Crónica de un cartel, por Adriana Briff

No es el optimismo estúpido el que nos guía. Es la obcecada pulsión de practicar el Chao Dao, el arte de preparar un buen té con las hojas amargas y difíciles que nos da la vida.

El pasado sábado 1 de junio, las bombas que cayeron sobre Gaza destruyeron la casa del poeta Nasser Rabah. Sobre los escombros Nasser escribió, en un pedazo de papel que cayó al piso después del estallido, un poema: El cazador no pudo encontrar los pájaros, entonces disparó sobre las naranjas, las ramas y sobre todo el árbol.

Después de firmarlo, lo envió a sus amigos Ana y David, que viven en Israel, para hacerles saber que estaba vivo. Acompañó su poema con una foto y un breve video del desastre de escombros que cubría su cuerpo empolvado.

David y Ana compartieron el poema en las redes, entre la impotencia y el dolor por la injusticia. Así, ese día, fuimos abrazando al poeta y al pueblo palestino como lo venimos haciendo después del 7 de octubre cuando el estado de Israel desató esta represalia brutal, condenándolos a la muerte, a la inanición y a la sed.

Matías Trillo es hoy uno de los más destacados dibujantes del mundo editorial infantil. Él también leyó el poema. El dolor y la poesía que fluyen de las palabras de Nasser le inspiraron un dibujo: un árbol bello y sangrante, un Guernica palestino.

Ese domingo, durante la Vigilia por Gaza, a la que asisto en la ciudad de Palo Alto de 16,30 a 18,30, con un grupo a denunciar el genocidio y pedir el cese al fuego inmediato, llevé esta historia. Michelle, una de las organizadoras de la vigilia, me pidió el nombre del poeta para comunicarse con él. La historia nos fue entretejiendo la solidaridad desde el poder de la palabra que atravesó las fronteras.

Nasser se enteró el día lunes de la repercusión que tuvo su poema. Matías, por intermedio de Ana y David, me envió ese mismo día al correo electrónico el documento del poema ilustrado en alta resolución para imprimirlo.
Al día siguiente, con el documento descargado en mi computadora, fuí a una pequeña imprenta de la calle Norfolk en la ciudad de San Mateo, donde vivo. Mientras el imprentero anotaba mi pedido, le conté la historia.

Me escuchó atentamente y sonriendo me dijo: no se vaya, se lo hago ahora mismo. Cuando fui a pagarle, agregó: no me debe nada, por Palestina.

A veces nuestra garganta se seca de injusticias, obligada a sentir el paso de la amargura. Las bombas de la crueldad caen sobre nuestros días, rompiendo nuestros corazones, despedazados en escombros como la casa de Nasser. Pero los soles amables, esos gestos de la bondad que nos iluminan, elevan el dolor remontándose como un barrilete sobre el cielo de la esperanza.

Ahora el cartel está impreso. Formará parte de la vigilia del próximo domingo. Ojos anónimos leerán la poesía de Nasser comprendiendo, quizás, que todos somos esos pájaros y que nadie debería salir a cazar a ningún ser vivo en nuestro planeta. Otro cartel será llevado al campamento de los estudiantes de la universidad de Stanford. Ellos con sus marchas y protestas están desafiando a los poderes económicos que patrocinan las guerras y los genocidios.

La prensa tiende a comparar las tomas de las más de 180 universidades en todo Estados Unidos, con el movimiento de estudiantes de los años de Vietnam, pero hay algo que los diferencia. Los estudiantes no protestan para no ir a morir en una guerra, sus vidas no están en riesgo alguno. Protestan, van presos y son echados de las universidades en donde estudian por solidaridad con los palestinos y las palestinas. Cientos, miles de mujeres, niñas, niños y hombres condenados a morir, extranjeros en su propio suelo, con un único futuro diseñado para ellos: el exterminio.

El cartel impreso y erguido, ahora en el living de mi casa, tiene la forma de un abrazo que abarca Gaza, Israel, Estados Unidos y Argentina. La voz de Nasser Rabah fluye y las hojas de ese té amargo, que quemó su garganta dejando su casa en ruinas, hoy es un polvo que flota hermanándonos. Una suerte de alquimia de fe, el religare de ponernos juntos.

El miércoles por la mañana muy temprano, Ana me reenvía el mensaje de Nasser: Ooh Ana It’s very bad day many houses were destroyed in Magazi where i live, my cousin died, many friends too, extremely noisy, bloody. قصف عشوائي..

¿Sabes rezar?, me pregunta. Entonces decido ir con mi hijo a Mill Valley, una ciudad anidada a los pies del Monte Tamalpais, donde hace muchísimo tiempo los originarios eran soberanos y libres, pescando y adorando la naturaleza en la Bahía de Richardson. Antiguas muestras de ADN han probado que esos nativos provenían de la Siberia. Estamos todos conectados, me repito y quizás ese sea mi rezo. Están yendo al cementerio, me dice Ana, ahora en otro mensaje, porque esperan que por respeto a los muertos, allí no tiren bombas. Esperemos que nuestras energías salven a Nasser.

Atravieso la ciudad de San Francisco, cruzo el Golden Gate Park y dejo el auto en la playa de estacionamiento de Stinson Beach Exit. El monte, enorme como un Buda iluminado, aguarda nuestros pasos hacia él. Al costado del camino veo una enorme mariposa de alas negras y rojas posada sobre una rama. No se mueve ante mi cercanía y le tomo una foto para preservar su mensaje: la fortaleza de la fragilidad. Seguimos hasta el centro de la catedral de las sequoias. Una brisa de aire caliente llena el aire de aroma a romero. El universo nos acompaña y las almas de todos esos originarios brillan en las flores encendidas de verano, como linternas.

A la hora, otro mensaje me avisa que Nasser ha sobrevivido al bombardeo.

انتهت الحرب الآن،

فكرت في النوم،
أصدقائي الذين سافروا عادوا لنسهر معاً،
وحيداً، شربت الشاي.
انتهت الحرب الآن،
تفقدت جسدي،
رأسي وأصابعي وذراعي
كل شيء موجود،
كأنه للتو عاد إلى مكانه.

La guerra ha terminado ahora.
Pensé en dormir
Mis amigos que viajaron
regresaron para pasar la noche juntos.
Solo, bebí té.
La guerra ha terminado ahora,
perdí mi cuerpo,
mi cabeza, mis dedos, mis brazos.
Todo está disponible,
como si acabara de regresar a su lugar.

La poesía de Nasser es la confirmación de que su vida continúa. Una traducción básica de la computadora nos permite traducir su poesía. Entonces Ana me pregunta si recuerdo la anécdota de Borges de cuando iba a morir y le pidió a María Kodama, en Suiza, que le busque un profesor de árabe. Kodama consiguió que un muchacho fuera. Borges ya no veía, estaba muy enfermo. Acercándose a él le dijo que dibujara las palabras en sus brazos para sentir el idioma. Yo desconocía esta anécdota y no tengo manera de verificarla, pero sí puedo afirmar que estamos leyendo con la piel.

Nota: El poeta y escritor de Gaza, Nasser Rabah obtuvo el pasado 16 de septiembre el segundo premio en el concurso Arabic Flash Fiction Winner 2024. Fue el único concursante de Palestina. Su obra será publicada en inglés por la editorial independiente City Lights de la ciudad de San Francisco, California. 

 

Autor

  • Adriana es educadora en el Distrito de San Carlos, California.Tiene una licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Políticas, de la Universidad Nacional de Rosario. Madre de Dante, un joven autista de 23 años, Adriana disfruta en escribir crónicas diarias, que ella ha titulado "Fotos con palabras". Sus textos pueden verse en Facebook. También ha publicado en las revistas Urbanave y en Brando, del Diario Nación y Página 12 Rosario.

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Un comentario

  1. Querida Adriana, bellísimo texto y hermosa la poesía de Nasser. Todos estamos hermanados. Todos somos uno en nuestra diversidad y común humanidad. Me gustaría tener uno de esos posters. Abrazos

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