El después de la migración

Cruzan por las buenas o por las malas. Con visa o con coyote. En auto, en lancha, en primera clase, a pie o nadando. Cruzan y los admiten. Cruzan y nadie se entera.

Cruzamos.

Burlamos la frontera, ¿o es ella la que nos burla? En la acción y efecto de cruzar culminamos una jornada casi siempre de solo ida. Pero, ¿qué pasa después? Al día siguiente, a los meses, a los años y las décadas.

Déjenme les cuento, porque en eso me he gastado la vida. Migrar es complejo. Lo sé. Yo también soy migrante.

Tengo guardados más de un centenar de números de teléfono de migrantes a los que he entrevistado desde el muro de Arizona hasta la Casa Blanca en Washington, D.C. Con algunos recorrí desiertos, viajé en autobús, asistí a reuniones religiosas y juntas comunales, fui a hospitales y centros de detención o viajé cientos de millas para llegar a sus hogares. Muchos desaparecieron; si les llamo, seguramente nadie atenderá el teléfono. Pero hay familias a las que no he soltado; ellas tampoco lo han hecho.

Las conocí en sus momentos más vulnerables, con los pies destrozados por caminar en desierto, adentro de un frío centro de detención, a pocos días de haber sido liberados y reunificados, al principio del trauma de una separación familiar y un abuso policial. Vi los rostros marcados por la impotencia, el dolor y la factura que cobra el migrar y solo me quedaba imaginarme cómo fue el antes o cómo eran las miradas a las que el sistema les quitó la inocencia.

Los rostros de los migrantes desparecidos en la frontera.

Hoy, muchos años después, puedo verlas.

Rocío Calderón me escribió en la madrugada para decirme que el próximo mes va a inaugurar su restaurante rodante de comida boliviana en Tucsón, Arizona. La misma mañana, desde Tennessee, Ana Pérez me envió una foto de su bebé, la primera de la familia que nace en Estados Unidos y no Guatemala. Cerca de Memphis, Envin, el adolescente migrante al que conocí de niño tras una dolorosa separación familiar, compartió fotos de sus logros académicos y deportivos en una escuela en la que pocos son latinos como él. Y acá en Phoenix, Lucía, justo esta semana, me recordó que hace cuatro años estábamos sentados en la sala de su pequeño departamento hablando de esas tendencias suicidas que no la dejaban en paz.

Migrar es mucho más que cruzar. Migrar es también renacer y fecundar; es entender que la ida casi nunca lleva vuelta. Migrar es el día después.

Maritza Félix

Maritza Lizeth Félix es una periodista, productora y escritora independiente en Arizona. Nació en Magdalena de Kino, Sonora, México. La frontera ha sido su hogar y su inspiración por más de 15 años. Su trabajo ha sido publicado en importantes periódicos de Estados Unidos, México y otros lugares del mundo, así como en las principales cadenas de televisión de habla hispana Univisión y Telemundo. Actualmente trabaja de manera independiente para la Organización Editorial Mexicana, Channel 4, Proyecto Puente, Uniradio Noticias, Telemax y Prensa Arizona. Fue reportera en el documental “Misterios de la Fe”, de Discovery Channel y fungió como productora del documental de la frontera de Estados Unidos y México para la serie televisiva “The Wall”, un trabajo investigativo mundial realizado por Rondo Media, del Reino Unido. También ha sido productora de proyectos especiales como coberturas políticas, electorales y de inmigración para Al Jazeera y fue la productora de investigación en el galardonado reportaje “Risking It All For America – Riding The Train Of Death”, de Channel 4 en Inglaterra. En 2011 fue nombrada por Chicanos Por La Causa como una de los “40 Líderes Hispanos menores de 40 años” en reconocimiento a su trabajo periodístico e influencia en el… More »

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