Te amo hermano, un cuento de Norma Villanueva

Las correteadas de los dos jovencitos persiguiendo a la pelota, alborotaban al perro que no dejaba de ladrar y correr de un lado al otro mientras que, en una hamaca, una preciosa chiquilla se columpiaba debajo de un frondoso árbol observando el juego de sus primos, sin lograr distinguir quién era quién, ya que era como ver a alguien, jugando consigo mismo, y como ambos estaban con unos cortos pantalones negros y se habían quitado sus remeras, hacía más difícil reconocerlos.

En la sala, Don Alfredo recién llegado desde California con su hija Moriona, le narraba a su hermano Enzo, las circunstancias que lo mantuvieron alejado aquellos largos años y su lucha por crear y mantener su empresa. La vida no les había sido favorable a partir de cuándo con su esposa, decidieran acoger a la pequeña Moriona, luego de que supieran que ella no podía concebir, y fue entonces que supieron de la grave enfermedad que, por largos años, agobió a su mujer. Y cuando parecía que todo se estaba superado, volvía nuevamente la lucha, y a partir de ese día, debió estar al pendiente de ella y de su hija adoptiva.

Moriona había entrado a sus vidas con sólo tres meses de edad y ya estaba por cumplir los catorce años, nunca supo de su origen, ya que su verdadera mamá había muerto al darle a luz en un hospital, sin explicar quién era ella, ni el padre de la niña, por esa razón, fue fácil la adopción y el matrimonio había concretado que jamás le dirían la verdad. La ausencia de su esposa dejó a Don Alfredo muy triste y entendió que era el momento de volver a su tierra y vivir su duelo alejado de sus recuerdos y no había mejor lugar en el mundo que estar junto a sus seres queridos.

El tornasol del atardecer comienza a palidecer en el horizonte y las sombras emprenden en silencio a cubrir las praderas, hora que, cuando joven, junto a su hermano Enzo, les gustaba sentarse en una banca observando cómo lentamente la oscuridad los iba envolviendo, y jugaban a ver quién contaba más estrellas a medida que iban asomando, mientras planificaban un futuro juntos, que nunca se cumplió.

Los gemelos Gabriel y Oliver, eran como dos gotas de agua, tan idénticos, que ni sus padres podían identificarlos, y eso, era una motivación para sus picardías, sobre todo de Oliver, el más pillo. Habían cumplido los dieciséis años recientemente, eran buenos estudiantes, aunque para hacer justicia, Oliver se aprovechaba de la inteligencia de Gabriel y sacaba buenas notas gracias a las copias que le sustraía a su hermano quien hacia como que no lo notaba.

Gabriel era un poco tímido, contrario a su gemelo que, por ser más listo, fraternizaba más con los compañeros del colegio quienes siempre le seguían, era una especie de líder y cada vez que armaban cualquier trifulca, él salía siempre bien parado y como no tenían la certeza de cuál de los dos hermanos estaba en medio del alboroto y como vestían los mismos uniformes, no podían acusarlos y Gabriel, siempre callaba por no implicar a Oliver y para que sus padres no estuvieran al corriente de sus diabluras, si bien alguna veces se llevaba un sermón sin delatarlo.

Desde que eran apenas unos niños, utilizaban algunos códigos secretos entre ellos, y había uno del que Gabriel se valía a menudo, cuando necesitaba su ayuda, lo miraba a su gemelo con una sonrisa y un guiño de ojos, lo cual significaba “te amo hermano.” Oliver, secretamente admiraba a su gemelo por tener esa osadía que, a él, le faltaba. No por querer hacer las diabluras que cometía Oliver, al contario, quería ser más agradable a los demás. Siempre a pesar de lo idénticos que eran, se diferenciaban por eso, por sus caracteres y en el colegio era evidente de quien era quien. Bastaba hablar dos palabras con Oliver para que todos comenzaran a reír, era lo que le gustaba de su hermano, su desenvoltura. En cambio, él, siempre con un libro en la mano como buen estudiante, sacaba las mejores notas, pero en el fondo, quería poder acercarse a sus compañeros, aunque de hacerlo, sabía que nadie lo advertiría.

Ese día habían conocido a su prima. Los gemelos se mostraban encantados con ella. Luego del almuerzo, Oliver, queriendo llamar la atención, había insistido a su hermano para jugar a la pelota, algo que no favorecía mucho a Gabriel, más tarde, Ana, la madre de los muchachos, se acercó con una jarra y unos vasos colocándola en la mesa del patio y todos se acercaron a beber la fresca limonada.

Para Oliver no fue difícil entrar en conversación con Moriona, enseguida simpatizaron, Gabriel se limitaba a escucharlos y sonreía con el palabrerío de su hermano que no dejaba de hacerle preguntas sobre su vida en California. Gabriel veía como su gemelo se había ganado su simpatía, por eso, sintiendo que estaba de más, se levantó y se fue a su cuarto a leer un libro y de vez en cuando levantaba la vista desde su ventana y los veía muy entusiasmados platicando. A la hora de la cena, estando todos en la mesa, el tío Alfredo quiso saber cómo iban con los estudios los gemelos; la que respondió enseguida fue Ana, la madre, diciendo que los dos eran muy inteligentes pero que Gabriel era todo un intelectual. Secretamente sentía orgullo por su hijo, en parte, heredaba de ella su interés por la cultura y era un buen lector. Fue por eso que Moriona se interesó enseguida en Gabriel haciéndole preguntas sobre algunos libros. Oliver se quedó en silencio advirtiendo que ahí, no podía competir, para él, eso de libros, era una pérdida de tiempo, ya que cuando necesitaba saber algo, recurría a su hermano y todo arreglado.
Desde ese día Moriona se interesó mucho más en Gabriel y solían pasar largas hora leyendo y discutiendo temas. Mientras el celoso gemelo permanecía cerca de ellos con cualquier libro en la mano haciendo como que leía. Ya ni se interesaba en salir con su amigo Lucio, que se cansaba de llamarlo para ir a la pileta o jugar algún partido de futbol. Sentía un interés especial por su prima y no precisaba bien lo que le sucedía al verla. Moriona era muy bonita, tenía ojos azules y una melena larga, pelirroja llena de rulos.

Comenzaron a salir juntos los tres, no tenían muchos lugares donde elegir para divertirse en esa pequeña población. A veces se sentaban en la cafetería del centro adonde concurrían todos los jóvenes, o iban al cine, cosa que Oliver se veía obligado a armarse de paciencia porque a él le gustaban las películas de acción, en cambio por estar junto a ella, tenía que ver películas más, según ellos, profundas. Los padres no se involucraban en las cosas de los jóvenes porque veían que se llevaban muy bien los tres, a la única que le llamaba la atención era a la madre, porque sabía los gustos de su hijo Oliver, pero no le dio demasiada importancia.

A un mes de la llegada de los parientes comenzaron los preparativos de la partida. Eso dejo tristes a los tres quienes andaban cabizbajos y con un montón de promesas entre ellos, y cuando llego el día, se despidieron con lágrimas en los ojos. Moriona le pidió a Gabriel que le mandara correos así podían continuar con los temas pendientes y a Oliver le dijo que le escribiera. Casi sin darse cuenta, Oliver, percibiendo la diferencia que su prima hacia entre ellos y a pesar de ella mostraba el mismo cariño por ambos, fue abrigando en su corazón, unos celos profundos hacia su hermano.

Los días fueron transcurriendo, todo volvió a normalidad cuando terminaron las vacaciones y comenzaron las clases. Ya de vuelta en el colegio, Oliver se sentía nuevamente el cabecilla y eso fue alejando el recuerdo de su prima, en cambio, Gabriel, siempre al pendiente de sus correos, culturando la amistad con Moriona.

Tres años pasaron antes de volver a ver a la prima y desde el momento que anunciaron su visita, tanto Gabriel como Oliver, sólo aguardaban el instante de verla.

La amistad de Moriona y Gabriel se había afianzado mucho más en todo ese tiempo, sus cartas mostraban que algo más los unía. Por eso, a la hora de llegada, Gabriel ansioso aguardaba observando desde su ventana la llegada de ellos. Cuando al fin llegaron bajo casi corriendo a recibirlos y salió con sus padres a la entrada de la finca adonde Oliver, desde hacía rato se encontraba sentado en el zaguán.

Moriona se había convertido en una muchacha muy hermosa, los dos gemelos quedaron embobados, mirándola, aunque también ellos eran unos jóvenes muy apuestos, de la misma forma Moriona, se quedó admirada al verlos.

Los sucesos a partir de su llegada, no eran propicios para Oliver, ya que la amistad de Gabriel y su prima se había fortalecido tanto, que la confianza que se veía entre ellos, fomentaba aún mucho más su animosidad hacia su hermano y por más que intentara acercársele, ella amablemente correspondía a sus comentarios, siempre cariñosa, pero era evidente su preferencia. Los veía salir al jardín buscando tal vez la privacidad, mordiéndose la rabia creciente que, sin poderlo evitar, consumía su corazón.

El tío junto a su hermano y cuñada, iban y venían, recorriendo los lugares preferidos, y a veces junto a los muchachos organizaban una excursión junto al riachuelo adonde los jóvenes disfrutaban bañándose. Esos eran unos momentos en que Oliver aprovechaba porque era muy buen nadador lo mismo que Moriona, en cambio Gabriel, enseguida abandonaba la competencia y se divertía observándolos de lejos. Por eso Oliver insistía seguido en ir al rio y los demás aceptaban. Pero eso no hacía que cambiara la actitud de su prima hacia él.

No paso mucho tiempo en que su hermano y su prima, anunciaran que estaban de novios. Aunque fue traumatizante para Oliver, este le sonrió a Gabriel y le guiño el ojo. Aquella noticia no fue de su agrado y como no quería demostrar lo que alojaba en su interior, se mostraba animoso. Pero, los nuevos sucesos fueron sacando lo más feo de su ser, hecho que, a él mismo sorprendía y lidiaba con el rencor que alojaba en su corazón, hacia su hermano.

Con el correr de los días el tío Alfredo comento a su hermano y su cuñada que, considerando el noviazgo de los jóvenes, sería muy conveniente que Gabriel fuera a vivir con ellos y terminar sus estudios en California. Eso facilitaría, en caso de que si en un futuro, la relación de ellos se definiera en matrimonio, el muchacho se fuera familiarizando con su pequeña empresa. Además, dijo, le daría mucha tranquilidad, saber que todo quedaría en familia, porque si a él le sucediera algo, no se perdería el esfuerzo de tantos años.

Primero los padres de los gemelos no estaban seguros con esa decisión, pero saber que su hijo estaría bien con su tío, lo consideraron y pensando en el futuro de él, porque en ese pueblo, no había muchas oportunidades, sobre todo para Gabriel, que era quien más prometía, en cambio Oliver, era toda una incógnita. Además, estaban agradecidos por la ayuda económica que siempre tuvieron de Alfredo, y consideraron que Alfredo tenía razón para preocuparse y ellos estaban en deudas con él y nadie mejor que su hijo Gabriel para sucederle llegada la ocasión considerando el noviazgo de los jóvenes.

Así se despidieron Alfredo y Moriona con la certeza de que Gabriel se uniría a ellos en cuanto todas sus documentaciones estuvieran listas.

Se aproximaba la fecha del viaje de Gabriel y sus padres a diario lo bombardeaban con recomendaciones, si bien sabían que no era un muchacho problemático, el sólo hecho de que no lo volverían a ver quién sabe por cuánto tiempo y el temor a que algo le sucediera, les hacía insistir con consejos.

Para Oliver el hecho de que su hermano se fuera lo tenía molesto, si antes le tenía celos, ahora estaba encendido de encono. Lucio, quien era su cómplice en todas sus fechorías, lo sabía, por eso una noche Lucio pasó a buscar a Oliver en su auto, quien, confabulado con su amigo, invitaron a Gabriel excusando su despedida, con la única intención de emborracharlo y ver si lo enredaban con alguna chica. Gabriel no pudo negarse y se fue contento con su hermano.

Gabriel debió brindar cada vez que el grupo de amistades de su hermano levantaban sus copas en su nombre, pero el intento de que una amiga lo sedujera, fue en vano. Cuando vieron que Gabriel daba señas de estar ebrio, decidieron llevarlo de regreso a la casa. Iban hacia la residencia haciendo chistes y riendo, cuando de repente, un camión se les atravesó en el trayecto y el auto comenzó a dar vueltas y Lucio, sin poder controlarlo, fueron a caer a un barranco.

Cuando se detuvo la caída, el auto había quedado sobre sus ruedas. Lucio fue el primero en hablar y salir, e inmediatamente sacudió a Oliver que venía a su lado y se estaba recuperando. Una vez fuera, llamaron a Gabriel, pero como no les respondía, lo sacaron y lo arrastraron lejos para dejarlo a salvo de cualquier explosión. Al ver que Gabriel no daba señales de vida, lo examinaron y llegaron a la conclusión de que estaba muerto. Trataron de corroborarlo, pero todo señalaba que yacía sin vida. En esos momentos Oliver, viendo el cuerpo de su gemelo tendido en el suelo, olvidó los celos que le habían dominado todo ese tiempo, y lo llamaba a gritos desesperados corriendo de un lado al otro.

Pero Lucio, que era más ligero que una liebre y con una mente bastante fría para maquinar temeridades, le dijo a Oliver que se cambiara de ropa con su hermano. Aquel se lo quedo mirando sin comprender. El maléfico Lucio le explico que, de esa manera, se podría hacer pasar por su hermano y así, podría ocupar su vida y viajar en su lugar. Oliver que se encontraba desorientado con lo sucedido, se negó, pero ante el argumento e insistencia de su amigo, y viendo la posibilidad de irse a California junto a Moriona como tanto había deseado, admitió que esa era una ocasión única, y pudo más su egoísmo.

Pero Lucio, antes de que se ejecutara el plan, puso lo que sería “su condición” de que, a su debido tiempo, cuando finalizara sus estudios, lo llevara a vivir a California.

Oliver vacilo un poco mientras manipulaban el cuerpo del gemelo, a la vez que murmura por lo bajo, ‘te amo hermano, siempre me apoyaste en todo, espero que esta vez sea lo mismo.”
Una vez cambiada las identidades, rápidamente subieron a la carretera y entonces vieron al chofer del camión, que medio desfallecido, se acercaba a ellos preguntando como se encontraban, informando que ya había dado anuncio a la policía y que ya estarían en camino.

La policía llegó junto con la ambulancia y les comenzaron a tomar declaraciones mientras los enfermeros levantaban a Gabriel en una camilla e inmediatamente se lo llevaron y como ellos estaban bien, no hubo necesidad de que fueran con ellos y se los llevaron a la comisaria para corroborar las manifestaciones del camionero y determinar cuáles fueron las causas del accidente.

Oliver estaba asustado, no sabía cómo iba a salir todo y si podría engañar a sus padres con la usurpación de identidad.

La policía les permitió retirarse cuando los padres de ambos muchachos llegaron hasta allí, mientras que la madre de los gemelos, estaba en el hospital.

Al verlo el señor Enzo, no percibió el cambio y por la ropa supuso de inmediato que era Gabriel el que estaba allí. Oliver se relajó al notar que no había sido descubierto y se marcharon del lugar. Don Enzo quiso dejar primero a su hijo en su hogar para evitarle malos momentos, y le pidió que se acostara, diciendo que ellos se ocuparían de su hermano. Oliver dio todo por hecho. A pesar de que nunca hubiera deseado la muerte de su hermano, no desperdiciaría esta oportunidad de largarse de ese pueblo que nada ofrecía. Fue una noche larga, pero al fin se durmió.

Al despertar, aun confuso, preocupado porque no sabía que sucedería de no viajar, para explicar el cambio que había hecho con su hermano, porque era seguro que no adoptaría la identidad de Gabriel sino se marchaba. Se sentía muy nervioso y preocupado. Comenzaba a sentir pánico. Las manos le temblaban, y el miedo a ser descubierto, lo inquietaba tanto, al extremo de sentir nauseas.
Se levantó, y al ver que sus padres aún no habían regresado, llamó a su padre, quien le dijo que estaba en camino.

Cuando el padre llego a la vivienda, lo encontró con convulsiones en el baño y con fuertes temblores. Le ayudo a irse a la cama y llamo al médico. Después de que el medico lo revisara, le dijo al padre que su hijo estaba sufriendo un estado emocional muy fuerte debido a lo acontecido, más aun, porque el lazo que poseen algunos gemelos, hace que sus vidas se vean complejas en algunos casos y que, por el momento, debieran alejarlo de toda la tragedia concerniente a su hermano. Lo mantuvieron medicado y la mayor parte del tiempo Oliver se la pasaba durmiendo. Eso fue lo que apremio al hombre, y con su mujer, tomaron la decisión de evitarle más penas a su hijo.

Así que, esa noche, viendo que Oliver, Gabriel, según creía su padre, se estaba recuperando, le dijo que viajaría según lo establecido.

Oliver, que no podía superar la muerte de su hermano porque la culpa lo atormentaba, deseaba partir lo más rápido posible para alejarse del horror de sus acciones, aunque sabía que fuera donde fuera, cargaría consigo su condena, pero, sobre todo, no poder mirar a los ojos, a sus progenitores.

Sus padres hicieron, aunque con recelo, el intento de que su hijo fuera a despedirse de su hermano antes de partir, pero el pánico que se reflejó en el rostro de Oliver, los hizo desistir y avalado por las recomendaciones médicas, de que por el momento ninguno debería nombrarle a “Oliver” ya que pudiera provocarle una nueva crisis.

Nada parecía hacer sospechar la confusión que se estaba generando.

Todo fue según lo planeado por los dos amigos. El avión había partido rumbo a California. Oliver comenzó a preocuparse, porque a partir de esos momentos, debería comportarse como su gemelo. Sería una prueba difícil y le preocupaba, ya que presentía que algo en él, había sufrido un cambio, tenía presente que, desde ese instante, era cuestión de no olvidar que ahora, era Gabriel.

Su padre al despedirse le pidió que no pensara más en lo sucedido y dejara atrás los momentos trágicos que había vivido y que su gemelo ahora estaba en manos de Dios. Oliver, a pesar de su egoísmo, lamentaba muchísimo la muerte de su gemelo.

La realidad era que, en el hospital, estaba Gabriel luchando por su vida. Sus padres deliberaban si habían hecho lo correcto en dejar marchar al gemelo mientras su hermano se hallaba en estado de coma, pero sabían que, si habían tomado esa decisión, fue para evitarle la pena y el sufrimiento que, de ahí en más, ellos tendrían que vivir.

Lo hablaron con Alfredo y le explicaron que, por recomendaciones médicas, no era conveniente que tocaran el tema de su gemelo por temor a su estado emocional. Y si hiciera preguntas le dijera que debería seguir adelante con su vida sin mirar atrás. Y eso fue lo que hizo Oliver con su marcado egoísmo. A pesar de que el sentimiento de culpa, lo acompañaría siempre en el silencio de la noche donde, y en muchas ocasiones, se levantaba afiebrado. El, daba por hecho de que sus padres lo habían querido alejar para evitarle sufrimientos y evitar que tuviera que despedirse de su gemelo, viéndolo en un ataúd.

Moriona lo recibió condolida pero advertida por sus padres, de no tocar el tema de su gemelo. Quería ayudarlo, porque sabía que estaba atravesando un trauma muy fuerte, por eso, como sabía que los dos se amaban, su estado de abstracción, no le afectaba. Así, con su cariñosa compañía, Moriona le fue dando confianza al supuesto Gabriel quien ya se sentía más seguro. Aunque ello fuera una más de las estrategias que aprovechaba Oliver a su favor, para evitar ciertos momentos.

Por eso, un día, Oliver le pidió a su tío lo llevara a trabajar con él, haciéndole comprender que no era necesario seguir sus estudios ya que allí, adquiriría más experiencia, y se sentía bien preparado para ocupar responsabilidades. Asumiendo que al final, terminaría en sus oficinas. Don Alfredo comprendió las razones de su sobrino y aceptó, por eso al poco tiempo lo nombro sucesor junto a su hija para dirigir la empresa llegada la ocasión.

Mientras, la relación con Moriona iba bien, Oliver se mostraba muy prudente, poniendo en práctica la manera de comportarse de su hermano a quien le debía su nueva vida, aunque su ánimo ya no era el mismo.

Con sus padres se comunicaba seguido, afirmando estar bien. Los progenitores nunca hablaban de nada referido al creían era Oliver, quienes guardaban la esperanza de que un día saliera del coma, entonces explicarían el porqué, guardaron tanto silencio. Siguiendo los consejos del psiquiatra, ya que, por el mutismo que demostraba el gemelo, se presumía que era posible que guardara dentro de sí, algún sentimiento de culpabilidad por los sucesos, dejándole un trauma muy profundo.

Lucio siempre supo del estado de coma de Gabriel y que Oliver se había marchado sin conocer la verdad, pero, advertido por sus padres, cuando se comunicaban, optaba por callar, además, temía que la reacción de su amigo al saber la verdad, lo echara todo a perder, porque según se sabía, Gabriel, nunca saldría del coma.

Al llegar la noche, una vez en su lecho, Oliver se preguntaba si había sido bueno haber cambiado su identidad por amor a Moriona. Aunque el amor que sentía por ella era tan profundo, que a pesar de que vivía ahogándose en una soledad interior, adoptando una personalidad que no le pertenecía, muy lejos de ser el mismo, estaba muy seguro de que nunca podría renunciar a ella, por eso soportaba tanto tormento, pero, cada vez que quería acercarse a ella, la culpa lo alejaba más y más, como si la presencia de Gabriel, se interpusiera.

Moriona fue conociendo otras facetas de su novio, sin sospechar nada, atribuía dichos cambios a su nueva vida y a todo lo concerniente a la oficina de su padre, y especialmente, a los trágicos hechos con su gemelo, porque al parecer, daba muestras de que lo había bloqueado en su mente, ya que nunca hacía mención de él. Se daba cuenta que el trauma con su gemelo, aun le afectaba mucho. Por eso, no hacía reclamos. Además, en cierta forma la enorgullecía, viendo todo el esfuerzo que ponía por llevar adelante las responsabilidades que su padre depositaba en él.

Sin embargo, había algo que notaba en «Gabriel» y era que, si bien jamás dejaba de decirle que la amaba, en ocasiones, cuando buscaba besarla, terminaba apartándose de repente y reaccionaba pidiéndole disculpas y se marchaba. Moriona sentía algo en su corazón que la perturbaba, sin saber que era, pero, en otras circunstancias, cuando se besaban, no apreciaba como antes sus caricias.

Dos años pasaron desde la llegada de Oliver a California, su tío se sentía muy feliz viendo que el muchacho se había convertido en su mano derecha y creía que era hora de ir dejándolo al frente, así él podría descansar ya que su salud lo necesitaba. Por eso, a la hora de la cena insinuó a los jóvenes de que sería bueno poner fecha a la boda, porque deseaba poder ser abuelo antes de irse de este mundo.

Para Oliver fue lo mejor que había oído desde que llegara, mientras que Moriona, si bien quedo en un principio algo confusa, sonrió y estuvo de acuerdo.

Pasaron unos meses. Fue una boda sencilla, con algunos amigos íntimos. Los padres de Oliver lo llamaron por teléfono para desearle felicidad y decirle que estaban muy felices por él, y Oliver les prometió ir pronto a verlos.

Los infelices padres, en la soledad de sus vidas, aunque deseaban volver a ver s a su hijo, se quedaron preocupados porque si su hijo regresaba, tendría que enfrentar la situación de su hermano que aún seguía en coma. Como su hijo nunca había manifestado nada sobre el estado de su gemelo, ni había vuelto jamás a nombrarlo, era indicio de que aún seguía afectado. Se lo comentaron al médico psiquíatra quien les dijo que era posible que el muchacho hubiese bloqueado ese episodio de su vida y era evidente que no ha podido superarlo, como si en su espíritu su gemelo, nunca hubiera existido. Y aconsejo que fuera conveniente que volviera y de esa forma, enfrentar su conflicto interior.

La pareja recién casada fue de luna de miel a una cabaña junto a un lago de California. Estuvieron disfrutando del bello lago de un color turquesa, tan translucido, que se podía ver en el fondo la arena dorada, como si fueran partículas de oro que se filtraran entre los dedos de los pies.

Para Oliver era un sueño cumplido y para Moriona, si bien estaba contenta, sentía que el cambio que supuestamente había sufrido Gabriel, no colmaba su corazón. Oliver, sin embargo, pudo superar los obstáculos que le impedían acercarse a ella y se sintió libre para amarla.

Un año después, Oliver decide viajar a su pueblo natal para ver a sus padres, ya que la empresa había sido su meta todo ese tiempo, pero consideraba que era hora de volver y aunque sin mencionarlo, deseaba visitar la tumba de su hermano. Así se despidió de Moriona y su de tío.

En el camino de regreso al hogar materno, mientras su progenitor conducía, en un trayecto de casi más de dos horas, don Enzo buscaba las palabras adecuadas para hablarle a su hijo sobre la situación del gemelo y no sabía cómo encarar el tema por temor a su reacción, y como prefería hablarlo antes de llegar a su vivienda, decidió parar en un bar de la carretera para comer algo y beber algún vaso de vino, pensando que a los dos, le vendría bien.

Oliver se sentía realmente contento de estar junto a su padre. Sólo al llegar junto a él, supo cuánto los había extrañado y también a su terruño.

Don Enzo, armándose de coraje, se atrevió a hablar con su hijo.
-Hijo, quiero hablarte con el corazón dolido, sobre tu hermano, y espero no te sientas mal por eso.
-Está bien padre. Ya estoy en condiciones de poder hablar sobre el tema.
-Me da gusto. Como podrás comprender, tu madre y yo no quisimos que tuvieras que presenciar, ya que luego del accidente, y al ver cuánto te hubiera afectado, preferimos alejarte para evitarte más secuelas emocionales de las que ya manifestabas. Por eso, esperábamos la recuperación de tu hermano, para hablar sobre ello.

Oliver, al escuchar a su padre, se le congelo la sangre y a punto de desmayarse, lo miro
con estupor.

– ¿Qué quieres decir?

-Lo lamento, tu hermano no ha salido aun del coma, y no sabemos si un día lo hará. Debes tomarlo con calma y pensar que sea lo que sea que suceda, Dios, así lo quiso, tú no tienes nada que ver.

El padre, viendo la palidez de su hijo y temiendo por él, decidió que era mejor marcharse el lugar.
Oliver se sentó en el coche sin decir nada, creyendo que el mundo se le venía encima, lo único que le permitía relajarse un poco, era que, si su hermano estaba en coma, por el momento, no corría peligro de que se descubriera la verdad.

Todo el camino de regreso lo hicieron sin hablar y el padre respeto el silencio de su hijo.
Cuando llegaron al hogar, al volver a ver a su madre, Oliver se echó en sus brazos y lloró, lloró con un llanto amargo, deseando poder volver a ser él mismo nuevamente.

Al día siguiente salieron rumbo al hospital. Entraron juntos a la sala. Oliver estaba lívido. Un auténtico arrepentimiento le produjo al mirar a su hermano, allí, postrado, no solamente ajeno al mundo, sino también sin su identidad. Esa que él le arrebatara. Creyó por momentos que iba a gritar la verdad, le pidió perdón en silencio, llorando, y salió casi corriendo del lugar dejando a sus padres contrariados, sin saber qué hacer.

Ese día casi no salió de su cuarto. Al atardecer le llamó Lucio y le dijo que pasaría a buscarlo. A sus padres les pareció bueno que fuera a ver al amigo.

Lucio al verlo abrazo a su amigo, ambos estaban emocionados, pero luego con tono de reproche Oliver dijo: ¿Por qué no me dijiste lo de mi hermano? ¿cómo pudiste ocultarme algo así? -le recriminó.

– ¿Y qué hubieras hecho, te hubiera sentido mejor acaso? ¿O confesarías todo, que suplantaste a tu hermano por seguir a Moriona? ¿Y luego qué?

-No sé qué hubiera hecho, no lo sé. ¿Pero te imaginas la impresión que me lleve al enterarme? Esto cambia todo, no me atrevo a seguir con esta farsa, aunque signifique perder a Moriona, debo volver a ser yo, no puedo seguir, Gabriel me asfixia, pero ahora, dime ¿cómo? Sé lo que significará para mí, renunciar a ella, nunca pensé que llegaría a esta dimensión mí delito. Yo creía que Gabriel había muerto, sino jamás hubiera aceptado semejante locura.

-Ahora esperemos, ya pensaremos en algo. Tu hermano no va a despertar, ya ha pasado mucho tiempo. Veremos a ver si se nos ocurre algo. Los dos amigos se separaron prometiendo verse al día siguiente.

Cuando volvieron a encontrarse, Lucio le manifestó que ya tenía un plan para salir del embrollo.

-Tengo una pregunta para hacerte antes de contarte mi plan, y no puedes pecar de ignorancia ya que, si Gabriel despierta, todo quedara descubierto, ahora, si deseas volver a ser Oliver, sin que nadie lo descubra, tengo el plan perfecto.

-Quiero volver a ser yo mismo. Ya no puedo seguir con esta mentira que me pesa demasiado.

Si había algo que tenía Lucio, era poder de persuasión y lograba que Oliver, perdiera lo poco de humanidad que le quedaba. Siempre había sido una mala influencia para Oliver.

El plan debería hacerse sin pérdida de tiempo, porque si Gabriel salía del coma, todo estaría perdido, y eso es lo que Lucio argumento para convencer a su amigo.

Al día siguiente se pusieron de acuerdo en llevar el plan adelante, aunque Lucio, sin darle a conocer a Oliver los detalles del mismo, le pidió que no hiciera preguntas y confiara en él, Oliver, que siempre obedecía a su amigo, no lo cuestionaba nunca porque lo consideraba el más audaz.

Ya entraba noche cuando Oliver y Lucio llegaron al hospital y como a esa hora el personal era reducido, no tuvieron dificultades para estar a solas con Gabriel sin ser molestados con el ir y venir de algún enfermero.

Lucio había estudiado bien el área del estacionamiento que lo conduciría a la puerta trasera, desde donde era muy fácil llegar o salir sin ser visualizado. Decidido a llevar su plan adelante, comenzó a darle las recomendaciones a Oliver, pidiéndole que intercambiara su ropa “nuevamente” con Gabriel y que se metiera en la cama para ocupar su lugar, aclarándole que él, haría el resto, aunque, sin dejarle saber a Oliver, cuál sería su plan. Ante tal insistencia, Oliver terminó cediendo, porque a esas alturas era una marioneta de su amigo. Pero, al momento de acercarse a Gabriel, Oliver, pálido, mirando el rostro de su gemelo, sólo repetía “perdóname, perdóname” “te amo hermano” y tuvo miedo de seguir adelante y se hizo para atrás.

Lucio, que conocía muy bien a su amigo, al verlo tan poco decidido, le exigió que se quitara su ropa antes de que pudieran descubrirlos mientras él, liberaría los cables que lo mantenían conectado y le sacaría la bata al gemelo.

No fue sencillo hacer todo eso para Oliver estando bajo la fuerte impresión, sin sentirse el peor de los delincuentes, quizás el más malvado, porque sentía tanta culpa, que hubiese preferido haber sido él, quien estuviera realmente allí.

Con mucha premura todo se hizo según lo planeado por Lucio que, con su complexión robusta, no le fue difícil cargar el cuerpo de Gabriel y llevarlo hacia el maletero de su vehículo y, cuidando bien de no ser visto, se marchó de allí.

No había pasado ni una hora cuando Lucio ya estaba de regreso. Oliver, acostado en el lecho donde permaneciera tanto tiempo su hermano, sintiendo el frio de las sabanas, no se atrevía a abrir los ojos cuando escuchó que alguien entraba, pero su amigo le dijo:

-Soy yo, quédate tranquilo que todo fue bien.

– ¿Qué hiciste? -Pregunto aterrado Oliver.

-Tire su cuerpo desde el puente, cuando lo encuentren creerán que eres tú. Pensaran que tu conciencia no lo resistió y te suicidaste. Así te libraras de todo. ¿No es lo que querías? Volver a ser Oliver.

– ¿Cómo pudiste? ¡Dios mío! -se agarraba la cabeza- ¿cómo pudiste hacerlo?… mi hermano aún estaba vivo. ¿Cómo viviré con eso?

-Comprende que tu hermano ya no existía. Le hemos hecho un favor. Está mejor ahora, y olvida porque ya no hay marcha atrás. Tu ropa identificará al verdadero Gabriel, porque he dejado tu campera atada en la baranda del puente. Así será fácil que lo encuentren rápido. Nadie sospechará nada, pero no temas, por suerte se te ve muy, muy delgado, no tendrán ninguna duda, todo saldrá bien, ya verás. Ahora, llamaré al enfermero para decirle que has despertado, y cuando entre, seguro entrara para verificar y saldrá rápidamente e ira a dar aviso y también a tu familia, y como es muy noche, todo estará muy tranquilo.

Luego yo diré que te has quitado todos los artefactos y por eso te he puesto cintas adhesivas. De todos modos, esconde tus manos y muestra debilidad, por suerte estás demasiado pálido, “será por el julepe que tienes” si no fuera tan trágico todo, hasta me reiría de ti, pero yo también estoy temblando. Juzgaría que, con semejante noticia, muchos detalles pasarán desapercibidos, menos mal que es de noche y hay poco personal de la salud.

Ahora hazte el medio moribundo, como despertando de un largo letargo, no te muevas mucho, asume bien tu papel de resucitado y muestra cierta torpeza, habla poco, haz algunas preguntas como, “porque estoy aquí.” Muéstrate ansioso por saber lo sucedido y pregunta por Gabriel.

Lucio salió a dar aviso al enfermero que rápidamente se presentó en el cuarto, mientras que, Oliver, al verlo entrar, no se atrevía ni a respirar, y su palidez era tal, que Lucio creyó que se desmayaría, por eso corrió a su lado tratando de calmarlo, aunque en el fondo, quería ahorcar a su amigo porque si se desmayaba le harían quizás, pruebas para corroborar su estado.

– ¡Mi amigo ha despertado! -dijo mostrando un estado eufórico, dando muestra por la alegría que le causaba el despertar de su amigo.

– ¡No puedo creerlo! -dijo con el mismo entusiasmo el enfermero- tendré que dar aviso a su médico y a sus familiares.

-Lástima que su hermano se fue hace más de media hora, se sentía muy mal, no soporta ver así, a su gemelo. Yo me quise quedar, siempre he pensado que él me escucha si le hablo, yo he sido su amigo.
Oliver, escuchaba y daba muestras de escuchar mientras los miraba balbuceando algunas palabras.

– ¿Qué pasa, por qué estoy aquí?

-Quédate tranquilo, estás bien, ya vendrá el médico, ahora es mejor que no hables -le dijo la enfermera.

El medico de turno llegó rápidamente y evaluó sólo sus signos vitales, diciendo que todo estaba bien y ya no corría peligro alguno. Nadie malició del intercambio de los gemelos. Nadie podría sospechar algo así, nunca.

El clima era favorable para los dos amigos que estaban pendientes de cada movimiento. Los padres muy felices por la noticia, concurrieron rápidamente al hospital e intentaron en vano tratar de comunicarse con su otro hijo para darle la gran noticia, sin resultado alguno.

Cuando llegaron al hogar y comprobar que tampoco se hallaba allí, y no había señales de que hubiese dormido en la casa, les invadió un gran temor. Habían ido solamente para buscar ropa para Oliver. Y, ante la preocupación de que a Gabriel le pudiera haber pasado algo, llamaron a la policía, como en el pueblo todos se conocían, y el comisario era un vecino más, prometió mandar a hacer una búsqueda.

Unas horas después, el comisario se presentó en el hospital para comunicarles a los padres, no sin antes pedirles mucha valentía para recibir la noticia que les estaba dar y, cuando le escucharon decir que, suponían que su hijo se había arrojado al rio, el grito de la madre se escuchó por todo el hospital.

Habían hallado su chaqueta y sus documentos lo identificaban, aunque para verificarlo, tenían que rastrear la zona hasta hallar el cuerpo, si es que lo había. Los padres, conmocionados por la noticia, se dejaron caer en los asientos del pasillo. La madre comenzó a llorar diciendo -recupero a un hijo y pierdo al otro ¿dónde está dios? ¿Cómo puede hacernos esta mala jugada?

El marido, queriendo sobrellevar la tragedia, se acerca a su mujer abrazándola, pidiéndole calma, recordándole que aun está Oliver, que necesitaba de ellos y no debería enterarse recién salido del coma. La mujer, seco sus lágrimas y asintió con la cabeza. Juntos entraron al cuarto, aunque ambos amigos al verlos, se dieron cuenta de que ya sabían algo de lo sucedido con Gabriel.

El comisario interrogó a Lucio ya que era quien había estado las últimas horas con él, para tratar de encontrar las causas que pudieron llevar al joven a tomar tan drástica decisión. Lucio, mostrándose acongojado, lo único que le dijo, fue que Gabriel al ver a su hermano en esas condiciones y de conocer su estado, ya que él lo creía muerto, le había dicho que le resultaba muy difícil asimilarlo, y verlo ahí, inerte, muerto en vida, dijo no poder resistirlo y se marchó casi corriendo, pero yo jamás hubiera pensado que se quitaría la vida.

Al día siguiente los padres pudieron llevar a Oliver a la casa porque decía enfáticamente, que se quería marchar de allí y el medico aceptó pensó que era lo mejor para él y que lo visitaría a diario.

Mientras esperaban que apareciera el cuerpo de su hijo, decidieron contarle a Oliver, la versión de que Gabriel se había casado y se había marchado a California, donde sería difícil regresar de inmediato. No se atrevían a revelarle la verdad por temor a su reciente recuperación.

Oliver demostró un fingido interés, aduciendo que estaba muy feliz por su hermano.

Casi una semana transcurrió hasta que les comunicaron a los padres que habían encontrado el cuerpo de su hijo río abajo, donde la corriente se lo había llevado. Fue desvastador para ellos, más aun, teniendo que guardar las apariencias antes el hijo, recién recuperado.

Los acontecimientos posteriores fueron, reconocer el cuerpo. El padre fue quien lo hiciera muy a su pesar, sin permitir que su esposa viera el estado en que se encontraba su amado hijo.

Todo fue tan rápido para esos padres angustiados, quienes sentían la alegría de que su hijo Oliver, hubiese vuelto a la vida, mientras el dolor tan inmenso de tener que enterrar al otro, al tan amado Gabriel, que debían escudriñar aquellos sentimientos encontrados, para poder encontrar un equilibrio en sus almas.

Oliver se movía nervioso por toda la casa, aunque aparentando una normal recuperación. Los padres le habían pedido a Lucio que no lo dejara solo, y que no le mencionara a Oliver sobre lo acontecido con Gabriel; noticia muy comentada en todo el pueblo, sin que haya sospecha alguna, de que se hubiese ejecutado tan maléfico intercambio.

Esperaban el arribo de Moriona y su padre, que trataron de viajar lo más rápido que les fue posible y para llegar a tiempo al entierro de Gabriel.

Moriona llegó con un estado muy angustioso, y esperaban que fuera ella quien le diera a Oliver, la noticia de la muerte de su Gabriel.

No fue fácil para Moriona enfrentar a Oliver, ni encontrar las palabras justas para comenzar a explicarle, porque dentro de sí, sentía desnuda frente a él, sentía como si le hablara a su Gabriel, ese que conociera en la intimidad, a quien le entregara sus caricias, sus besos, por eso, creyendo que alucinaba al pretender ver algo en el fondo de las pupilas de Oliver, desistió de hacerlo y salió corriendo.

Mientras tanto, Oliver, al ver a Moriona, creyó que el corazón le iba a explotar por la agitación, sabiendo que esa, era una renuncia definitiva a su gran amor.

Recién al segundo día y con más calma, Moriona tomándole las manos le informó a Oliver, lo sucedido con Gabriel. Oliver, no tuvo que fingir la angustia que la muerte de su gemelo producía en su alma, era sincero en sus sentimientos, sabiendo que su conciencia se lo le reclamaría por siempre.

Y optando por guardar silencio, fue a encerrarse en su dormitorio, algo que todos respetaron.

Al funeral, todo el pueblo se presentó. Los padres iban junto a Oliver, Moriona y su tío, seguido de amigos que caminaban detrás del séquito fúnebre que precedían con el ataúd, cargado por amigos y el comisario del pueblo, rumbo a su destino final.

Una semana después, Moriona y su padre, decidieron que era hora de marcharse. A Oliver se le vino el mundo encima, sintió que con ella se iba también su vida entera. Sin dudas, por ella se había atrevido a condenar su alma al infierno.

La hora del retorno de Moriona con su padre a California llegó. Todos se hallaban sentados en la sala, tratando de ocultar el dolor de la despedida, por eso, en medio de aquellos momentos difíciles, Moriona dijo:

-No quiero marchame sin antes dejarles una noticia que sé, alegrará sus corazones y traerá un consuelo a sus vidas. Pero, especialmente quiero dirigirme a Oliver.

-Querido primo, sé que lo que voy a decir los hará, pero sobre todo a ti, muy feliz. Debes saber que he sido bendecida, porque dentro de mi vientre, llevo a un Gabrielito, así se llamará, porque el saber que algo suyo seguirá viviendo entre nosotros, nos recordará siempre a nuestro amado Gabriel, sobre todo a ti, Oliver, por ese lazo tan grande, que los unió en vida.

Oliver no encontró palabras para responder porque batallaban en su interior, mil emociones contrapuestas. La llegada de ese hijo, al que nunca podría revelarle la verdad. Ese hijo que ya despertaba en él, emociones desconocidas, que ablandaba su corazón, pero también, las más escalofriante, la que siempre estarían recordándole su crimen.

Moriona siguió hablando mientras que Oliver, muy distante, sintiendo que el mundo que había deseado junto a ella, ese mundo que él había construido, se había ido con su gemelo.

Los padres dentro de tanto dolor, se pusieron felices al conocer la noticia, mientras Moriona les prometía que vendría seguido a visitarlos con su nieto. Oliver, no escuchaba, seguía pegado a su silla sin poder responder, aun así, hizo un esfuerzo por levantarse y fue a darle su más dolido abrazo.

Sin embargo, en ese abrazo, en ese instante, una inquietud que acometió desde sus más profundos sentimientos, le recordó un juramento que, de chicos, se habían prometido con su gemelo y que ahora como una luz, reaparecía en su memoria.

Tenían escasos siete años cuando, tomados de las manos, mirándose a los ojos, se hicieron una promesa, un pacto que nunca deberían olvidar: «juraron ser siempre uno, tan fusionados, en esta vida, como en la otra.”

Un frio recorrió su cuerpo, entonces supo que, a pesar de todo, siempre seguirían unidos. Y ese, su hijo, vendría ahora a recordarle aquella promesa.

Autor

  • Norma Villanueva

    Cuentista argentina que durante gran parte de su vida residió en Los Ángeles, California. Activa miembro de organizaciones culturales como la Peña Literaria La Luciérnaga, Utopía y el Taller Hispanoamericano de Cultura. Algunas de sus narraciones fueron publicadas en El monóculo, La hoja, Mirando hacia el sur y en La-Luciernaga.com.

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