Manuel Gayol: Marja y el ojo del Maestro
“Escribir se trata no de que te entiendan, sino de que te sientan”, ha dicho Manuel Gayol Mecías, entrevistado por Rodolfo González Almaguer, a propósito de su narrativa. Y eso es precisamente, antes que cualquier consideración al margen, la última novela publicada de este narrador, investigador y periodista de origen cubano, Marja y el ojo del Hacedor (Neo Club Ediciones, Miami, 2013): un canto del espíritu hecho cuerpo y una cascada de sentimientos que en forma de preguntas genera sus propias respuestas, sus propias certezas:
“Fue con esa intensidad —mirándola a los ojos y penetrándola de profundis— que el Flautista atravesó el laberinto del pudor y de la mordacidad, de la inexperiencia y el miedo, de la razón y la locura, hasta llegar a los vericuetos de las bondades y de las miserias que estaban mezcladas —dentro de los pliegues vaginales de Marja— como una masa compacta y compleja de hondo temblor”.
Este temblor de los pliegues de Marja, el personaje principal, atraviesa la novela de punta a cabo sosteniendo el hilo narrativo con la intensidad propia del Flautista, su amante y derrotero. La sensibilidad del narrador omnisciente es aquí el recurso principal de Gayol Mecías para enhebrar los cabos sueltos que toda historia lleva consigo y estructurar el libro poéticamente hablando, porque el singular tratamiento del erotismo, en la cuerda de referentes del género como José Lezama Lima o Milan Kundera, logra en Marja y el ojo del Hacedor alturas sostenidas, contagiando y seduciendo al lector.
Marja la Seráfica, en palabras de Gayol Mecías, busca salvarse de la soledad y encontrar la liberación en la rebeldía del cuerpo, “el crepúsculo inaudito de los sueños que nos crean”. Este otro componente narrativo, el de los sueños, representa un escape fastuoso de la tragicomedia sociopolítica vigente en Cuba ―país donde transcurre la historia― o, en palabras del crítico y ensayista Ángel Velázquez Callejas, “la verdad de un estar dormido desde su propio peso onírico”.
Por eso, “para que el velo de la fantasía revolucionaria o ideológica sea retirado de la mirada y el comportamiento del espectador”, la presencia de un Hacedor resulta imprescindible: “la inspiración de un creador de lo increado y el impulso poético de un ojo trasparente” (reseña La buena nueva de la literatura cubana, en Neo Club Press).
Con Marja y el ojo del Hacedor, Gayol Mecías profundiza en su saga de las Crónicas Marjianas y sedimenta una continuidad de estilo y argumentos presente ya en Ojos de Godo rojo (novela) y La noche del gran Godo (cuento). Una continuidad que pone en evidencia la maestría incontestable de este autor prolífico y exquisito, uno de los más importantes narradores cubanos del llamado “período revolucionario”.
Este es un libro para buscarlo allí donde se esconda y recorrerlo como a ciertos recuerdos queridos, entre el éxtasis y el agradecimiento.
Armando Añel es el editor de Neo Club Ediciones.