El mito del inmigrante criminal, la Segunda Gran Mentira republicana

Haciendo la realidad a un lado, políticos como Jim Jordan atribuyen a los inmigrantes atributos violentos que justifican el odio

“Desde Henry Cabot Lodge a finales del siglo XIX
hasta Donald Trump, los políticos antiinmigración
han intentado repetidamente vincular a los inmigrantes
con el crimen, pero nuestra investigación
confirma 
que esto es un mito
y que no se basa en hechos”.
Profesor Ran Abramitzky

Jim Jordan, dos veces campeón nacional de lucha libre, es un lacayo de Trump – no aliado, porque Trump no tiene aliados, sino sirvientes temporarios y familiares – y también el presidente del Comité de Justicia de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. 

A mediados de febrero, usando sus prerrogativas, Jordan citó al Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHHS) solicitando todos los expedientes de inmigrantes ilegales que ingresaron a Estados Unidos cuando eran niños y que años después fueron acusados de delitos violentos, incluido asesinato.

La citación legal se dio después de varios intentos fallidos de su personal de recibir esta información, que fueron rechazados por razones de privacidad y por – según DHHS –  no haber un motivo real para el pedido.

La citación (subpoena en inglés) se generó contra este ministerio encabezado por el latino Xavier Becerra, después de que una orden similar emitida en diciembre contra el Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security, DHS) también fue desatendida. 

Sabemos cómo terminó aquel primer pedido. Al secretario de DHS, el cubano  Alejandro  Mayorkas, la Cámara Baja le abrió hace un par de semanas un juicio político, que sus representantes presentarán en breve como fiscales ante el Senado que es donde se decidirá la suerte del funcionario. 

La acusación: Mayorkas cumplió la política del gobierno del cual forma parte y no le hizo el jueguito a Jordan y compañía. 

La demanda de Jordan de documentos no tiene que ser cumplida para tener el efecto deseado, que es vincular a los inmigrantes con el crimen, dibujarlos como criminales, asesinos, peligrosos.

Dignos de odio. Y a su vez, en una reacción en cadena, como un supuesto balance, merecedores de violencia. Otro sentido no tiene.  Más importante que conseguir los números – que no van a demostrar nada – para Jordan es seguir este drama prefabricado, artificial, falso, dale y dale, hasta la semana antes de las elecciones de noviembre. 

La Segunda Gran Mentira

Porque, ¿qué demostraría el caso de un niño cuyos padres entraron ilegalmente y que al crecer sí cometió un crimen? ¿Que existe una relación entre una cosa y la otra? ¿Que lleva el gen criminal en la sangre? 

Pero siempre la misma perorata sin sustancia. Que los inmigrantes aumentan la tasa de criminalidad.

Esta es la Segunda Gran Mentira, siendo la primera la de que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en 2020. 

Parece una discusión sin fin, que viene de las entrañas de la xenofobia, del odio al extraño, el diferente, el otro, en toda la historia humana. Un odio que, nuevamente,  justifica la mentira, la incitación, la discriminación y finalmente, la violencia y en casos históricos conocidos, la muerte. 

El proceso incitado por Trump y dirigido obedientemente por Jordan es peligroso y a medida que nos acercamos a las elecciones presidenciales de noviembre,  el odio que cultiva puede desbordarse y devenir en acciones violentas. Y todo por mentiras que, pocos lo dudan, Trump y Jordan conocen. 

Porque la verdad es que los inmigrantes tienen menos probabilidades de cometer crímenes y de ser encarcelados que quienes nacieron en Estados Unidos. 

En consecuencia, su presencia en nuestro país disminuye y no aumenta la incidencia de crímenes y baja y no sube el umbral de la violencia. 

Lo que dice la ciencia

En junio pasado, se publicó una investigación de la Universidad de Stanford 

en el portal del National Bureau of Economic Research. El estudio comparó las tasas de encarcelamiento entre estos dos grupos entre 1850 y 2020. Setenta años de datos, científicamente analizados, lo que no da lugar a la duda. 

Esto dice: 

“Como grupo, los inmigrantes tenían tasas de encarcelamiento más altas que los hombres blancos nacidos en Estados Unidos antes de 1870, tasas similares entre 1880-1950 y tasas más bajas desde 1960. Aunque existen diferencias sustanciales en el encarcelamiento por país de origen, la disminución relativa del encarcelamiento desde 1960 ocurrió entre los inmigrantes de todas las regiones de origen. Esta disminución no puede explicarse por cambios en las características observables de los inmigrantes o en la política de inmigración, pero puede reflejar la resiliencia de los inmigrantes a las crisis económicas”. (mis negritas, GL)

No hay una ola de delitos migratorios

Como si eso no fuera suficiente, el New York Times publicó hace una mera semana una alusión al mito de que los inmigrantes son criminales en Nueva York y en todo el país. Porque pecamos – quienes escribimos en los medios de comunicación – de la tendencia a generalizar a partir de hechos aislados, en este caso actos criminales atribuidos a inmigrantes en la Gran Manzana. Los tres autores del artículo los enumeran y luego mencionan la reacción de Edward Caban, el comisionado de Policía de la ciudad, quien dijo: “Una ola de delitos migratorios está invadiendo nuestra ciudad”.

Asaltos a mano armada han subido en un 8% comparado con 12 meses atrás, dicen las noticias.  Y es culpa de los inmigrantes, según el alcalde Eric Adams, que lo anuncia vistiendo absurdamente un chaleco antibalas en una conferencia de prensa. Un 8% no es una tendencia real, sino una fluctuación de temporada o una generalización estadística.

Y la reportera de NBC Montana pasa en este informe de esa afirmación a que casi 800,000 inmigrantes han cruzado la frontera en el año fiscal 2024. 

Creo que lo que desató la furia de Adams contra los inmigrantes fue el ataque por parte de siete a 10 inmigrantes a un agente de la policía de Nueva York en enero, ataque captado en vídeo. 

Lo que vemos es el informativo de Fox News, donde se da la noticia junto a su interpretación de que inicialmente el gobierno de la ciudad mostró renuencia a encarcelar a los atacantes. Una insinuación grande como una casa de que los demócratas son “soft on crime” o directamente cómplices de esos delitos. 

Siete de ellos han sido acusados y cinco permanecen detenidos. 

Hay que hacer justicia

Esta  y otras imágenes se han convertido en virales, reproducidas hasta el cansancio por internautas alarmados, alimentando un cuadro que simplemente no existe. 

Cuidado: a los criminales extranjeros hay que capturar, acusar, enjuiciar y encarcelar si salen culpables por el tiempo necesario. Sin miramientos. Pero contrariamente a lo que trata de inculcar NBC Montana, no representan a los inmigrantes. Ni a los latinos que viven aquí. 

Adams lo sabe: “la enorme mayoría de los inmigrantes que vienen son obedientes de las leyes y vienen en busca del sueño americano”. El alcalde impuso el toque de queda en 22 centros de inmigrantes en la ciudad. 

Las imágenes, dice el New York Times, han llevado a “los principales políticos republicanos y sus aliados (a decir) que los delincuentes inmigrantes están asediando Nueva York”.

Es cierto que es difícil cuantificar esta relación en Nueva York, donde al igual que en Los Ángeles, la policía no tiene permitido inquirir en el estado migratorio de sospechosos. Pero desde que, el año pasado, el gobernador de Texas Greg Abbott comenzó a enviar buses llenos de indocumentados que se habían entregado en la frontera pidiendo asilo, entraron a la ciudad más de 170,000 inmigrantes. 

Si fuese cierto que los inmigrantes aumentan el crimen, se supone que, inexorablemente, el crimen subiría en la ciudad. Sin embargo, dice el NYT, 

“A medida que el número de inmigrantes ha aumentado, la tasa general de criminalidad se ha mantenido estable. Y, de hecho, muchas categorías importantes de delitos (incluidas violaciones, asesinatos y tiroteos) han disminuido, según un análisis de las estadísticas mensuales del Departamento de Policía de Nueva York desde abril de 2022”.

 Entonces, de un lado, las acciones de Jordan y el aprovechamiento de casos aislados por parte de los interesados políticamente en azuzar el odio. Del otro, la realidad. 

Incidentes individuales y no una ola

“Hoy, los inmigrantes tienen un 30% menos de probabilidades de ser encarcelados que las personas blancas nacidas en Estados Unidos”, según el estudio de Stanford. Y si se toma en cuenta también a los afroamericanos, que tienen el índice de encarcelamiento más alto del país, la diferencia es de 60%. 

Y el texto cita a Jeffrey Butts, el director del Centro de Investigación y Evaluación de la Facultad de Justicia Penal John Jay, según el cual «hasta ahora, lo que tenemos son incidentes delictivos individuales» y no una “ola” de crímenes. 

Otros estudios concluyen que en varios países de Europa la relación entre crimen e inmigración es positiva, es decir que sí existe entre los recién llegados un aliciente para delinquir. Pero también hay un aliciente para generalizar. Porque esa sobrerrepresentación de inmigrantes en los sistemas de justicia penal puede deberse al encarcelamiento por delitos migratorios contados como crimen y a la discriminación racial y étnica por parte de la policía y el sistema judicial en esos países.

La afirmación de que los inmigrantes delinquen es un prejuicio racial. Los inmigrantes señalados como criminales no son blancos sino latinos o en el caso europeo, africanos y árabes. 

Señalar esto es importante y nunca suficiente, y tendremos que volver a repetir la realidad a medida que se sigan incrementando las incitaciones al odio basadas en la mentira y la discriminación. 


Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

Gabriel Lerner

Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent. More »

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