Declaración editorial de Hispanic LA sobre la guerra en la Franja de Gaza
El 7 de octubre, la organización islamista Hamás causó la masacre organizada en 20 pueblos y ciudades israelíes atacados, cuando mataron a 1,400 hombres, mujeres y niños con saña y crueldad y secuestraron a 240 sobrevivientes.
Entraron a las casas y dispararon contra familias enteras aterrorizadas, muchas veces después de torturar y violar a las víctimas.
Las acciones horrorosas de Hamas caen en la definición académica y humana de terrorismo. Son injustificables bajo todo punto de vista.
Este accionar terrorista debe desaparecer.
Lamentablemente, la reacción israelí ha ido mucho más allá del rechazo y lucha contra esta organización que gobierna la Franja de Gaza. Más allá de lo estrictamente necesario, el gobierno de Israel se ensañó repetidamente con civiles con bombardeos aéreos que incluso incluyeron zonas de hospitales y campos de refugiados, causando según cifras palestinas más de 10,000 muertos, miles de ellos niños. Muchos de estos sucedieron en el intento de destruir los túneles donde los efectivos de Hamás se ocultan o de matar a alguno de sus comandantes.
Podrían haberse evitado.
En la Márgen Occidental, grupos de choque de los colonos han atacado enclaves palestinos causando, según fuentes israelíes, múltiples muertos.
El resultado de esto es que contra lo que era una ola de simpatía y solidaridad con Israel después del ataque, la mayoría de la protesta de la opinión pública internacional es, no contra los terroristas, sino contra la venganza del estado judío.
Después de ello, muchos justificaron la masacre por parte de Hamás. Otros la minimizaron como si fuesen actos de resistencia de una supuesta guerrilla en su guerra de liberación. Hamás, que es el gobierno en la Franja de Gaza, donde ha eliminado toda oposición, no lo es ni lo ha sido nunca. Esta interpretación ha quedado deslegitimizada moralmente después de la evidencia monstruosa que dejaron tras su paso por los kibutz y ciudades fronterizas.
Pero es fuerza reconocer que la existencia y desarrollo de Hamás ocurre en un contexto histórico de opresión al pueblo palestino. El secretario general de las Naciones Unidas Antonio Guterres condenó el ataque terrorista, pero afirmó que “no vino de la nada”.
Human Rights Watch ha condenado por años la represión de palestinos en la Márgen Occidental y ahora el castigo colectivo que tiene lugar en Gaza.
Amnistía Internacional ha condenado el sistema de apartheid contra los palestinos.
La matanza de civiles palestinos condujo entre otros al expresidente Obama a decir sobre el primer ministro israelí Biniamín Netaniahu que «nadie tiene las manos limpias» y que la «ocupación» israelí y «lo que les está pasando a los palestinos es insoportable».
En particular son insoportables las condiciones de vida de los más de dos millones que viven en la Franja de Gaza, por la combinación de la mayor densidad poblacional del mundo, el bloqueo que impuso Israel desde el ascenso de Hamas, el uso por parte de Hamás de los fondos destinados a la población para preparativos bélicos y la negativa de Egipto a abrir su propia frontera con Gaza.
En cuanto a los israelíes, el ataque de Hamás postergó por un momento las divisiones internas. Pero las hondas diferencias que precedieron al ataque subsisten. Su actual gobierno es el más extremista de su historia. Está ejerciendo cambios históricos en la naturaleza del estado que podrían conducir a un régimen autoritario y no democrático, lo que estaba causando hasta el mismo día de la guerra las protestas más multitudinarias y persistentes en la historia del país.
Incluso hoy, este gobierno atiza una honda división entre nacionalistas, colonos militantes, ultraortodoxos y fascistas por un lado y el resto de la población que busca la paz por el otro.
Es una paradoja que las condenas contra Israel aquí provienen tanto de algunos activistas de izquierda, que han ido más allá de los actos cometidos en esta guerra y quieren ahora la destrucción de Israel, como de los supremacistas blancos, neonazis y fascistas declarados. El antisemitismo – el odio contra los judíos – ha crecido peligrosamente y su virulencia aumentado.
También la hostilidad contra los musulmanes, que tiene la misma raíz y es igualmente una plaga inaceptable.
Hay que luchar contra estas expresiones de racismo y discriminación, vengan de quien vengan.
En este contexto, los bombardeos indiscriminados y la negativa a permitir el paso de lo indispensable para la supervivencia de la población ha causado fuertes críticas en todo el mundo y llevó a que varios países quebraron sus relaciones o llamaron a sus embajadores.
Por supuesto que Israel tiene derecho a existir y a prosperar. Nace producto del sufrimiento y persecución del pueblo judío a lo largo de la historia. Pero Netaniahu y sus aliados ultranacionalistas no representan los ideales de justicia, tolerancia y equidad de una democracia.
A los ojos del mundo, lo que sucede en Gaza son crímenes de guerra.
Desde hace años, Hamás se ha especializado en refugiarse detrás de la población, en hospitales, escuelas y mezquitas, con un pensamiento macabro: si Israel cumple las leyes internacionales y se abstiene de bombardearlos, pues ganaron. Y si Israel viola esas leyes, los bombardean y matan a civiles, también ganaron en el plano de la opinión pública.
El problema es que ya no se puede diferenciar entre la campaña contra Hamás misma y el bombardeo de civiles. Eso le hace un flaco favor a Israel, porque atenta contra la supuesta superioridad moral que pretende y la pone injustamente en el mismo plano que Hamas.
Por todo ello, opinamos que el ejército debe iniciar el cese de fuego ya para permitir la liberación de los rehenes, el traslado de heridos, la salida de pobladores de las zonas en guerra, el reabastecimiento de la población y el mejoramiento de sus precarias condiciones de vida, y para propiciar el comienzo de conversaciones por una tregua duradera..
Para que el medio millón de reservistas reclutados puedan lo antes posible volver a sus familias y ocupaciones.
Que mientras tanto se abran ya los conductos para el suministro de agua, medicinas, alimentos, combustible para los civiles y lo que necesite la población.
Que el ejército se retire finalmente en lugar de quedarse allí. Y que eventualmente comience la reconstrucción de Gaza.
Se ha planteado copiosamente en las últimas semanas que no existe la idea de un “endgame”, de cómo terminará esta guerra. Pero si bien existe un consenso en que Hamás ya no puede seguir dominando la Franja de Gaza y trayendo la desgracia sobre sus habitantes, el resto es menos claro.
Creemos que esta guerra tiene que abrir un camino para el establecimiento de dos estados, según lo acordado ya en sucesivos acuerdos, que se reconozcan mutuamente e inicien el proceso de reconciliación que, estamos seguros, llevará décadas en el mejor de los casos. Y si bien para muchos este objetivo parece hoy absurdo, otra solución no existe.
Lamentablemente, el control que ejerce Hamás y la naturaleza extremista del actual gobierno israelí entre otros hacen esto poco menos que imposible.
Ignoramos qué reacción tendrá este texto, si es que la tiene, pero somos conscientes de que vendrán críticas de ambos lados. Nos acusarán de ser pro terroristas y nos acusarán de justificadores de la muerte de civiles. Rechazamos ambas acusaciones y el odio que las motivan.
La historia nos enseña que la solución militar por sí misma no logra la victoria y que por cada niño o mujer o padre que la IDF mata, nacen tres miembros más de Hamás.
Los cañones deben callar y abrirse el lugar para la difícil negociación. Por lo menos, deben cesar ya los bombardeos aéreos.