Pacífico inédito 1862-1866

Era 1862, durante la Guerra Civil estadounidense. Napoleón III manejaba los destinos de Francia, se inauguraba El Puente Wensminster de Londres y una parte contundente de Asia se unía bajo imperio otomano. Las teorías naturalistas de Charles Darwin estaban en pleno apogeo y aún no existía la sociología ni la antropología. Pero si existía la fotografía.

Entretanto, el científico español Rafael Castro de Ordoñez realizaba una travesía por la costa pacífica al más puro estilo Jack Custeau, retratando, cámara fotográfica en mano, las costas de América sin saber que estarían perdidas por centenios y serían desenterradas y publicadas, como un tesoro 144 años más tarde .

Se trara de Pacífico Inédito, una exposición fotográfica itinerante cuyo catálogo de fotografías dicen más que mil palabras. Esta singular muestra –que estuvo perdida por más de cien años y fue rescatada en 1986 en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid— captura detalles vitales desapercibidos tanto por compendios históricos como por trabajos literarios de la colonia y por esta razón los complementan.La exposición itinerante de 90 fotografías ha realizado su propia travesía por los Institutos Cervantes del mundo, estuvo en Nueva York el 2006. Su catálogo aún se encuentra disponible en línea.

En ella, Ordoñez retrató la singular flora y fauna del continente y de paso las nacientes repúblicas, atrapando tras el lente importantes aspectos sociales de la época. Pasan por el lente de Ordoñez habitantes de todas las colonias, incluyendo el puerto estadounidense de San Francisco, en una travesía descrita desde otro abordaje y articulada a través de una distinta impronta; la impronta científica.

La misión de la expedición no fue exploradora ni social como la de Ernesto Che Guevara; tampoco mercantilista ni evangelizadora como la misión conquistadora. El resultado fue una serie de cándidas fotografías de San Francisco, Panamá, Guayaquil, Salvador de Bahía, Lima, Valparaíso, el norte de Chile y Buenos Aires en plena República. Pero eso no es todo. Ante el lente fotográfico de Castro de Ordoñez posaron mujeres, hombres y niños tal cual lo harían hoy para un documental.

Las fotos de iglesias y planos urbanos reflejan las marcadas diferencias políticas entre las nacientes repúblicas, dando cuenta de los vestigios coloniales que aún se imponían en el territorio. El material fotográfico también da cuenta de diferencias arquitectónicas que definen en su esencia la huella distintiva de cada ciudad. La grandeza de la Catedral “Entierro de San Román” localizada en Lima, ex virreinato, contrasta con una pequeña iglesia de San Pedro, en Guayaquil. La minuciosa arquitectura barroca de Perú difiere de la arquitectura clásica de Buenos Aires y de Santiago de Chile. Los balcones hacia el norte sugieren una arquitectura española que se adaptó al clima tropical.

Valparaíso, por su parte, se extiende amplio y moderno, estableciendo la importancia de este puerto que en aquel entonces, cuando era paradero marítimo obligado para las naves que, vía Cabo de Hornos navegaban hacia el Atlántico cuando todavía no existía el Canal de Panamá. La diversidad citadina era similar a la del paisaje humano de la época. Pero las intenciones del fotógrafo al describirlas son a mi juicio inescrutables. En Brasil las fotografías de personas de marcado origen africano posan para la cámara esquivando el lente a diferencia de los chinos de San Francisco que miran fijamente al lente, al igual que los indígenas de Guayaquil y los araucanos de Chile. Sin embargo, cuesta dilucidar si el fotógrafo busca retratar la diversidad racial o simplemente asume a sus retratados con carácter científico como una raza distinta a la del europeo, como si estuviera retratando en un zoológico a la especie humana.

Una sola mujer que mira fíjamente a la cámara tiene aspecto de criolla ya que viste ropa europea mientras muestra rasgos de nativa. El resto son todos «especies humanas» que difieren de la europea. Lo único claro es que las fotografías de indígenas de la época no son precisamente indigenistas y algunas sugieren tanto su propia perspectiva con respecto a los indígenas como la relación estos con las nuevas repúblicas. Castro de Ordoñez describe a un indio patagón que posa gallardo frente al lente, vestido de piel de guanaco, como un cacique, que según él presenta “ fisonomía mujeril”. Acto seguido señala non chalant “…Pero idiotas entregados a las bebidas alcohólicas que adquieren por las tan apreciadas pieles de guanaco y avestruz y en las que comercian con el gobierno chileno; pues pertenecen a la colonia de Chile”, esta sentencia articulada sin pelos en la lengua en su crónica sugieren una sentencia difícil de digerir doscientos años más tarde.

Quizá sea en Lima, Perú donde Castro de Ordoñez desplega su capacidad de observación objetiva y amplia tanto a través del lente como mediante sus palabras. El fotógrafo entrega una compleja versión sociológica de la capital de Perú, documentando sus descubrimientos, a mi juicio, con mayor objetividad y extensión. Asimismo entrega datos específicos de población de Lima dando cuenta de la diversidad de la capital, poblada por africanos según lo demuestra una vendedora de tapices que posa en forma cómoda y estirada sobre sus bordados, cual lo haría una vendedora para un aviso comercial. Los habitantes extranjeros, de 39.597 habitantes sobrepasan a los peruanos locales 37.030, cifra que indica la diversidad de Lima en la época.

Vale la pena adquirir el catálogo de esta exposición, que fue montada por la sede neoyorquina del Instituto Cervantes el 2006, puesto que da cuenta de una compleja red social, política y urbana de un continente americano en aquel entonces en temprana formación. Asimismo, documenta el colonialismo de un continente diverso en razas y por qué no decirlo, empotrado en la arquitectura dejada por los españoles. Castro de Ordoñez los mira con instinto de naturalista, utilizando una voz desapegada, pero el discurso cambia a ratos, cuando busca hallar la conexión perdida con España. “Panamá era una plaza fuerte en tiempo de nuestra dominación”, comenta Castro de Ordoñez, mirando con nostalgia el nexo un tanto trunco entre la península y el continente.

El catálogo de las fotografías ha sido editado en español e inglés por el Instituto Cervantes, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y publicado en Barcelona por Lunwerg Editores. Está disponible en línea a través del Ministerio de la Presidencia de España.

Autor

  • Liza Rosas Bustos

    Profesora chilena (Valparaíso, 1970). Reside en Nueva York (EUA) desde hace doce años y ha sido habitante del estado de Oregon hace diez. Ha colaborado para el periódico literario Puente Latino, Hoy de Nueva York. Formó parte del Espacio de Escritores del Bronx Writer’s Corps. Cuentos suyos han aparecido en las revistas Hybrido y Conciencia. Sus poemas, ensayos, artículos y cuentos han sido publicados por la Revista virtual Letralia de Venezuela. Sus poemas aparecen en las publicaciones mexicanas La Mujer Rota y la Revista Virtual Letrambulario además de Centro Poético, publicación virtual española. Obtuvo un Doctorado en Literatura Hispánica y Luso Brasileña en Graduate Center, City University of New York. Actualmente vive en Portland, Oregon y se desempeña como profesora de lenguage dual en Beaverton High School.

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