De repente, en España, nos sobra de todo; nos sobran liberados sindicales, Comunidades Autónomas, gobiernos municipales… nos sobran parados, políticos poco preparados, demagogias, frases inapropiadas, peleas con Marruecos… e incluso, nos sobra la desidia que mostramos por la situación.
Antes, cuando la bonanza económica salía con nosotros a pasear por las calles de nuestras ciudades, nos faltaba de todo. Convertimos el lujo en necesidad, y a la carencia en nuestra más fiel compañera.
Pero, ¿qué nos sobra realmente?, ¿qué es lo que necesitamos? Obviamente, no necesitamos la mayor parte de las cosas que nos rodean; sin embargo, la costumbre de la convivencia, nos hace creer que son indispensables y que sin ellas,nuestra vida sería un río de desesperación. En mi adolescencia, prefería ser vista desnuda a que me vieran sin maquillaje. De esta forma se aferra uno a lo más inservible; pero se necesita madurez para darse cuenta: crecer, y de eso, en estos tiempos, estamos un poco escasos.
De todos modos, las dificultades no implican que tengamos que vivir ascéticamente como ermitaño en monte; porque el progreso y la tecnología son, por suerte, enriquecedores en nuestras vidas; sin embargo, es este apego adolescente y servil el que nos empequeñece, el que nos dibuja en un insano marco de aves carroñeras que miran de reojo la cocina del vecino, para ver si su olla express tiene más o menos prestaciones que la mía.
Y con estos temas sucede lo mismo que con los burdeles: nadie los utiliza. Todo el mundo critica la actuación egoísta y avariciosa de los demás; de los bancos, de las grandes empresas, de los constructores, de los especuladores… etc; pero nadie se identifica en ese ejemplar de arpía autodestructiva y envidiosa, que sobrevive a base de encontrar, cada día, más miserias en el otro.
¡Ay qué hartura de tema la crisis! ¿verdad? ¿No se cansan de escuchar siempre las supuestas razones, las supuestas conclusiones y los supuestos salvadores del desastre? A mí el tema se me asemeja bastante a la música de Leonard Cohen: me embauca, pero no soporto tres canciones seguidas; sin embargo insisto en escuchar el CD, una y otra vez, como si se tratara de una tortura auto infringida, por una culpa rancia con olor a pasado y a trauma inconcluso: el “santo grial” de los psicoanalistas.
Como si se tratara de un disco rayado, escucho, cada día, las múltiples soluciones que nos ofrecen los autodenominados “economistas del pueblo”, con su cartera de medidas en la lengua:
“ Lo que habría que hacer, es implantar otra vez la dictadura, ya verías cómo no volvía a pasar esto… si Franco levantara la cabeza…”
“ A ese Zapatero le ponía yo a plantar tomates a cuarenta grados en Huelva”
“ Una revolución, es lo que hace falta aquí”
Soluciones tan potentes, tan eficientes y posibles, que las podemos sumar a las cosas que sobran, como los políticos incultos o las Comunidades Autónomas; tan inútiles como atrapar una lagartija y cortarle el rabo para comprobar que sigue viviendo.
Y a esta caterva de protestas se une ahora la Huelga General del 29 de septiembre, con su derecho a ejercerla, y con su derecho a trabajarla. Por mi parte, no siendo amiga de seguir a pastores de los que no me siento su oveja, ejerzo mi derecho democrático de sustituir la huelga por un manifiesto personal e independiente, libre de consignas e ideologías.
Desde este momento, me declaro en contra de las frases inservibles, de la protesta gratuita y ofensiva, de las soluciones chabacanas y barriobajeras de personajes sin oficio que pueblan nuestras televisiones.
Me manifiesto absolutamente a favor de la crítica constructiva, de la oferta de bases sólidas, de nuevas propuestas creativas, de la creación de empresas, de los inventores, de los artistas, de los poetas de la calle y, como Fogwill, también me declaro a favor de los “malos poetas”.
Me manifiesto a favor de la música -que embellece las calles- de los que elevan su voz elaborada y meditada, valiente y creativa, con el inigualable deseo de cambiar este extraordinario mundo de mierda. Me manifiesto a favor de los favores, de la mirada compasiva, de la humanidad humana y de la solidaridad porque si.
Me manifiesto a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, a favor del sexo fuera del matrimonio, a favor del sexo y también del matrimonio. Me manifiesto a favor de los que disienten de lo inamovible, mientras nadan rodeados de ignorancia. Manifiesto mi más profunda indiferencia, también, por los hombres ataviados de arrogancia: a ésos, los detesto. Me manifiesto porque si, y porque el aire democrático me lo permite; aunque los vientos sofocráticos traerían un olor más dulce.
Me manifiesto a favor del oleaje, de la marejada y la marejadilla, del viento del norte y de la Tramontana; a favor de la sonrisa y de la carcajada. Me manifiesto a favor de la persona que se siente de ninguna parte, a favor del carisma, de la bondad, de los políticos utópicos, de la sabiduría, de la ancianidad y de la comprensión de los errores. Me manifiesto a favor de pedir perdón y de asumir las culpas, de reconocer que uno es un miserable gusano poblado de envidias y rencores; a favor del misterio desvelado, de los códices descodificados, de los enigmas cotidianos y de los papeles desclasificados.
Me manifiesto a favor de las vidas privadas, íntimas y sin miradas ajenas que enjuicien por deporte; a favor de la libertad de cada casa, dentro y fuera de cada cortina; ya sean sencillas, o estén exquisitamente bordadas.
Me manifiesto, si, y no dejaré de manifestarme hasta que me falte el aliento, o se me exprima la sangre; porque es el momento del hombre, del grito, del sentimiento y del arte; de la expiación de los pecados, de los mitos, de los arquetipos, de las emociones y de los cuarenta principales de las verdaderas mejores canciones. Es el momento más excitante de la historia, es diez años después del cambio de milenio, es el cambio de década y el “no cumpleaños” de mi sobrino pequeño. Es la voz de la humanidad acompasada y serena, la que acuna a los bebés del futuro, que serán lo que nosotros queramos que sean.
Por nuestra responsabilidad, brindo, y por ella me apuesto, que los hombres encontraremos la habilidad de dirigir la historia por el mejor de los caminos propuestos.
Gracias Julio por tus palabras, sabes que las valoro especialmente.
Abrazos
Laura
Laura, ¡qué gozada este manifiesto entre Blas de Otero y Jesús Munárriz! Yo también me manifiesto por todo lo que dices, por cómo lo dices y sobre todo, por poderlo decir.
Genial.