Cuadernos de la Pandemia / Proyecto 2025, una feroz campaña contra los más vulnerables (Parte I)
Tomemos un cuchillo
y cortemos el mundo en dos —
y veamos los gusanos
que devoran su corteza.
—Langston Hughes, poeta afroestadounidense
Aún para los grandes medios de comunicación se hace difícil mantener el ritmo del torbellino de noticias escandalosas que produce el líder del movimiento de extrema derecha MAGA y ocupante por segunda vez de la Casa (muy) Blanca. Resulta caótico para periodistas, comentaristas y editores informar de lo que sucede cada hora desde lo que parece ser el único centro sobre el que gravita el destino del mundo entre hoy y mañana. Y no se diga ya del alboroto que causa entre el personal de las dependencias administrativas, comisiones y departamentos que comienzan a ser desmantelados, como si todo dependiera en exclusivo del próximo decreto ejecutivo y de la gigante y presuntuosa firma en tinta negra que estampa a granel sobre textos redactados por sus ideólogos de cabecera. Y las reacciones y contrarrespuestas de los gobiernos a los que ataca, incluyendo a sus principales socios comerciales, que luchan por mantener la frente en alto en defensa de la dignidad de sus pueblos, que se sienten francamente amenazados y atacados.
El Congreso de los Estados Unidos parece que ha desaparecido en estas primeras semanas de gobierno de Trump. El pasado 10 de febrero, el líder de la minoría de la Cámara de Representantes del Partido Demócrata, Hakeem Jeffries, lo confirmó con impotencia, “¿Qué influencia tenemos? Ellos [los republicanos] controlan la Cámara, el Senado y la presidencia; es su gobierno”. Eso: Que el Partido Demócrata es una sombra, un inmenso vacío, por decir lo menos. Un vacío, que más que un nuevo partido debería llenarlo un nuevo movimiento humanista antibélico y antirracista.
Y con todo, sí, es verdad, solo unas pocas voces aisladas entre los demócratas empiezan a levantar la voz tímidamente, calculando el costo de su audacia. Así, es presumible que tarde o temprano respondan de alguna manera, como el posible nuevo impeachment (juicio político) que ha empezado a gestionar el representante demócrata de Texas, Al Green. Pero en caso de que llegue a darse, es previsible que la mayoría republicana en el Congreso consiga exonerarlo como ocurrió con los dos juicios que enfrentó en su primera administración.
Igualmente la Corte Suprema de Justicia, de mayoría conservadora, anda cauta y en silencio ante el creciente número de arbitrariedades que comete el poder ejecutivo. Uno de los primeros decretos del mandatario fue ordenar al Departamento de Justicia liberar a más de 1,500 presos culpables del asalto al Capitolio en enero 6 del 2021, sin que haya una ley jurídica ni constitucional que le impida otorgar dichos indultos y conmutación de penas. En cambio ha habido una acción rápida de unos cuantos jueces que han bloqueado algunos decretos ejecutivos, como la eliminación del derecho de ciudadanía por nacimiento, y la orden de trasladar a mujeres transgénero en prisión a cárceles para hombres. O la decisión de Trump de congelar miles de millones de dólares de ayudas públicas, que pone en riesgo el acceso a la cobertura médica de muchos ciudadanos de bajos ingresos.
También las calles comienzan a llenarse de protestas contra el maltrato y la deshumanización de los migrantes, la deportación de personas indocumentadas sin antecedentes penales, muchos de ellos y ellas atados de pies y manos en vuelos express hacia sus naciones de origen, o hacia el nuevo Abu Ghraib que es la prisión de torturas y vejaciones de Guantánamo. Hasta el día de hoy, 53 venezolanos “sobre los que pesa una orden definitiva de expulsión del país” han sido enviados a Guantánamo (1). Al mismo tiempo aumentan los mítines contra el desmantelamiento del Departamento de Educación, que quitará importantes aportes financieros para estudiantes de comunidades marginadas.
Otro ataque va dirigido contra la libertad de expresión y culto, aún de líderes cristianos como la obispa episcopal Mariann Edgar Budde, que se atrevió a plantarle cara al recién instalado presidente en el servicio de oración inaugural para pedirle que tuviera misericordia de los “niños gays, lesbianas y transexuales, y familias demócratas y republicanas e independientes, algunas de las cuales temen por sus vidas”, y por los millones de migrantes que vienen de países no europeos y hacen las labores más humildes en este país, que “pagan impuestos, son buenos vecinos y fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas, viharas y templos”. Después del servicio de oración, el presidente se refirió a la obispa Budde como “una radical de izquierda que odia a Trump”.
Así mismo, el mandatario ha separado a los EE. UU. de la Organización Mundial de la Salud, en una campaña anti-científica y negacionista, a la vez que de cualquier organismo de protección al medio ambiente, el desmantelamiento de la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés), una agencia que, valga decirlo, junto a la ayuda humanitaria, también ha servido de mascarada para el intervencionismo político y militar norteamericano en el mundo. El congelamiento de la ayuda a naciones extranjeras y la suspensión de miles de millones de dólares de becas y subvenciones nacionales, están entre otros muchos decretos ejecutivos y acciones para la completa transformación del aparato administrativo en todos los niveles del gobierno federal.
A todos estos golpes que reparte el presidente y su equipo a diestra y siniestra, ha indicado e insistido con toda desfachatez en la intención de su gobierno de desalojar a los palestinos de Gaza para tomar posesión de la tierra palestina y construir allí “la Riviera del Medio Oriente”; planes para un gran negocio de bienes raíces, que ya había mencionado hace un año su yerno Jared C. Kushner, en pleno bombardeo israelí de la zona.
Esta fue una tormenta anunciada y ahora está en pleno despliegue. Así que no habría mucho de qué estar sorprendidos. Esta segunda presidencia del líder de MAGA será decididamente más radical que la primera, en buena parte por la conjunción de varios factores que la están posibilitando, cada uno de ellos poniendo en duda el chequeo y balances del poder, que se supone debe tener un país para medianamente llamarse una democracia.
Uno de ellos es la puesta en marcha del Proyecto 2025: Manual para el Liderazgo. La promesa conservadora, una detallada hoja de ruta de lo que se espera que este gobierno realice en sus primeros seis meses y que constituye el mayor ataque de la ultraderecha para regresar al país a los periodos más represivos anteriores al movimiento de los derechos civiles de los años 60 y de las conquistas sociales de las décadas siguientes.
El Proyecto 2025 está presentado en detalle en un mamotreto de más de 900 páginas publicado en 2023 por la Heritage Foundation, un centro de pensamiento y planeación estratégica de la ultraderecha, creado en 1973 por el magnate cervecero Joseph Coors, el comentarista político Paul Weyrich, llamado el padre de la nueva derecha, y el politólogo Edwin Feulner, tres estadounidenses de origen alemán. Aunque tuvo un comienzo lento, la Heritage ha llegado a ser hoy día la entidad de ultraderecha de más influencia en el país y ha sido clave en definir muchas de las políticas más conservadoras de Washington en los últimos 50 años.
La primera versión escrita de este proyecto fue publicada en 1980 poco antes del primer mandato de Ronald Reagan, que el republicano implementó en buena parte a través de la llamada Doctrina Reagan. Durante ese período, la Heritage dio orientación política y respaldo financiero a través del gobierno al grupo terrorista de los Contras de Nicaragua, al movimiento de extrema derecha Unita en Angola, y ayudó a impulsar golpes de estado a gobiernos comunistas y socialistas (2).
Trump usó también parcialmente este Manual operativo en su primer gobierno, y pese a que durante la campaña de 2024 se desmarcó del Proyecto 2025, la realidad es que ahora constituye la agenda doctrinal y de acción de MAGA. El proyecto describe paso a paso la secuencia para transformar todos los departamentos, oficinas y dependencias del gobierno federal a fin de que concuerden con la ideología de extrema derecha, excluyente y sectaria de MAGA, que busca radicalizar aún más el predominio étnico y racial anglosajón de los Estados Unidos bajo el lema “Hacer grande a Estados Unidos otra vez”; consigna que fue usada por Ronald Reagan en los 80, y fue parte del concepto nazi de “Restaurar la grandeza de Alemania otra vez” (3).
Darren Beattie, recién nombrado asistente del Secretario para la Diplomacia y los Asuntos Públicos, dijo sin rubor alguno en octubre pasado, que solo “hombres blancos competentes son los que deben estar a cargo [del gobierno] si queremos que las cosas funcionen”; y añadió con igual falacia, “Lamentablemente, toda nuestra ideología nacional se basa en mimar los sentimientos de las mujeres y las minorías y desmoralizar a los hombres blancos competentes” (4).
Aunque esta ideología supremacista ha sido la norma de la política estadounidense desde siempre, ahora está en ataque abierto y sin excusas contra las comunidades racializadas (latinos, negros, asiáticos, árabes, indígenas), debido en buena parte a que en su conjunto conforman ya casi el 50% de la población del país. De allí que uno de los primeros decretos ejecutivos de Trump haya sido eliminar los programas federales de diversidad, equidad e inclusión (DEI por sus iniciales). El DEI fue una conquista social de las luchas de los años 60, que llevó a la creación de La Ley de Derechos Civiles de 1964. Una ley que prohibió la discriminación laboral con base en la raza, la religión, el sexo, el color y el origen nacional, a la vez que prohibió la segregación en escuelas, bibliotecas y otros lugares públicos.
Toda la vorágine de decretos ejecutivos de las pasadas semanas y de los saldrán en las próximas semanas corresponden con precisión a la agenda descrita en el Proyecto 2025. Este plan minucioso ha ido creando desde hace años un directorio de miles de individuos de todo el país, sobre todo de hombres blancos, que se identifican con sus objetivos para cubrir los puestos de la administración y la burocracia del gobierno federal. Los que ya han sido reclutados, y los que se sumarán, deben tomar cursos de entrenamiento en la llamada Academia de Administración Presidencial, para asegurarse de estar alineados con las doctrinas del Manual de Liderazgo y el ruido vocinglero de MAGA.
La revista Político, un influyente medio de información y análisis independiente estadounidense, indicó recientemente que hasta el momento al menos 37 de los primeros decretos ejecutivos de Trump están basados al pie de la letra en el Manual del Proyecto 2025. Aparte de los ya mencionados se incluyen: prohibir al FBI investigar casos de falsa información y desinformación; eliminar las leyes sobre discriminación laboral y restaurar la contratación basada en la meritocracia; terminar todos los programas de “diversidad, equidad, inclusión y accesibilidad” (DEIA), “cualquiera sea el nombre con que aparezcan”; aplicar sin dilaciones la pena de muerte y ejecutar a los prisioneros en el corredor de la muerte; eliminar la asistencia médica debida a orientación sexual e identidad de género; eliminar los fondos federales de apoyo y asistencia al aborto; detener a los migrantes en cooperación con las autoridades locales y estatales; imponer sanciones a los países que no acepten deportados; restringir los fondos federales a las ciudades santuario; suspender el programa de asistencia a los refugiados en los EE. UU.; remover la enseñanza de ideología de género y de la teoría crítica de raza de las escuelas; congelar la contratación de empleados federales (a fin de reclutar solo personal alineado con MAGA); eliminar la participación de las entidades de seguridad en la inspección de las campañas políticas; aumentar la explotación de minerales en el país. Decretos ya en marcha y otros que vendrán en una agenda frenética en la que cada uno borra décadas de avances sociales, afectando mayormente a los grupos discriminados y empobrecidos del país (5).
Este desmantelamiento del estado para reconstruir otro que refleje un Estados Unidos donde el control estatal, político, económico y cultural sea exclusivamente blanco, noreuropeo, es por supuesto una ficción demagógica. Si la intención del Proyecto 2025 es devolver al país la falsa noción de la superioridad blanca, entonces no necesitan desmantelar el estado, porque el estado nunca ha dejado de ser dominado por la población blanca, de origen anglosajón, entre los que un buen número han sido enseñados a creerse moral y racialmente superiores a las poblaciones racializadas. Basta ver quiénes han sido y quiénes son la mayoría en el Congreso, quiénes son los secretarios (ministros) del gobierno, quiénes dirigen las instituciones educativas, quiénes son los dueños del gran capital, quién controla Silicon Valley y Wall Street.
Lo que en realidad manifiesta el Proyecto 2025, cuya expresión práctica es el movimiento MAGA, es el miedo de las élites blancas de que las poblaciones clasificadas como no-blancas (con el despectivo nombre de gente de color, como si el blanco no fuera un color) sigan creciendo demográficamente y avancen en tener verdadera influencia en las decisiones del poder político y estatal. Su meta es preservar el dominio blanco, y para ello consideran que es necesario desmantelar el actual estado (casi enteramente blanco), para crear otro más radical, agresivo y discriminatorio, donde la deportación de migrantes, indocumentados o no, y las trabas para que ingresen al país más migrantes del sur global, y en especial de sus vecinos de América Latina, es central a su agenda.
Pero el Proyecto 2025 no es la única amenaza vital contra la noción de que los Estados Unidos es un país basado en la democracia (el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo) y de libertades. Hay por lo menos otras dos fuerzas que han confluído simultáneamente para crear el actual escenario político y social de los Estados Unidos bajo esta nueva administración. Una de ellas es el ascenso de una nueva plutocracia, una clase lumpencapitalista, representada en su base por el mandatario actual y la oligarquía de tecnócratas de Silicon Valley, que incluye a varios de los hombres más ricos del mundo.
La otra fuerza es el cristianismo nacionalista blanco, que le sirve a este sistema para justificar, a través de una interpretación acomodada de esta religión puesta al servicio de la visión supremacista del destino manifiesto, las acciones del Proyecto 2025 y el gobierno depradador de la nueva dinastía multimillonaria en el poder.
Sobre estos dos componentes centrales de las fuerzas que mueven las cuerdas del poder político, social, económico y religioso actual de los EE. UU. volveremos en próximos artículos. Entre tanto, escuchar la voz quebrada del poeta Hughes, quien se quejaba en estos versos desolados:
Estoy cansado de esperar, ¿tú no?,
que el mundo se haga bueno
y bello y generoso.
Y desde este cansancio nos invitaba a cortar al mundo en dos para ver los gusanos que devoran su corteza. Y desde allí explorar y ser parte de las respuestas que una vasta mayoría de la sociedad están planteando para que una minoría, que está poniendo en marcha ideologías extremas del pasado, no termine por derribar el frágil árbol de la vida del planeta.
Fuentes citadas:
1) “Estos son los nombres de los 53 migrantes enviados a Guantánamo”, por Carlos Rosenberg y Charlie Savage. The New York Times, 12 de febrero de 2025.
2) “Think tank fosters bloodshed, terrorism”, por Hillary Corgey. The Daily Cougar, August 22, 2008.
3) Make Germany Great Again: How the German People Reacted to Nazisim. Por Andrew Sangter, Pen & Sword Book, 2024.
4) “Competent white men must be in charge if you want things to work,” Trump admin hires Darren Beattie to run public diplomacy at State Department”, por The Associated Press. Feb 5, 2025.
5) “37 ways Project 2025 has shown up in Trump’s executive orders”, por Liset Cruz, Ali Bianco, et.al. Político, Feb 5, 2025.
Próximos artículos de esta serie:
Los plutócratas y el estado depredador (Parte II) y Una teocracia “cristiana” neofascista (Parte III)