Sergio Ramírez, la sonrisa del jaguar

En la introducción al libro del escritor anglohindú Salman Rushdie, escrito durante su viaje a Nicaragua en 1986, una imagen simbólica condensa el fragor, esplendor y decadencia de la revolución sandinista y sus líderes. Es la de un jaguar y una niña sonriente que se adentran en la selva; tiempo después aparece solo el jaguar con una sonrisa que rememora la de la niña. 

La literatura, como reflejo de la condición humana, nos ofrece en esta imagen  una parábola sobre Nicaragua y sus líderes. Rushdie habla en su libro de poetas y escritores nicaraguenses, a quienes conoce ese año: Sergio Ramírez, los entonces poetas Daniel Ortega y Rosario Murillo. Ensalza que la revolución sandinista incorpore a los escritores a su proceso. Pero su libro, comenzando por su poderosa introducción, deja abierto el futuro desenlace de esta nación.

La arremetida anti-intelectual de la dupla Daniel Ortega-Rosario Murillo, no puede tener otra explicación que el pánico que tienen ante una literatura que es la conciencia crítica de la sociedad. Ello explica la ofensiva que han llevado a cabo en los últimos años contra escritores representativos como Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, y una larguísima lista de filósofos, políticos, académicos, periodistas, músicos, compositores y comunicadores, cuyo único delito ha sido ver al rey y a la reina desnudos.

Todo poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Mucho me temo que la esperpéntica pareja presidencial que gobierna la larga noche en la que ha caído Nicaragua, terminó devorando a la niña, que simbolizó todo lo heroico, solidario y justiciero de la revolución nicaragüense, y se ha  convertido en la bestia sonriente, lamiéndose la sangre fresca de la infante, que controla con mano férrea la maquinaria represiva y estatal de Nicaragua. Especialmente desde los sucesos de abril de 2018, cuando se desató una represión gubernamental contra las protestas populares con un saldo de cientos de muertos, heridos, desaparecidos, exiliados y prisioneros políticos. 

Daniel Ortega y Rosario Murillo

La acción política de Ortega-Murillo contra Sergio Ramírez, concebida en su certeza de ganar las próximas elecciones en noviembre, es un boomerang contra ellos mismos, pues el prestigio, la solvencia política y el reconocimiento internacional de Ramírez es incuestionable. Premio Cervantes de Literatura, Premio Alfaguara de novela y sólido candidato al Premio Nobel de este año, la deleznable e infame acusación contra Ramírez contribuye a aislar más a la pareja Ortega-Murillo, cada vez más similar a la tristemente célebre pareja Ceaucescu de Rumanía.      

El detonante de la acusación de la fiscalía a Sergio Ramírez de «lavado de dinero, bienes y activos; menoscabo a la integridad nacional, y provocación, proposición y conspiración», ha sido la publicación de su novela, «Tongolele no sabía bailar», un retrato de la represión desatada en abril de 2018, y de una figura central en dicha represión, el jefe de los servicios secretos, el comisario Tongolele. 

La historia de Saturno devorando a sus hijos, de la revolución devorando a sus mejores vástagos, o del jaguar sonriente que se ha comido a la niña, se repite con dramática actualidad en Nicaragua. 

Es la triste historia de los otrora poetas Ortega-Murillo, convertidos en la bestia totalitaria que devoró para su provecho la sonrisa de la niña inocente que una vez fue la revolución sandinista.  

 

Perfil del autor

David Hernández (1955). Poeta, escritor y periodista salvadoreño. Formó parte del grupo literario “La Cebolla Púrpura”, fundado por jóvenes escritores de El Salvador.

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