Los apodos marcan a tus hijos, por Victoria Infante

Los niños merecen todo el respeto del mundo. Nadie debe ser estigmatizado debido a su apariencia física. Si no, ¿para qué le ponemos nombres a los hijos?

Siempre pensé que tener apodos era algo normal, y hasta gracioso.

Mis tíos paternos eran amantes de bautizarnos a mí y a mis hermanos con sobrenombres. «El enano», «El manotas», «Los macetones», «La cebollita» (ese era el mío), «La peteca», «La pachis»…

Casi siempre, cada uno de estos apodos hacía referencia a una característica física. «El enano» era uno de mis hermanos que es bajo de estatura. «El manotas» era mi hermano mayor, que tiene manos muy grandes. «Los macetones» eran dos de mis hermanos que siempre andaban juntos y que según mis tíos tenían la cabeza grande. Yo era «La cebollita» porque cuando nací era rubia, y según eso tenía el cabello del color de las cebollas de cambray.

¡Válgame, dios! Y lo peor de todo es que mi papá festejaba con risotadas cada vez que los parientes nos llamaban así.

Ahora que reflexiono sobre eso me doy cuenta de que ninguno de mis primos tenía apodos. Seguramente era porque los papás de ellos -acertadamente- no lo permitían. Mi padre era el único tonto que no se daba cuenta de que sus hijos eran objeto de la mofa de sus hermanos.

Lo peor de todo es que hasta la fecha mi padre todavía tiene esa costumbre; le encanta ponerle sobrenombres a sus nietos, solo que en esta ocasión no son ofensivos -ninguno de sus hijos lo toleraría, como él toleró lo que hicieron sus hermanos con nosotros-. De cualquier manera no me gusta que lo haga, pero ya lleva en la sangre esa costumbre. Por ejemplo, a mi hijo Víctor le dice «Chinchulín», y a mi hijo Jorge «Tilín». ¿Qué significan? No sé. Tampoco sé el por qué de estos apodos.

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Lo cierto en este asunto es que los sobrenombres, en muchas ocasiones, determinan a la gente. Una amiga que es gordita -y a la que llamaban «gorda» de pequeña-, dice que siempre pensó que su destino era ser rechoncha para el resto de su vida. Creció escuchando su sobrenombre, como si fuera un signo indeleble.

Los niños merecen todo el respeto del mundo. Nadie debe ser estigmatizado debido a su apariencia física. Si no, ¿para qué le ponemos nombres a los hijos? ¿Esto es tan difícil de entender para la gente que suele poner apodos?

Cuéntanos si tuviste algún apodo cuando eras pequeño, o si crees que poner sobrenombres no es gran problema.

Perfil del autor

Mi nombre es Victoria Infante y soy periodista de carrera. Vivo en Los Angeles con mis dos hijos: Víctor Santiago y Jorge Mario. Sermamálatina.com será el conjunto de ambos pilares de mi vida, que se mezclan y apoyan y se complementan. Como mamá moderna me propongo relatar mi experiencia desde la trinchera en la que vivo...

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