EE.UU. y la crisis de la democracia en América Latina
Editorial: Récord en el desplazamiento de población en América Latina: millones son forzadas a abandonar sus países en busca de soluciones inmediatas
Cuando expresamos el temor de que el resultado de las elecciones presidenciales de noviembre arrojen un desafío crítico a nuestra democracia, podemos observar lo que ha estado sucediendo en América Latina en el último año, hallando amplios ejemplos de lo que la población allí hoy enfrenta.
Hay allí más países con una democracia contagiada de corrupción, populismo y represión. Por doquier se extiende la apatía, por no decir hostilidad, hacia las tradiciones democráticas.
Existe en los pueblos latinoamericanos una desafección por la democracia, que resulta en gobiernos como los de El Salvador, Nicaragua, Argentina y Venezuela.
Así lo refiere el cuarto informe sobre Riesgo Político América Latina 2024, del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, que sintetiza los síntomas sociales de “volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad”.
Se agregan a ello el deterioro económico y aumento de la desigualdad y la pobreza extrema.
El rumbo que está tomando el proceso electoral en nuestro país demuestra que no es inmune a estos procesos.
La creciente inestabilidad en América Latina es fruto de la prolongada crisis económica y el fracaso de los gobiernos en evitar la incapacidad de la mayor parte de la población de satisfacer sus necesidades básicas.
Según la Comisión de Estudios Económicos (CEPAL), un organismo de Naciones Unidas, el crecimiento general del Producto Interno Bruto (PIB) será este año aún más bajo que en 2022 y 2023. América del Sur creció en 2023 en 1,5% contra 3,8% en 2022; Centroamérica y México, 3,5% frente a 4,1% y el Caribe 3,4% (6,4%). CEPAL pronostica que en 2024 los números serán aún más bajos – 1.4%, 2.7% y 2.6%, respectivamente – sin tomar en cuenta explosiones económicas y políticas derivadas de la inestabilidad de varios gobiernos y el descontento creciente de la población.
El clima político y económico en el mundo, según el independiente Foro Económico Mundial (WEF) es agobiante, con sus conflictos militares, clima extremo y la plaga de la desinformación.
Esto merma la posibilidad de que la ayuda venga de otras partes. Y el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta una disminución del crecimiento económico global a 2,9% este año, debajo del promedio de 3,8% de este siglo.
Todo ello indica una tendencia a profundos cambios políticos con bajo crecimiento económico.
Este 2024 es un año de más decisiones. Luego de los comicios presidenciales en Argentina, Ecuador, El Salvador, Guatemala y Paraguay, será el turno de México (en junio), Panamá (mayo), República Dominicana (mayo), Uruguay (octubre) y Venezuela (aún sin fecha).
El voto es político así como económico, y muchos votantes – allí donde las elecciones son libres y el voto secreto – demuestran su hastío de los esquemas tradicionales y colocan su esperanza en respuestas radicales, ideas carentes de raíces y experiencia y propuestas especulativas.
Una consecuencia importante de esta proyección son los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que apuntan a un récord en el desplazamiento de población en la región. Millones de personas están forzadas a abandonar sus países en busca de soluciones inmediatas.
En su mayoría, se asientan en países vecinos, pero centenares de miles emprenden el azaroso camino a Estados Unidos.
Por supuesto que para los miles de millones que están sintiendo en carne propia esto, no son necesarios los sesudos informes de las instituciones citadas, las que, de una manera u otra, también contribuyeron a su miseria. Lo dicho: lo sienten en carne propia.
Esta situación hace aún más válida la idea que para mejorar la situación de los inmigrantes indocumentados aquí, que llegan como resultado de la crisis de la democracia en América Latina, en lugar de rechazarlos en la frontera con un trato inhumano o de incitar a la hostilidad contra ellos, podemos ayudar a la estabilización en sus países de origen con la inversión inteligente y el desarrollo de buenos empleos.
De la misma manera que en lugar de cazarlos en sus ciudades y puestos de trabajo, o cuando esperan que sus hijos salgan de la escuela, en lugar de apresarlos y deportarlos como ganado, como se propone Trump, hay que reconocer su contribución a la economía y la sociedad y reconocerlos como parte del futuro del país. Porque lo son.