Juan Gelman, una partida que siempre regresa

Este 14 de enero se cumplen nueve años del fallecimiento del poeta argentino Juan Gelman. Esa estructura de pensar la vida en números, nos remite a la enorme emoción de la épica tarea por la verdad, la memoria y la justicia que vienen llevando las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina.

Un abuelo de Plaza de Mayo

En 2022 se marcó un hito histórico en Argentina, con la recuperación de los nietos 131 y 132. Juan Gelman y Berta Shuberoff fueron, durante años, unos de esos abuelos que buscaban incansablemente a su nieta o nieto, después que la dictadura cívico-militar de la década de 1970 secuestrara a Marcelo Gelman y a su compañera María Claudia García Iruretagoyena, embarazada de siete meses.

En los años 90, cuando durante el liberalismo del ex presidente Carlos Ménem se hablaba del  «fin de la historia», el poeta estuvo dando una pequeña charla en una librería independiente de la calle Valencia en la ciudad de San Francisco, California. Su mirada, lejana y triste, se concentró de manera vívida en un joven de menos de veinte años quien, junto a su padre, escuchaba al poeta. Al terminar la lectura, Gelman se acercó al muchacho, lo saludó, le extendió la mano y lo miró a los ojos. Tal vez, estaba buscando a su nieto.

El 31 de marzo de 2000, la búsqueda finalizó con la restitución de la identidad de  María Macarena Gelman, nacida en cautiverio y criada por un policía uruguayo que falleció en 1996.

El oficio ardiente de la poesía

Gelman, hijo de inmigrantes judíos ucranianos, arribó al mundo de la poesía con el temprano sonido de esa música intraducible que le llegaba en su niñez, desde las lecturas en ruso que articulaba la voz de su hermano Boris.

Trabajó también en periodismo y su militancia política en el peronismo revolucionario lo obligó a tener que exiliarse. Cargó por años con una condena de muerte que se prolongó aún cuando, en 1983, Argentina ya había recobrado la democracia. Residió alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México, donde falleció a los 83 años de edad.

Fue uno de los fundadores del grupo de poetas «El pan duro», secretario de redacción de la Revista Crisis, director del suplemento cultural de La Opinión y jefe de redacción de Noticias. También ejerció como traductor en la UNESCO. Desde 2007 colaboró con el periódico de Buenos Aires, Página 12.

La antología «Pesar todo» fue galardonada con el premio de poesía José Lezama Lima, que concede la Casa de las Américas. En 2005 publicó una nueva antología, «Oficio ardiente», que reúne poemas publicados a lo largo de casi cincuenta años y algunos otros inéditos.

El sonido de las letras y el eco de sus palabras

En el ámbito musical escribió dos óperas, La trampera general y La bicicleta de la muerte; dos cantatas, El gallo cantor y Suertes; y produjo varios LP. En el año 2010, junto al músico Rodolfo Mederos, realizó un recital poético musical llamado “Del Amor”

Recibió numerosos reconocimientos entre los que destacaron el Premio Nacional de Poesía, en 1997, y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2005. Además tiene el título de ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires.

En 2007 obtuvo el Premio Cervantes, considerado el galardón más importante de las letras hispánicas, y, dos años después, la Asociación de Poetas Chinos le otorgó el Premio Antílope Tibetano.

El escritor depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permanecerá guardado hasta el 3 de mayo de 2050.

De su libro Mundar, publicado por Página 12 y Seix Barral, en abril de 2012, reproducimos estos poemas:

Otoñar

Otoñar
Hay que hacerlo con gran
respeto por las hojas. Su amarillo
es un resto de sol y dice
que el alma es un
ejercicio del alma. Si no,
se le va el techo y las tormentas
embarran el lenguaje. De ahí
no nacen hombre ni mujer, apenas
espejos de las grietas
sin luz lunar ni humo
que esconda puertas mal cerradas.
Lo que se oxida es el recuerdo
de uno mismo
en vociferaciones de la frase.
Alguien riega los astros
Y la madera crece. 

Caminos

Mujeres, hombres, niños, díganme.
La niebla no ha salido
y el aire arropa el pabellón
de los solos. Un otoño arrugado
le da la mano a pérdidas, los sastres
no las saben coser. En el camino
cae lo ciego del andar, palabras
arrancadas al cuerpo, los pedazos
de una ausencia que cruje.
Las fábricas del frío no
pueden tapar la boca
abierta a vientos de nacer
en los kilómetros de insomnio
a caminar todavía.

Nieblas

Aparecen con niebla
los rostros muertos hacia arriba y
compañeros que no se oyen
miran el mundo.
El río abre las piernas
de una mujer y pasa
la delgadez de abril. País
de la desdicha
que no se va, no anda
enamorado de
la que canta en un lecho florido.
Poesía,
atrás la sombra a su vértigo/
a la fatalidad a su respiro/
vuelo que
no conoce el perdón.

Alambres

En la farándula del viento
colgué las ropas de mi amor. Qué vuelo
tuvo entonces el tiempo que
nos pasamos el uno al otro/tan
difícil de agarrar completo.
Estamos en
lo que nos faltamos. Allí
nos vemos el uno al otro
en una calle donde
la luz cae al revés.

A Mara

Juan Gelman, en Mundar, 2012

En una reciente charla en el podcast Hablemos Escritoras (conducido por la escritora Adriana Pacheco), la poeta y escritora María Negroni contó que Juan Gelman le había dicho «la poesía es lo que cae, como la ceniza del «pucho» (cigarrillo, en lunfardo porteño).

Nosotros sentimos que la poesía de Gelman es lo que sostiene, lo que no nos deja caer y por eso queremos decirle, simplemente, gracias.

 

Autor

  • Adriana es educadora en el Distrito de San Carlos, California.Tiene una licenciatura en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Políticas, de la Universidad Nacional de Rosario. Madre de Dante, un joven autista de 23 años, Adriana disfruta en escribir crónicas diarias, que ella ha titulado "Fotos con palabras". Sus textos pueden verse en Facebook. También ha publicado en las revistas Urbanave y en Brando, del Diario Nación y Página 12 Rosario.

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