El Super Vieso
Un cuento de ciencia ficción de Norma Villanueva
Una noche, mientras Matthew, Matt, cariñosamente para sus padres, se encontraba en su recamara, de pronto, vio cómo unas luces multicolores se esparcían por todo su cuarto. Sus ojos se abrieron entre sorprendidos y admirados y sin comprender de dónde venían esas luces, se fue bajando de la cama con un poco de recelo, pero estaba tan emocionado, que comenzó a girar dentro del bautismo de colores que lo rodeaban. Estaba tan entusiasmado girando y girando que agotado, cayó de espaldas sobre su cama y poco a poco mientras seguía observándolas, se fue quedado dormido.
Al día siguiente su madre entra al cuarto del niño y al mirar a su alrededor, pegó un grito:
–¡Matthew!
Matt se despertó asustado y lo primero que vio, fue a su madre con un manojo de hojas en su mano sacudiéndolas en su cara.
–¿Qué significa esto, Matthew?
Ya sabía que cuando su madre lo llamaba por su nombre, significaba que estaba enojada. Se sentó apresurado sin comprender lo que estaba sucediendo.
–¿Qué pasa, mamita?
-No me digas mamita y explícame ¿por qué has roto tu cuaderno de tareas?
-Yo no he roto nada, mami.
–¡No! Entonces ¿qué me dices de todo este desastre? -se lo dijo poniéndole en la cara las hojas del cuaderno.
-Mami, yo no he sido, lo juro.
-Entonces fue tu padre, ¿verdad? Porque aquí sólo vivimos los tres. Sino has sido tú, ni yo, sólo queda tu padre, apenas llegue lo averiguaremos.
-Tienen que haber sido las luces.
–¿De qué luces hablas?
-De las luces multicolores que se metieron en mi cuarto anoche.
-Deja de inventar historias porque no saldrás bien librado de esto. Por el momento, nada de computadora y te quedaras en tu cuarto hasta que llegue tu padre.
-Pero mami… estoy diciendo la verdad.
-Lo resolveremos cuando llegue tu padre. Y antes de bajar a desayunar, recoge todo el desbarajuste de hojas que has dejado.
Cuando Matt se quedó a solas, recordó el momento en que las luces entraron dentro de su dormitorio y cómo él, siguiendo un impulso, interactuó en medio de ellas, y luego se durmió, pero no recordaba más nada.
Ese día era sábado, por lo consiguiente no había colegio y su padre no regresaría hasta pasado el mediodía. Estaba seguro que su padre sí, le creería.
Se terminó de vestir y bajo a desayunar luego de levantar las hojas regadas por el suelo. La madre al verlo, le sirvió su alimento sin decir palabras.
-Mami, ¿no me vas a hablar? Yo te he dicho la verdad. Yo no he roto mi cuaderno.
-Cállate. Cuando llegue tu padre se lo explicarás a él, pero mientras tanto, iras a arreglar tu cuarto y sin salir de allí.
-Pero mami, Lalo me espera. ¿Le puedo decir que venga para acá?
-No! Estás castigado.
–¿Por qué?, si yo no he mentido.
No fue posible que su madre le levantara el castigo. Subió triste a su cuarto y terminó de arreglar sus cosas, después abrió una caja grande donde guardaba sus bienes más queridos y sacó los autitos de colección con los que le gustaba jugar; esas horas las pasaría jugando y el tiempo se le iría volando, pensó.
A la hora del almuerzo, su madre entró a su recamara diciendo:
-Vamos a comer, ya está aquí tu padre.
Matthew bajó muy nervioso las escaleras pensando que, si su padre no creía en él, el castigo podría ser peor.
-Hola, papá.
-Hola, hijo, siéntate y comienza a explicar qué fue lo que sucedió con tu cuaderno de tareas. Y quiero la verdad.
-Papá, yo le he dicho la verdad a mamá.
–¿Quieres las cosas por las buenas, o por las malas?
Su padre hablaba muy calmado y eso le preocupaba a Matt. Por eso, viendo que las cosas se le podrían poner peor, pensó que, si su madre no le había creído, su padre tampoco lo haría, si por las buenas era cambiar una verdad, por una mentira, porque por las malas, el castigo podría ser muy largo y aburrido, decidió ir por el camino más corto. Pero, si aceptaba que había roto su cuaderno, ¿qué explicación daría?
-Estoy esperando, Matthew.
-Papá, lo que pasó fue… fue… fue que mis amigos me hacen burla en la escuela, me dicen que mi cuaderno está muy feo y desprolijo y como me hacen sentir mal, al llegar a casa me dio un enojo y lo rompí. Prometo no hacerlo más.
-Está bien, hijo, si eso fue lo que paso, te entiendo, pero procura la próxima vez no mentirle a tu madre y con esa historia de luces de colores. A dónde se habrá visto semejante ocurrencia… jajajaja. ¡Qué imaginación tienes, hijo!
-Gracias, pa, gracias, ma. ¿Ahora puedo ir con Lalo?
-Sí, ya puedes ir.
Los padres se rieron y Matt salió corriendo hacia la casa de su amigo que vivía a pocas casas de la suya.
Dos días después, luego de que su madre le diera el beso de las buenas noches y salió apagando la luz, Matt cerro los ojos dispuesto a dormirse, aunque antes de que lo pudiera hacer, el colorido de luces, volvieron a iluminar su entorno y el brumazón multicolor que por momentos lo encegueció, fue rodeando su cama. No se movió esta vez porque temía que, al hacerlo, algo sucediera y luego tendría problemas con sus padres. Entonces, creyó que era mejor que sus padres vinieran, así le creerían. Por eso grito:
–¡Mamá…! ¡Papá!
Inmediatamente entraron apresurados los padres, pero ni bien abrieron la puerta, todas las luces desaparecieron.
–¿Qué sucede, hijo?- dijeron al mismo tiempo.
Matthew, viendo que las luces ya no estaban, no quiso decir nada porque no le creerían.
-Tuve un feo sueño.
-Está bien, duérmete ahora; eso pasa cuando comes de más por las noches, luego tienes pesadillas.
-A ver, Matt–dijo su padre- ¿acaso tu madre no te enseña a tener tu cuarto en orden? ¿Por qué está toda tu ropa tirada por el piso?
-Pero…
-Será mejor que mañana ordenes todo. Buenas noches.
-Está bien, papá.
Cuando ambos padres salieron, Matt quedo muy preocupado, porque él había puesto su ropa sucia en el canasto, y ahora, estaban todas tiradas y sus medias olorosas, regadas en el piso.
La siguiente noche Matthew tuvo miedo de dormir y de apagar la lámpara, porque cada vez que las luces multicolores aparecían en su cuarto, luego él, tenía problemas. Por eso, después de que sus padres se acostaron, decidió bajar sigilosamente por las escaleras y fue a acostarse en el sofá y pensando que allí las luces de colores no llegarían, llevó su pequeño despertador en el bolsillo, y una hora antes de que su madre se levantara, corrió a encerrarse en su recámara. Todo salió bien ese día. Pero la siguiente mañana su madre se levantó más temprano y lo encontró dormido en la sala
-Matt, hijo, ¿Qué haces durmiendo aquí?
-Bajé a tomar agua y por no derramarla al subir, me quedé a beberla aquí.
–¿Y el vaso?
-Lo guardé en su lugar.
-Pero cómo…
Matt salió corriendo para su cuarto antes de que su madre le siguiera haciendo preguntas. Por la noche, su madre le dejó sobre su mesita, un vaso con agua.
-Para que no tengas que levantarte -le dijo- no quisiera que tuvieras un accidente por andar de noche bajando las escaleras. Y después de que nos vamos todos a la cama, no vuelves a bajar ¿me entendiste, hijo?
-Sí, mami.
Matthew no podía más con su secreto y se le contó a Lalo, pero su amiguito se desternilló de la risa y le dijo que era un fantasioso… por esa razón él, había tardado tanto en contarle. Así que le pidió que fuera a dormir esa noche a su casa para demostrarle que decía la verdad. Así lo hicieron sin problemas con sus padres; esa noche se quedarían despiertos y a oscuras para ver si las luces regresaban. Ni un cuchicheo se oía en la habitación y para no quedarse dormidos, tenían sus dedos índices entrelazados y se lo apretaban continuamente para indicar que estaban alertas. Pero, poco a poco se les fueron relajando los dedos y cuando se estaban adormeciendo, un luminoso colorido de luces, centelleaba por todo el dormitorio, dejando a Lalo, mudo y a Matthew, tan feliz de poder compartir su secreto con su amiguito, que se puso a dar brincos de alegría. Lalo, saliendo de su estupefacción comenzó a saltar junto a su amiguito. Era tanta la algarabía que hicieron, que se escuchaban por toda a casa. No tardaron en entrar sus padres enojados, pero apenas la puerta se abrió, las luces se apagaron.
–¿Qué está sucediendo aquí? ¿Saben la hora que es?
-Sólo jugábamos papá.
-Si… si… el cuarto se llenó de luces de muchos colores y… –Lalo no siguió hablando porque Matt le hizo señas de callar.
–¿Qué luces? ¿Acaso tú también vas a salir con esa historia? Se terminó el jueguito de luces. A dormir.
Cuando se quedaron a solas seguían eufóricos, pero al final se durmieron. Desde aquel día se le fueron complicando más las cosas a Matthew, cada vez que las luces reaparecían, nuevos problemas se le presentaban y cada vez recibía más castigos. Por eso en el recreo escolar, Lalo le sugirió que pusiera una cámara en su habitación así podría demostrarles a sus padres que decía la verdad. Como Matt tenía una que le habían regalado sus abuelos, esa noche decidió dejarla encendida muy cerca de la ventana. Los primeros días no hubo novedades, pero una noche, no únicamente las luces volvieron a rodearlo, sino que esta vez, en el centro, se veía como un rayo circular azulado que dejaba ver una imagen difusa, en un principio, porque a medida que la luz bajaba su resplandor, se podía observar una entidad rara, su cabeza era algo ancha y sus ojos de un azul oscuro, brillante, y muy grandes, como si tuviera un antifaz… y una boca ancha… con una sonrisa semejante a las humanas, pero no tenía nariz ni orejas. Lo que pareciera ser su cuerpo… era como un tirabuzón de luces de colores, ancho desde arriba y reduciéndose hacia abajo.
Matt, se quedó un momento observándolo y confiando que no le haría daño, se atrevió a preguntar:
¿Quién eres tú…? ¿Y de dónde vienes?
-Vengo de una galaxia. Soy el Súper Vieso.
Matt no se inmutó, no entró en pánico, pudo más su curiosidad.
–¿Y por qué vienes y me causas problemas?
-Estoy aquí tratando de aprender de tu especie.
–¿Y todas esa luces?
-Son lo que generan mi energía trans-boreal.
–¿Y eso qué quiere decir?
-Es mi medio de traslación; desde mi galaxia puedo viajar a través de la Aurora.
–¿Y por qué no pueden verte mis padres?
-Porque si me ven, ya no podré saber la reacción que tendrán contigo, tus padres. Y no avanzaré con mis estudios en tu planeta.
-Entonces ¿tú te dedicas a causar problemas? ¿A eso llamas estudios?
–¡Oh, sí… si supieras cuánto se puede aprender de las reacciones humanas! De los que están como tú… en evolución… y de los evolucionados… Y en especial, cuando tratan de arreglar las hélices inactivas de sus proyectos.
–¿A qué le llamas hélices inactivas?
-Son las de tu aprendizaje.
–¿Y qué son los proyectos?
-Tú eres el proyecto de tus padres.
–¿Por qué empleas esas palabras para definirnos?
-Porque trato de encontrar la manera de interactuar contigo. Apenas los estoy conociendo.
–¿Entonces nos ves como si fuéramos tornillos y tuercas a los que hay que ajustar?
Los humanos tenemos sentimientos.
–¿Y eso qué significa?
-Que mis padres me aman y yo los amo a ellos.
-Bueno, eso del amor todavía no lo comprendo bien. Por ahora me concentro en ver las cosas que hacen durante su evolución y con una ayudita de mi parte, las cosas se aceleran.
–¿A qué llamas ayudita y qué cosas se aceleran?
-A que, sin mi ayuda, no puedo ver la reacción de tus padres cuando tu conducta no es la que esperan de ti. “Tú” pones en evidencia los errores de tus padres al ocasionarles un disgusto.
–¿Cómo es eso?
-Tus padres te enseñan lo que no está bien. Una lección que ellos te dan. Y tú, vas evolucionando con los desarreglos que se generan cuando se distorsionan los hechos reales. … Si las lecciones son erróneas… al final… tu evolución falla, y eso hace que no se alcance la perfección que ellos desean para ti… Pero, a la que tanto contribuyen, a que así sea.
–¿Entonces tú provocas los incidentes que me causan problemas, para tus estudios y también tu diversión?
-Si no los provocara, nunca terminaría mi aprendizaje con los humanos. Y no conozco lo que significa diversión.
–¿Por qué no te buscas otro lugar donde desarrollar tu “estudio súper espacial” y me dejas tranquilo?
He tratado, pero la energía transpolar es la que me conduce y es ahí donde mis conocimientos resplandecen.
–¿Cuándo me dejarás en paz?
-No lo sé. Cuando sepa lo suficiente deberé buscar otro ser en evolución, por eso, debo terminar rápido contigo.
–¿Y qué debo hacer para que te vayas rápido?
-Déjame eso a mí. Ahora me voy….
-Espera…
Pero ya las luces se habían apagado. Corrió enseguida a ver su cámara, pero no había nada registrado en ella, desilusionado se metió en la cama y se durmió. Por la mañana, los gritos de su madre lo despertaron.
–¡Matthew! ¿Qué crees que haces tú?
–¿Qué hice, mamá?
–¿Por qué has desparramado cereal por toda la casa?
-No he sido yo, ma, te aseguro.
-Tendremos que tomar severas medidas contigo, te estás volviendo embustero. Tendremos que ver con qué juegos te entretienes y con qué amigos te juntas.
-Mami… mi amigo es Lalo.
-Eso lo veremos. Ahora tendrás que limpiar todo y cuando venga tu padre habrás de dar muchas explicaciones.
–¿Y tú crees que con eso evolucionaré más rápido?
-¿Podrías ser más claro, hijito mío, a ver si entiendo en qué idioma hablas?
-Deberías agradecer que mis acciones te pongan mal, así yo tengo la oportunidad de evolucionar y ser más brillante.
-No sólo te portas mal, sino que también te estas volviendo rematadamente trastornado. ¿De dónde te viene esa… anormalidad?
-Ma, sólo quiero evolucionar más rápido.
–¿Haciendo travesuras crees que vas a evolucionar?
-Sí, ma, así tú me reprendes, y yo aprendo una lección, y si lo hacemos más seguido pronto estarás orgullosa de mí.
La madre salió del cuarto agarrándose la cabeza. Cuando llegó el padre se encerraron en el dormitorio tratando de comprender la conducta de su hijo Y no encontraban respuesta.
Cada día los problemas complicaban la vida del pequeño Matt y la de sus padres que no encontraban respuesta. Nuevas reprimendas, más castigos largos. Cuando Matt se lo dijo a Super Vieso, este le decía que debería tener una actitud más comprensible con él, porque le estaba ayudando a su perfeccionamiento.
–¿Qué ayuda? Yo no veo ninguna ayuda, únicamente problemas y castigos.
-Claro que sí, porque si no sabes quién eres, te inventarás tú mismo y si de algún modo te manifiestas, no te será fácil que los demás también lo hagan. Por eso es importante la ayuda que me brindas, ya que te muestro los errores que podrías evitar y podrás estar más iluminado.
–¡Qué errores ni que nada! ¿Cómo puedes decir que yo creo los conflictos, si quien los crea, eres tú? Y yo para estar iluminado tendría que ponerme lamparitas en la cabeza o envolverme con las luces de los árbolitos de avidad.
-Bueno, es lo mismo.
-No es lo mismo, yo nunca haría las cosas que tú, me haces, porque sí soy un niño bien evolucionado.
–¿Y qué me dices de las mentiras que le dices a tus padres?
-Esas son por tu culpa.
-Claro, pero soy yo quien te hace ver la diferencia. Si yo no estuviera aquí, ni te enterarías de que cuando mientes, solo lo haces por tu propio interés y luego te acostumbrarías a hacerlo.
-Tú qué sabes. Si recién estas conociendo a nuestra especie.
-Soy buen estudiante.
No era fácil para Matt deshacerse de Super Vieso. Con el correr de los días sus padres al no ver mejora en la conducta de su hijo, lo llevaron a un psicólogo, pero no pudieron sacar nada claro, porque fuera de sus supuestas travesuras, él se comportaba muy normal fuera de la casa y en la escuela. Los padres fueron los que tuvieron que ser evaluados porque creyeron que era la conducta de ellos, lo que provocaban en el niño, tales reacciones. Aconsejaron que no lo regañaran que las fantasías eran parte de su evolución y propias de la edad.
Lalo lo quería ayudar, pero tuvo miedo de que a él también lo trataran de loco. Por eso, compartía con su amigo los sucesos, en absoluto secreto.
Así que, a medida que el Super Vieso volvía a irradiar de luces su cuarto con las bellas luces, Matt disfrutaba viéndolas, y se limitaba a recoger lo que aquel le dejaba esparcido, sin que sus padres se lo reprocharan. Eso hizo que Súper Vieso no tuviera ya motivos para seguir allí. Por eso una noche se despidió de él.
-¿Nunca volveré a verte, Súper Vieso?
-No como lo haces ahora, me verás en cada acción de tu vida, cuando ya no seas proyecto de nadie, cuando solo te programes, porque sé que tendrás tus hélices siempre activas y brillantes.
-Creo que comprendí y prometo cuidar bien de mis hélices. ¿Y tú, adónde irás ahora?
No lo sé, adonde me lleve mi trans-boreal.
Y diciendo eso, Matt se quedó viendo como el colorido de luces, con la velocidad de un rayo fue desapareciendo en el cielo, como si fuera una estrella fugaz.