“Me pegó 5 tiros…”: La violencia doméstica en EE.UU.
Había sido una mañana común y corriente en la que Pauletta había estado lavando ropa y preparándose para recibir a su amiga con la que una vez al mes, en lo que se había convertido en una tradición, comían panqueques. No hubo discusiones, peleas; nada anticipatorio de lo que iba a ocurrir
“Recuerdo haber escuchado un ruido muy fuerte y, al darme vuelta, ver un arma muy cerca de mi cabeza. Estaba parado a 2 pies de mí, muy cerca, y me había disparado por primera vez…”, relató calmamente Pauletta Perez reconstruyendo ese día inolvidable cuando su esposo trató de asesinarla. “Cuando me seguí dando vuelta, siguió disparando”.
Después de recibir cinco balazos, la mujer logró reponerse, bajó las escaleras a tientas, corrió hasta la puerta (le quedó esta imagen de esforzarse en tratar de agarrar la manija y hacerla rotar) y se fue tambaleando hacia la casa de los vecinos.
“Mi esposo me acaba de disparar”, le dijo a la vecina que quedó estupefacta ante la aparición de esta mujer sangrando profusamente de la cabeza. Otros vecinos que se acercaron estaban como congelados. Uno finalmente atinó a llamar al 911.
Con ese relato escalofriante, Pauletta Perez abrió la conferencia de prensa, organizada por Ethnic Media Services, en la que la miembro del consejo directivo de Voces Contra la Violencia (´Voices Against Violence´), se unió a otros expertos para explorar el tema de las conexiones entre las armas de fuego y la violencia doméstica.
Otros de los participantes incluyeron a Laura Cutilletta, directora de la firma de abogados Giffords Law Center; Tiffany Garner, administradora estatal del Community Violence Initiatives del Giffords Law Center; y Shikha Hamilton, directora de Promoción y Movilización en Brady, United to End Gun Violence.
Estados Unidos
Lo que le ocurrió a Perez no es un caso aislado. Ocurre frecuentemente. Especialmente en los Estados Unidos en donde, comparado con los otros países industrializados, una mujer tiene una probabilidad 21 veces mayor de morir a manos de un arma de fuego.
La mayoría de esos homicidios no son cometidos por desconocidos, sino por alguien cercano: un esposo, el novio, un familiar. Y este fenómeno no está limitado a ciertos grupos demográficos. Cualquiera puede ser víctima sin que importe la raza, etnicidad, educación, ingresos.
«Hay más de un millón de mujeres que han recibido disparos de su pareja y 4 millones y medio que han sido amenazadas con un arma…», señaló Tiffany Garner. “Más de 600 (murieron)… es decir, aproximadamente, una cada 14 horas»,
Tras el intento de asesinato, el esposo de Perez se suicidó y dejó sin respuesta el interrogante sobre la motivación del crimen. Si bien había sido un esposo abusador, algo que Pauletta descubrió recién después de su casamiento, no habría habido una causa inmediata que generara o explicara el acto tan drástico.
Es más, ese día había sido una mañana común y corriente en la que Pauletta había estado lavando ropa y preparándose para recibir a su amiga con la que una vez al mes, en lo que se había convertido en una tradición, comían panqueques. No había habido discusiones, peleas; nada anticipatorio de lo que iba a ocurrir. Y de pronto, mientras estaba doblando la ropa, alineando las camisas, los pantalones, escuchó que le preguntaba “Por qué has estado hablando sobre mí”. Y estalló el primer disparo.
Medidas gubernamentales
A nivel estatal varios gobiernos han introducido leyes que limitan quién puede comprar un arma.
“Los estados que han promulgado leyes que restringen el acceso a armas de fuego, a las personas con órdenes de restricción por violencia doméstica, han sido bastante efectivos”, explicó la abogada Laura Cutilletta. “Los estados con estas leyes han visto una reducción del 13% en los homicidios de parejas que involucren armas de fuego. Y los estados que lo han hecho por órdenes de protección de emergencia ex parte han visto una reducción del 16%”.
El problema es a nivel federal, donde toda posibilidad de reforma parece frenada. Esto se debe, en gran medida, a poderosos lobbies como la Asociación Nacional del Rifle (´National Rifle Association´, NRA) que promueven una interpretación dogmática de la Segunda Enmienda de la Constitución Nacional, y políticos que temen apoyar lo que les puede costar su reelección.
Por más que el NRA haya desarrollado la falacia narrativa que son los hombres y no las armas las que matan, es más que claro el peligro que representan las armas. Como sugieren algunos estudios, la presencia de un arma en una situación de crisis doméstica incrementa el riesgo de que termine en homicidio en un 500%.
Por eso, como sugiere Shikha Hamilton, es más que necesario continuar las campañas para que el Congreso Nacional apruebe los proyectos de ley que proveen una mayor protección a las víctimas de violencia doméstica.
Entre esos proyectos de ley, que están durmiendo en el Congreso Nacional, está el Acta Federal de Orden de Protección contra Riesgos Extremos (´The Federal Extreme Risk Protection Order Act), la HR8 o sistema Nacional Instantáneo de Verificación de Antecedentes Penales (´National Instant Criminal Background Check system´) y el Acta de Violencia contra la Mujer (´The Violence Against Woman Act´) que, entre otras cosas, permitirían que familiares u otros allegados a una persona riesgosa o la misma policía puedan peticionar ante las cortes la remoción de armas y, además, el perfeccionamiento del sistema que sirve para verificar los antecedentes de quienes quieren comprar armas.
“Hoy ese proyecto de ley de verificación de antecedentes, HR8, todavía está esperando una votación en el Senado porque la NRA y el lobby de las armas han hecho casi imposible que muchos miembros del Congreso voten por este tipo de proyecto de ley a pesar de que es más popular que cualquier otra propuesta política…», explicó Hamilton.
Este impasse legislativo, en un país con 393 millones de armas, está costando vidas.
Casi le costó la vida a Pauletta Perez
Después de los cinco balazos que recibió, Pauletta tardó años en recuperarse. Si es que realmente se puede recuperar emocional y físicamente después de este tipo de tragedia. Inicialmente fue un esfuerzo para sobrevivir. Después vinieron 6 o 7 años de cirugía tras cirugía. Algunas para remover fragmentos de bala. Es más, todavía tiene algunos en áreas sensibles de su cuerpo que hacen muy riesgosa una potencial extracción quirúrgica. Perdió la capacidad auditiva en su oído derecho. Tuvo que aprender a pronunciar palabras, oraciones, en un proceso interminable que duró años; hasta que finalmente recuperó el habla.
Hoy, la mujer que sobrevivió tremenda experiencia, que su cuerpo carga fragmentos de esas balas homicidas, dedica su vida a la noble tarea de educar a otros sobre los riesgos de las armas y la violencia doméstica. Siempre empieza sus presentaciones con un “Hola, soy Pauletta Perez… Mi esposo me disparó un total de cinco veces, cuatro a la cabeza”.
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