nacional y descubrimos que es belicoso y sangriento. Reclamamos a nuestros gobiernos por sus acciones erradas. Y hasta cuestionamos al paisano porque siempre hay algo en él que no nos gusta.

Sobre todo, mexicano

Pero ¡ay! de aquel que ose hablar mal de nuestro México; pobre del que se meta con la bandera, o con la Virgen de Guadalupe, o con la Selección; no hay mejor banda que la de El Recodo y no hay escudo más lindo que el águila con el nopal.

Porque el mexicano podrá ser muchas cosas, pero es, sobre todo, mexicano. ¿Hasta dónde? Eso lo decide cada quien; yo prefiero no aventurarme en adjetivos, no vaya ser que termine comprometida hasta las cachas.

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Perfil del autor

Eileen Truax nació en la hermosa Ciudad de México. Es periodista y bloguera, pero sobre todo chilanga hasta el tuétano. Aprendió a leer a los tres años y después a escribir; lleva toda la vida atrapada en ello. Durante quince años ha sido reportera de temas políticos y sociales en los dos lados del Río Bravo. Metiche sin remedio, viviendo en México fue a ver qué había del otro lado de la barda y decidió quedarse un rato en Los Ángeles. En esta ciudad trabaja para el diario La Opinión y mantiene con vida a su pequeña productora de documentales, Malaespina Producciones. Eileen es autora del blog “Migrantes”, en el diario mexicano El Universal y es amante de la música, el cine y los tacos al pastor. Por cierto, aún no encuentra en Los Ángeles unos como le gustan; se aceptan recomendaciones.

22 comentarios

  1. Tacos «El Gavilán» no es tan mal. «Taquería el DF» en South Gate, California muy buenos. Y no se diga los varios restaurantes mexicanos en la famosa «Placita Olvera». Si queremos tacos cómo «Los parados», «El caminero» y tantos que hay en la «capirucha», ¡mejor viajemos allá con frecuencia para disfrutar de mas delicias «del paisa»! ¡Qué bueno que también hay «paisas» aquí en Los Angeles! 😁

  2. Me encanto… y escribí un comentario tan largo que al final me dio pena subirlo pero en el proceso reflexione hasta el punto que se me hizo un nudito en la garganta. Gracias por la experiencia y tenga la seguridad mi estimada Eileen que vistaré mas a menudo este su espacio y esta sensacional página de Hispanic LA.

  3. Un día después, pero aquí me tienes. No me da tiempo para explayarme, pero este tema de la mexicanidad, y del nivel del mismo, lo asocio con el dominio del español (que como bien has dicho me ha fallado últimamente). Ese español mexicano en el que se vale decir ‘hasta las cachas’ y tantas otras expresiones; el albur y el sentido del humor del mexicano en general; el agregar un diminutivo para suavizar la frase dura… en fin, es parte de la idiosincrasia mexicana.
    ¿Hasta donde se es mexicano? ¿Cuál es el límite? ¿Se basa la pregunta en cuánto sabemos de nuestra cultura/historia? ¿Es posible ser más mexicano, habiendo nacido en el extranjero pero criada en México, que un mexicano nacido en territorio nacional? Todas son preguntas que son válidas, y que valdría la pena explorar en otras columnas. Pero me gustó mucho tu primera columna, felicidades. Me hizo pensar en el tema.
    Un abrazo.

  4. Hola Eileen!

    Pues me gustó mucho el artículo (¡casi hasta las cachas!) y me pusiste a pensar para no variar.

    Sí. Me gusta ser mexicano, aunque me pasa como casi con cualquier otro concepto que use para definirme: a veces siento que no lo hago bien o al menos todo lo bien que pudiera. Ser papá, abuelo, comunicólogo, fotógrafo, consultor o profesor. Ser mexicano. A veces siento que podría hacerlo mejor.

    Pero seguiré siéndolo ¡hasta las cachas!, como tú.

    Beso.

  5. Que buen tema, nunca me lo había preguntado. Supongo que viviendo en otro país te aflora el nacionalismo. Aunque también dicen que estando fuera, una vez que te asumes migrante, puedes caer en la descalificación de todo lo que dejaste.

    Ahora que me lo pregunto ¿Qué tan mexicana soy? Mi respuesta inmediata es “Sí lo soy y a mucha honra”. Me sale una sonrisa y ese orgullo que se hace presente cuando digo soy de la UNAM, que mis papás fueron campesinos o que mido 1.50 centímetros, porque significa que a pesar de las limitaciones me sobrepongo, salgo adelante y todavía me aviento un chiste al final.

    Creo que así somos los mexicanos, unos sobrevivientes, necios, de espíritu combativo; obvio no todos, pero sí los orgullosos, los que cruzamos fronteras. Nos gusta la vida, nos gusta ser lo que somos y nos gusta presumirlo. Como que ser mexicano es tener espíritu de mexicano. Nuestra maldición son nuestros gobernantes.

    Felicitaciones por tu nueva columna.

    1. Concharrita, qué risa con lo del chiste al final; típica mexicana, caray.
      Esa observación sobre los mexicanos que cruzan fronteras es bien ciera; incluso todos esos hermanos que se sienten mexicanos porque han vivido en nuestro país, o cerca de nosotros, pertenecen a esa clase. No porque lo dice un acta de nacimiento, sino por eso a lo que tú llamaste el espíritu mexicano. Y sí, coincido contigo en cuál es nuestra maldición, aunque ya conoces mi postura sobre quién los pone y quién los quita. Largo tema que espero que estemos discutiendo en los próximos textos.

    2. No sé si ya lo dijeron, pero supongo que no estará de más. «Cacha» significa en sentido primario eso: las dos porciones que forman el mango de un cuchillo o pistola… a las cuales les ocurre ser redondeadas por cuestiones ergonómicas. Supongo que el hecho de que sea un apelativo de los buenos y útiles glúteos tiene que ver con la forma y con que vengan en pares. Y de ahí, pues que una es mexicana hasta las nalgas, es decir, hasta el lugar más recóndito.
      Yo siempre he creído que los mexicanos tenemos un gentilicio con muy baja autoestima. No nos queremos mucho, hacemos chistes negros contra nosotros mismos, y achacamos a nuestro «ser mexicanos» todos los males que nos ocurren.
      Supongo que fuera de México la cosa cambia profundamente, porque entonces nuestra identidad es a lo único que podemos agarrarnos para ser algo, para pertenecer a algo. A esa «Gran Familia Mexicana», concepto nacionalista que tanto daño hizo (sin querer, quizás) y que tuvo que inventarse el mito del mestizo.
      En fin. Sólo algunas anotaciones, pero me ha gustado mucho la columna.
      Saludos

  6. Comparto tu orgullo repentino, en mis viajes saco mi mejor sonrisa cuando me preguntan de dónde soy y se me llena la boca diciendo «México». Así es uno, qué se le va a hacer. Hermoso texto hasta las cachas.

  7. Ja ja ja, te pude imaginar perfecto con los colores patrios en la cara (pasar del blanco al verde, y de ahí al colorado).

    Es un asunto sin duda peculiar definirse como mexicano en un país como Estados Unidos con un nombre como el tuyo o un color de piel como el mío (no soy caucásica pero allá suelen dudar de mi «mexicanidad» porque -dicen- no lo parezco). Sin embargo me recordaste una pequeña anécdota: un amigo mío puertorriqueño (no, tampoco parece reggaetonero) le contaba a otra persona que, cuando él vivió en el DF, no pudo evitar notar que, en su experiencia, no hay un país latinoamericano que sea más orgulloso de su nacionalidad que México.

    La verdad, me sentí orgullosa de su observación, aunque no estoy segura bien de por qué en específico.

    Como sea, se te extraña en el Defectuoso. Sí hay un hoyo de dona por tu ausencia, eh.

    Besos.

    1. ¿Te das cuenta, Paty? Nos dicen que somos los más orgullosos y nos da orgullo. No tenemos remedio. El asunto es ese: yo tampoco entiendo muy bien de dónde nos viene tanta gana de defender a una patria a la que, honestamente, en privado a veces destrozamos a críticas. Pero ni lo intento: Paz, Fuentes, Bartra, tantos que han intentado desenmarañar el asunto sin completo éxito, lo único que me dicen es que tal vez no hay respuesta, pero que vale la pena seguir viendo el fenómeno con infinito placer.

      Gracias por lo del hoyo de dona. Yo también los extraño. Hasta las cachas.

  8. Como te lo dije en twitter me gusto mucho la columna, no tuve la fortuna de nacer en Mexico pero tengo la fortuna de haber crecido alla, asi que me considero mexicana a mas no poder por llamarlo de alguna manera. He pasado cantidad de enojos cuando mis conocidos mexicoamericanos hablan mal y se averguenzan de Mexico, a tal punto que siento que me hierve la sangre, por que hablar de algo que ni siquiera conocen? he tenido que entender que lo hacen precisamente por eso, por que es facil hablar de algo de lo que no tienes la minima idea. Una amiga me hizo alguna vez el siguiente comentario: «yo tenia una percepcion totalmente diferente de Mexico hasta que te conoci» ; si le mostre que Mexico no solo son burros, sombreros, o el raton speedy gonzalez, y no por que eso tenga algo de malo, pero Mexico es eso y mucho mas, mucho mas que la violencia, el narcotrafico y nuestros malos gobernantes, pero para sentirlo hay que vivirlo, palparlo y entonces darse cuenta de la grandeza de ese pais.
    No se quiza me ven con cara de loca cada que hablo con tanta intensidad, quiza hasta me tachen de nacionalista, pero la verdad no me importa por que llevo a Mexico en el corazon y eso el algo muy dificil de ocultar.

    Saludos y espero estar por aca cada semana leyendo tu columna.

    1. Mil gracias, Isabel. Ese asunto de los estereotipos cómo le da en la torre a las relaciones humanas; y cuando son sobre la identidad nacional, peor. Lo lindo es que aún haya gente abierta a entender a otras culturas a través de las personas que se han rodeado de ellas. Lo mejor de México, por eso, es su gente, esté donde esté.

  9. Buenas! Qué gusto leerla diversificando medios :)

    Difícil hoy en día este tema del mexicanismo, sin patrioterismos baratos ni fanatismos adyacentes.

    La misma pregunta me hicieron hace poco en Argentina «todos están tan orgullosos de ser de un país que produce más muertos que profesionistas en un sólo día?» Dejando de lado la imagen que se tengamos a bien o mal exportar fue una pregunta bastante seca. Ahora… a explicar que eso no es México, eso pasa en México, México es mucho más…

    En fin, no debrayo más que me malviajo, además estos comentarios me suenan a dejavù. Suerte con la columna!

    1. Querido Beco, qué gusto tenerte por acá.
      Eso nos pesa, nos pesa a donde vamos: terrible es lo que ocurre en el país, pero más terrible que parezca habernos robado todo lo bueno. Creo que por eso ahora más que nunca la vena nacionalista y sí, un poco patriotera, nos brinca a la menor provocación. Porque sabemos lo que somos aunque a los demás se les olvide.

      Gracias por leer también aquí :)

  10. Me gusto el articulo mucho, pero que curioso, ser mexicana hasta las cachas y con un nombre mas extranjero que nada. Pensaria que tuviera un nombre bien mexicano, algo asi como Maria Guadalupe Lopez.

    Saludos,
    Muy buena nota

    1. Hola Luz, gracias por su comentario.
      No es usted la primera persona que hace esa observación: alguien mexicano (hasta las cachas) debería de llamarse «Lupita»; supongo que alguien más me imaginará vistiendo un rebozo y comiendo tacos. Por la misma razón, cuando los mexicanos vienen a Estados Unidos y, digamos en un restaurante, les atiende una persona en cuyo gafete se lee el nombre «María», se ofenden muchísimo si esta persona no les habla en español. Pero es posible que los antepasados de María hayan llegado de España, o de algún lugar de América Latina, y lleven varias generaciones viviendo en Estados Unidos. Es posible que María lleve ese nombre como un homenaje a algún familiar lejano, o por gusto de sus padres. Pero también es posible que con todo esto, María sea estadounidense hasta las cachas, y no hable español, y no coma frijoles y nunca haya estado en México.
      Esto forma parte de la compleja construcción de la identidad en nuestras sociedades, sobre todo de la identidad nacional: el cúmulo de clichés y estereotipos combinados con los valores y arquetipos bajo los cuales fuimos criados o que decidimos adoptar.
      Por eso, como digo al final de mi texto, prefiero que cada quién defina por sí mismo hasta dónde es mexicano (o cualqluier otra nacionalidad) y también por qué lo es.

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