El Puma y la Venezuela de los cinco milagros

Foto: Wilfredor

Mi amiga venezolana me acaba de llamar desde su avión que va despegando desde México hacia Miami poco después de las votaciones de Venezuela. Emocionada, me contó por teléfono que el avión se había encontrado con José Luis Rodriguez, alias «El Puma» en el avión. Mi amiga, una ex- chavista que rápidamente pasó a la oposición, se acercó al Puma y para agradecerle el video de la canción «Yo regresaré» diseminado por Internet conforme se escuchaban los resultados avasalladores de la votación.

Soy chilena. Pero tras muchos años, me considero chilezolana. Yo hoy más que nunca, lo diré en llanero: me cala hondo Venezuela. La voltereta de su historia es quizá la más tenaz de las piruetas de todas los países de América Latina en los últimos tiempos.

Quizá sea porque he seguido de cerca su entrada a un gobierno de izquierda chavista, o porque vi a mi amiga esperanzada volviendo a Venezuela para apoyar a Chavez que la desilusionó con su porfía de mantenerse perpetuamente en el poder. O tal vez sea porque compruebo que a los más necesitados, o a quienes les prometió futuro, los veo mal con frío, hambre y ampollas en los pies cruzando la frontera para encontrar en un país de América Latina, lo que el gobierno chavista no le supo dar.

Mi amiga María y yo tenemos paciencia. Esperamos que estos encuentros con El Puma sean una coincidencia cósmica que no tardará en resolverse. Esperamos que se entregue el poder pacíficamente y Edmundo con Corina ocupen las sillas presidenciales como lo dicta la ley suprema.

Con las malas nuevas, el candidato opositor venezolano Edmundo González en Venezuela para salvar su vida y la de su familia, y María Corina escondida, es difícil tener esperanza. Pero hay que seguir intentando por todos los venezolanos en el exilio.

Espero que el Puma nos ampare

Es que las coincidencias con el Puma son muchas. Hace diez años fui yo quien se encontró con José Luis Rodriguez sentado en un asiento de un mall de Los Ángeles. Se veía desmejorado, esperando el pulmón para trasplante. Aún así, José Luis, el Churro como le decía mi tía, fue simpático conmigo. Emocionada como María, me acerqué a él y le agradecí la valentía de enfrentar a Pinochet en la Quinta Vergara decenios atrás para decirle al aire en televisión nacional que «a veces hay que escuchar la voz del pueblo».

Para aquel entonces, «El Churro» tenía mucho pegue en Chile y su carisma pudo más. Meses más tarde Pinochet perdió el plebiscito y el país volvió, después de 16 años, a la libertad.
Quizá y se repita el milagro, y su acto de crear una canción retumbe en los corazones de Venezuela como retumbaron en Chile. En tres naciones, Estados Unidos, donde vivo, en México país al cual visito y en Chile, de donde soy, he sido testigo del dolor del venezolano migrante que envía remesas, paquetes, lo que sea, para sustentar a los venezolanos que quedaron allá. Como en Cuba, los estantes llenos de comida para los venezolanos que pueden pagar dólares.

Según estadísticas, las cifras de venezolanos que viven en el exterior se cuadruplicó entre 2015 y 2019. «Somos los nuevos chinos,» me dice mi dentista venezolano con voz resignada. Él reside en México y no está solo en su situación. Durante estos últimos 15 años Latinoamérica se pobló de venezolanos profesionales buscando donde ejercer. En Chile, por lo menos las cifras indican que 79% volvería a Venezuela de darse las circunstancias apropiadas. Esperando están, y trabajando también. Mi hermana, desde Chile me acaba de contar que ahora hay dos venezolanos trabajando en su compañía de arriendo de vehículos.

Como ellos son millones los venezolanos que prestan servicios en el resto del mundo, añorando volver a Venezuela liberada.

La hermandad y la esperanza entre Chile y Venezuela

En Estados Unidos soy chilezolana. Su amistad es entrañable tanto por su sabiduría social, la capacidad de mantenerse optimistas del alma llanera. Esta conexión es abonada asimismo por las asociaciones mentales que ellos hacen al conocerme.

De hecho, muchos venezolanos fueron educados por profesores chilenos que fueron cobijados por Venezuela durante la dictadura chilena. Cientos de nuestros profesionales exiliados emigraron a Caracas a vivir y a trabajar tras el golpe militar de 1973. Venezuela fue generosa y tenía para repartir. Isabel Allende le dedica varios capítulos a Venezuela en su libro «Paula» donde vivió por años acogida por un pueblo que irradiaba progreso tropical y que compartió generosamente durante las vacas flacas y represivas de Chile.

Pero decenios más tarde los roles se trocaron. Son los venezolanos quienes salen buscando un sustento en libertad. Probablemente inmigrar a Chile, a Perú o a México sea un golpe de suerte para un venezolano profesional. Pero en Estados Unidos es un desafío que les retrasa años. Como profesora de una escuela secundaria de Estados Unidos, he visto llegar a estudiantes venezolanos esperanzados que se dan cuenta muy pronto que los obstáculos sociales y lingüísticos son una carga enorme difícil de llevar.

Sus padres, muchos de ellos profesionales, trabajan en oficios muy por debajo de sus capacidades sobreviviendo después de salir de Venezuela sin poder volver siquiera a visitar. Acabo de encontrarme aquí en Estados Unidos con venezolanos y americanos chavistas que insisten que de Venezuela no habría salido nadie a no ser por las sanciones impuestas que impactaron al país.

La suerte del venezolano profesionista que partió hace decenios no se compara con las traumadas olas migratorias que esperan en las fronteras latinoamericanas y son presa fácil para la delincuencia que vive en tierra de nadie. Para nadie es un misterio que las patrullas fronterizas que están en tierra de nadie, los ningunean y se aprovechan de su vulnerabilidad. En las fronteras de Estados Unidos su suerte es peor.

He visto como los trasladan de un estado a otro como seres indeseables. Una vez que llegan a sus destinos, son abusados por otros inmigrantes más astutos mientras se ganan el sustento en las calles de Nueva York. Son ellos a quienes Venezuela les prometió educación, voz y voto. ¿Dónde está?

Los miro en las noticias atravesando el gélido altiplano chileno-peruano, entrando a casas sin permiso para guarecerse del frío. Están pernoctando en carpas, afeando playas con sus enseres. De haber venezolanos malandros, los hay. Pero estoy cansada de defenderlos y explicar que es la experiencia lo que nos hace ser. Hasta yo sería malandra de atravesar cinco fronteras con hijos y frío a rastras, aguantando atropellos, con cansancio y sin nada que comer. Por Internet he visto sus pertenencias quemadas por mis compatriotas que se cansan de verlos en las calles pidiendo comida o abrigo.

Esto no puede seguir. Los gobiernos deben responder. Si no lo hacen, debemos obligarlos con lo último que se le ha negado al pueblo venezolano: nuestro sagrado voto.

Si el voto de ellos no ha bastado, el de nosotros sí

Si la inmigración venezolana es el elefante en la cocina de los gobiernos norteamericanos y latinoamericanos, pues que lo sea. Me comprometo a negarle mi voto a Harris o a Boric si no hacen algo por Venezuela. Me comprometo a votar por quien lo haga. Hay una nación itinerante y nómade de 7 millones de venezolanos en el mundo gracias al experimento social fallido de Chavez y Maduro.

La última ola de immigración ya no es una emigración profesional. Son jóvenes con destinos truncos cuyos padres votaron por el chavismo que les prometió un futuro que ellos van buscando en otras naciones ocupando el futuro de los ciudadanos locales. Ellos reciben el impacto de tanto desfalco social.

Demostraciones en contra del gobierno de Nicolás Maduro en Quebec, Canadá. Foto: Wilfredo Rafael Rodriguez Hernandez

Si nuestros gobernantes no hacen nada, se levantarán otros caudillos oportunistas que prometerán lo que no cumplen y muchas emigraciones seguirán la emigración venezolana buscando lo prometido más allá de la frontera.

El Puma, como lo llaman en Chile, es hoy un milagro viviente.

Su primer milagro fue recibir sus pulmones nuevos de alguien que, sin mucho alarde, le devolvió no tan solo la vida sino la voz y la creatividad. Como el trasplante del Puma, espero que tras morir esta dictadura, el trasplante de un gobierno mejor donde Venezuela pueda respirar, con el apoyo de todos los gobiernos, incluyendo a México.

Espero que haya un trasplante de corazón para los militares que con corazón endurecido apoyan al chavismo. Quizá así puedan poner los deberes de la nación por encima de los deberes de un partido que hace tiempo dejó de trabajar por la gente. No se puede traicionar una patria secuestrada por la mentira, el desfalco y la pobreza.

Espero el segundo milagro: México y los países que optan por ideología sobre la realidad apoyando el gobierno ilegítimo, examinen responsablemente que se están jugando los destinos de millones de venezolanos y de la estabilidad interna de Latinoamérica. El gobierno venezolano es el padre cesante y los gobiernos que lo apoyan habilitan la disfunción de un gobierno irresponsable.

Espero el tercer milagro: que Estados Unidos presione y negocie la salida del gobierno que hace rato dejó de ver por los más necesitados. Para eso tienen milicias en Colombia y en Panamá. Jamás pensé abogar por intervenciones. Pero en este caso lo amerita.

Espero el cuarto milagro: ver al Puma entrando Venezuela cantando con sus pulmones regalados anónimamente, con el vozarrón que tiene y su pinta de churro que ya regresó a su Venezuela libre.

María Corina Machado, líder de la oposición en Venezuela. Foto: Bel Pedrosa.

El quinto milagro: que una mujer presida Venezuela y que se le devuelva la dignidad arrebatada tanto a ella, como a la madre del Puma que le instruyó políticamente, y a los miles de encarcelados y muertos que ha producido la dictadura más fallida de nuestro último tiempo y que serán los tristemente célebres muertos de nuestra felicidad.

Autor

  • Liza Rosas Bustos

    Profesora chilena (Valparaíso, 1970). Reside en Nueva York (EUA) desde hace doce años y ha sido habitante del estado de Oregon hace diez. Ha colaborado para el periódico literario Puente Latino, Hoy de Nueva York. Formó parte del Espacio de Escritores del Bronx Writer’s Corps. Cuentos suyos han aparecido en las revistas Hybrido y Conciencia. Sus poemas, ensayos, artículos y cuentos han sido publicados por la Revista virtual Letralia de Venezuela. Sus poemas aparecen en las publicaciones mexicanas La Mujer Rota y la Revista Virtual Letrambulario además de Centro Poético, publicación virtual española. Obtuvo un Doctorado en Literatura Hispánica y Luso Brasileña en Graduate Center, City University of New York. Actualmente vive en Portland, Oregon y se desempeña como profesora de lenguage dual en Beaverton High School.

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