Cuadernos de la Pandemia / Una amenaza constante no tan fashionista

En medio de las medidas de revitalización del centro de Los Ángeles está el Distrito de la Moda en el que trabajan más de 20 mil costureros que, en su gran mayoría, son mujeres mexicanas, centroamericanas y asiáticas inmigrantes, para quienes la rezonificación es vista como una amenaza potencial de desplazamiento y pérdida de trabajos

Mujer obrera, hecha de carne y llanto,
hecha de hambre, luz y manos
y de sudor, rocío del hierro.
—Luis Vidales, poeta colombiano

La primera semana de mayo de este año fue decisiva para el presente y el futuro del centro de Los Ángeles. Los trece miembros del Concejo de la Ciudad votaron por unanimidad el 3 de este mes para poner en marcha el Plan Comunitario del Centro de Los Ángeles 2040 (DTLA2040). El ambicioso plan permitirá la rezonificación del área que traerá una enorme transformación urbanística en las próximas dos décadas, y tendrá un impacto social, económico y laboral, no solo para el centro de la ciudad sino para el sur de California y del estado en general.

La aprobación del Plan tomó nueve años desde la presentación del primer borrador, hecho por el Departamento de Planeación de la ciudad. La rezonificación establecerá una serie de normas gubernamentales que incluyen la ubicación, el tamaño, el uso y la forma de edificios y espacios urbanos. Permitirá, entre otras cosas, la construcción proyectada de cien mil unidades de vivienda, en una franja que abarca desde el Centro de Convenciones, hasta la zona norte de Chinatown. Además, autorizará la construcción de hoteles, restaurantes, escuelas, zonas verdes y peatonales y la redistribución de los medios de transporte, en una compleja lista de regulaciones sobre el uso de cada metro de espacio en el corazón de la ciudad.

En medio de estas medidas de crecimiento y revitalización, que modificarán el centro de Los Ángeles, está el Distrito de la Moda. Un área que alberga desde hace más de cien años la que es hoy día la industria de costura de ropa más grande de los Estados Unidos, con cientos de pequeñas fábricas y tiendas independientes rentadas, en las que trabajan más de 20 mil costureros, de las más de 66 mil personas relacionadas con esta industria y negocios auxiliares en el Condado de Los Ángeles. La gran mayoría son mujeres mexicanas, centroamericanas y asiáticas inmigrantes, quienes, a su vez, viven en el sector, y para quienes la rezonificación que promueve el DTLA2040 ha sido vista a lo largo de esta pasada década como una amenaza potencial de desplazamiento y pérdida de sus trabajos.

Trabajadores de la costura de Los Ángeles, California. FOTO: Jonathan Coleman / Garment Worker Center

En los más de cien años que lleva operando esta industria en el centro de Los Ángeles, varias generaciones de decenas de miles de trabajadores de la costura han tenido que batallar cada día por su supervivencia. Las luchas se extienden a todos los frentes imaginables porque se trata de una población extremamente vulnerable. La explotación laboral recorre una extensa red: desde quienes los contratan, los manufactureros, los intermediarios y las grandes tiendas que se lucran de su duro trabajo y sus salarios de hambre. Añadido, muchas veces, a la indiferencia de las autoridades que se hacen de la vista gorda ante los abusos que sufre esta población. Dado que muchos son inmigrantes indocumentados, son reclutados sin un contrato de trabajo ni beneficios, obligados a trabajar en espacios reducidos y en condiciones sanitarias deplorables.

Ahora que el Plan DTLA2040 ha sido aprobado, las autoridades locales darán luz verde al diseño de proyectos públicos, privados y mixtos. El Plan está concebido como una hoja de ruta, en la que intervienen diversos grupos de interés económico, político y social, que realizan un cabildeo o lobbying continuo ante el gobierno local. Entre los mayores lobistas está la casi centenaria Asociación del Centro de Los Ángeles (Central City Association of Los Angeles, CCA), una entidad sin ánimo de lucro que, sin embargo, cuenta entre sus miembros a algunos de los bancos y compañías de bienes raíces más poderosos del país, que han estado por años en una intensa campaña para que el Plan sea aprobado. Entre las corporaciones que son miembros destacados de la CCA, y que no dan puntada sin dedal, están Amazon, US Bank, Wells Fargo, Bank of America, Citi, AT&T, Chase Bank, US Bank, Brookfield Properties, la financiera CIM, la enorme empresa de bienes raíces Tishman Speyer, y la cadena de hoteles Westin.

Iniciativas privadas como las del CCA podrán ser parte en la creación de hoteles, apartamentos y restaurantes de lujo, además de ampliar la utilización industrial de los edificios para la producción de alimentos y fabricación de bebidas, incluyendo cerverías. Una consecuencia predecible de los nuevos usos de este espacio urbano es que termine elevando aún más el costo de la propiedad y de la renta, y que se reconsidere el espacio del Distrito de la Moda, que en el que están los edificios que actualmente ocupan las pequeñas fábricas de costura y de otros negocios relacionados con la moda.

Uno de los  contrapesos a los intereses del gran capital que disputa por un mayor control del área es el Centro de los Trabajadores de la Costura de Los Ángeles (Garment Worker Center, GWC), una organización laboral que sirve de voz y defensoría de la práctica totalidad de los 20 mil trabajadores y de las personas que los emplean en pequeños talleres rentados. El GWC también lidia por los derechos laborales y sociales de otros 30 mil trabajadores, tanto de la confección como de actividades suplementarias de esta industria en el resto del Condado de Los Ángeles. El GWC comenzó sus actividades en 2001, y desde entonces ha estado en una abierta lucha contra la explotación, la discriminación y el racismo que sufren los trabajadores de la costura por parte de los dueños de las fábricas, los manufactureros, contratistas y las tiendas de moda que adquieren las prendas que producen, ya sea al detal o al por mayor.

El Centro de Trabajadores de la Costura nació como resultado del hallazgo de decenas de trabajadores que habían sido traídos de Tailandia a California por una red de traficantes de personas, al menos desde el año 1988. Estos trabajadores eran forzados a coser prendas de vestir dentro de un conjunto de casas dúplex de dos plantas en la ciudad de El Monte, en el noreste del Condado de Los Ángeles, que habían sido convertidas en improvisados talleres de costura. Los muros de las casas fueron cubiertos con alambres de púas, las ventanas de las casas fueron selladas y las puertas solo se podían abrir desde afuera. A los trabajadores no se les permitía salir a ninguna hora de su encierro y dormían en el suelo al lado de las máquinas de coser, en las cuales debían trabajar largas horas diarias. Como fue denunciado por Julie Monroe y Kent Wong, en un libro sobre el tema, estas personas esclavizadas hacían ropa para firmas reconocidas como High Sierra, CLEO, Tomato Inc., B.U.M. y Anchor Blue (1).

Después de los rumores y denuncias al Departamento de Trabajo sobre lo que presuntamente estaba ocurriendo en ese conjunto de viviendas, el 2 de agosto de 1995 la policía de El Monte y Oficiales de Paz Juramentados de California entraron al lugar a la fuerza. Encontraron a 72 trabajadores, casi todos mujeres, viviendo como esclavos. La policía llevó a las víctimas al Centro de Detención de Servicios de Inmigración y Naturalización, donde estuvieron presos por nueve días. Cuando se supo la noticia, diversas organizaciones de derechos de los inmigrantes formaron una coalición para ayudar a estas víctimas de tráfico humano. Lograron sacarlas de la cárcel y ubicarlas temporalmente en refugios de iglesias y organizaciones humanitarias, pendientes de resolver su estatus migratorio. Finalmente, al cabo de los años, se logró una indemnización de cuatro millones de dólares para las víctimas por parte de las empresas que se habían beneficiado de su explotación, y el gobierno les otorgó la ciudadanía. En 2001, la coalición humanitaria ayudó a la formación del Centro de la Trabajadores de la Costura (GWC, por sus siglas en inglés), el primero en el país en enfocar exclusivamente en la organización y lucha por los derechos de los trabajadores de la costura.

Esta industria ha existido en el centro de Los Ángeles desde finales del siglo 19 y hoy es, junto a los demás talleres de costura del Condado, la segunda industria que más ingresos produce en Los Ángeles después de Hollywood. En la actualidad el Distrito de la Moda alberga a más de cuatro mil tiendas y negocios que producen y venden al mayor a tiendas como Nordstrom, Ross, Dillard’s, Lulus Fashion Nova, Von Maur, Forever 21, Neiman Marcus, Charlotte Russe, TJ Maxx, Bombshell Sportswear, Socialite y Stitch Fix, entre otras. Los turistas y la población local pueden comprar ropa, textiles, zapatos y toda clase de accesorios, generalmente a precios más bajos que en las tiendas regulares. Su sitio más concurrido y popular es el Santee Alley, un largo pasillo con numerosas tiendas de bajo precio. Por décadas el sector se conoció informalmente como el Distrito de la Costura (Garment District), y a partir de 1996, con la conversión del sector a Distrito de Mejoramiento Comercial (Business Improvement District, BID) cambió su nombre a Distrito de la Moda.

Según el Informe de Economías Creativas OTIS 2023, del Otis College of Arts and Design, el Distrito de la Moda es el líder de la industria de la costura en los Estados Unidos, con un 83 porciento del total de confección de ropa de vestir que se hace en el país, y el 82.5 porciento de California. Los trabajadores de la costura producen un mercado de mil quinientos millones (1.5 billones) de dólares en ventas anuales. Según el mismo informe, los trabajadores de la costura tienen un promedio de 21 años de experiencia y da trabajo a 66.900 personas en el Condado de Los Ángeles, siendo la fabricación de ropa de vestir (ya sea de venta online o en una tienda) el mayor de ellos, con 25.726 trabajadores (2).

Sin embargo, a pesar del músculo que representa para la economía angelina y de California, esta es una industria con abusos laborales extremos. El escándalo de trabajadores esclavos en El Monte ha sido uno de los más publicitados. Pero también es parte de la memoria la huelga conocida como The Lady Garment Worker Strike el 12 de octubre de 1933, en plena Gran Depresión. Las costureras, un 75 porciento de las cuales eran inmigrantes mexicanas, exigían el derecho a tener una jornada semanal de 35 horas y ganar al menos el salario mínimo. Cuando los empleadores rehusaron aceptar sus demandas, las trabajadoras se declararon en huelga. Cerca de tres mil mujeres protestaron en las calles. La huelga duró tres semanas, hasta que mediadores federales se involucraron y los empleadores aceptaron negociar. Las costureras volvieron a sus trabajos sin penalidades, con beneficios y un salario mínimo, aunque en la realidad estos derechos nunca fueron obtenidos plenamente y una buena parte de ellas siguió siendo explotada.

Hoy, a 90 años de aquella huelga, los atropellos continúan. Dado que los obreros son contratados a través de microempresas, no tienen la posibilidad de crear un sindicato a riesgo de perder sus trabajos. El incendio de un edificio en pésimo estado en el Distrito de la Costura en 1989, en el que 40 trabajadores resultaron con quemaduras de distinto grado, mostró el ambiente inseguro y de alto riesgo en que eran obligados trabajar. A muchos se les sigue pagando por pieza de trabajo y no por hora o un contrato fijo. Muchos talleres no tienen cuidado de niños y las madres luchan por encontrar quién pueda cuidarlos mientras trabajan. Dado que los contratistas pueden escapar a los controles legales, no quedan registros de los salarios ni ninguna forma de reclamo laboral. Por años, enfrentan las amenazas de los patrones de trasladar sus negocios a otros países donde hay mano de obra barata. Muchos de los dueños de estas fábricas las cierran cuando saben que va a haber una inspección; otros no tienen permiso legal para operar el negocio.

Cuando se declaró la pandemia del covid-19, el trabajo de los costureros fue declarado no esencial y se ordenó su cierre temporal. Sin embargo, al poco tiempo, numerosos trabajadores fueron llamados a fabricar máscaras. Miles volvieron a sus trabajos y fueron sentados uno al lado del otro sin máscaras, sin guantes y sin ninguna protección. Centenares de obreros fueron infectados por el virus y varios de ellos murieron. Con todo y eso, los trabajadores no fueron elegibles para el primer round de vacunas. The Washington Post entrevistó a la costurera Rosa Martínez en plena pandemia, quien comentó, “aún si la persona está enferma tiene que trabajar por necesidad. No hay días de paga por enfermedad y tenemos familia y renta que pagar”. Martínez menciona que en estas pequeñas fábricas “hay baños sucios, ratones y cucarachas y durante los meses de verano no hay aire acondicionado ni ventilación” (3).

En medio de esta batalla cotidiana, el Centro de los Trabajadores de la Costura logró en el año 2021 que la Legislatura Estatal de California pasara el Acta de Protección de los Trabajadores de la Costura SB62, que establece, entre otras cosas, que no se les pagará por pieza sino el salario mínimo de California. El Acta comenzó a ser efectiva el 1 de enero de 2022. Sin embargo, el Reporte de la División de Horas y Salarios del Departamento de Trabajo sobre los trabajadores de la costura del sur de California para 2022, publicado el 22 de marzo pasado, encontró algunos de los siguientes abusos: hay trabajadores a los que solo se les paga $1.58 la hora. El 80 porciento de los contratistas no cumplen con las normas del Fair Labor Standars Act (Ley de Normas Justas de Trabajo). El 64 porciento no mantiene registros de horas de trabajo ni de salarios. El 50 porciento le paga a los obreros en efectivo y falsifica o no lleva registros. El 32 porciento continúa pagando por pieza y no por hora (4).

En el foro público en que el Departamento del Trabajo dio a conocer los resultados de su investigación, Marissa Nuncio, directora del GWC, dijo: “Los hallazgos que estamos viendo aquí hoy demuestran claramente el robo de salarios en curso, que es algo que escuchamos de nuestros miembros, que han tenido que soportar una variedad de circunstancias materiales fluctuantes desde el inicio del covid. […] Como defensores, tomamos datos como los que vemos aquí hoy para conectarnos con los trabajadores y asegurarnos de que, por un lado, conozcan sus derechos, al mismo tiempo que tratamos de fortalecer la ley para los trabajadores en función de sus demandas”. Nuncio aprovechó la oportunidad para comentar sobre el proyecto FABRIC Act (Ley FÁBRICA o Ley Telas), que fue presentado  al Congreso de los Estados Unidos el 12 de mayo de 2022: “Creemos que la legislación federal, por medio de la Ley FÁBRICA, ayudaría a reforzar su capacidad para regular y crear responsabilidad. La Ley FÁBRICA mejoraría y expandiría los derechos ganados aquí en California por la SB62 impulsada por los trabajadores. Aunque los hallazgos del Departamento del Trabajo muestran que el robo de salarios continúa, sabemos que con el tiempo y una aplicación estricta, una legislación como esta generará un cambio en esta industria”.

Ahora, en medio de esta lucha incesante por justicia laboral y social, una de las amenazas más grandes que seguirán enfrentando los trabajadores de la costura es la recién aprobada rezonificación del centro de Los Ángeles. A principios de abril pasado centenares de trabajadores de la costura del Distrito de la Moda marcharon con pancartas para hacer oir sus reclamos, y pidiendo protección y garantías en caso de que el Plan fuera aprobado. Tres semanas después, el 24 de abril, el GWC logró que sus demandas fueran incorporadas en el Plan DTLA2024 durante la reunión del Comité de Planificación y Gestión del Uso del Suelo (PLUM). De particular importancia fue lograr que el Plan incluyera limitaciones al desarrollo residencial y de nuevos hoteles en secciones del Distrito de la Moda. Un segmento de las modificaciones del Plan DTLA2040 indica que se enfocará en “prevenir el desplazamiento de negocios en crecimiento o reducción en esta industria para permanecer dentro del área del centro y de la ciudad en general. Esto incluye, entre otros, empresas de producción de prendas de vestir y de la industria de la moda, instituciones académicas y servicios de apoyo”. (Para ver la lista de demandas que el GWC ha estado pidiendo que sean tenidas en cuenta por DTLA2040, puede ir a: “Protect LA’s Garment Jobs: The Future of U.S. Fashion”, que puede ser leído también es español).

El mismo día de aprobación del Plan, el grupo lobista Central City Association, CCA, que representa a los desarrolladores y los intereses del gran capital, reaccionó con un comunicado en el que exhortaba al Concejo de la ciudad a mantener su promesa de estudiar más a fondo “cómo los requisitos establecidos en el área IX3 dentro del Distrito de la Moda afectarán la producción de viviendas. […] Como un lugar que da la bienvenida a la densidad y sirve como centro de tránsito, sería un error obstaculizar la construcción de nuevas viviendas en el Centro” (5). Tanto el Centro de Trabajadores de la Costura como el sindicato Unite Here Local 11, que representa a la industria hotelera y de restaurantes del sur de California y Arizona, están conscientes de que la lucha por el uso de este espacio como lugar de trabajo y de vivienda sigue en pie, y quizá a partir de ahora será más intensa que nunca.

Basado en su conocimiento y preocupación por la situación, el arquitecto David González Rojas, profesor de arquitectura en Santa Mónica College, ha diseñado junto a sus estudiantes un plan que propone concentrar a los trabajadores de la confección en un complejo de edificios en el mismo sector donde funciona actualmente el Distrito de la Moda. Su propuesta, o sueño, como lo llaman, es que fuera un plan financiado por la ciudad y desarrolladores privados, que permita que los trabajadores se organicen como una compañía que no requiera de intermediarios ni de contratistas, sino que funcione como una cooperativa que tenga el control y la propiedad de los espacios de trabajo y esparcimiento.

Independientemente de que las propuestas del GWC hayan sido incluidas por el PLUM y que el Concejo de Los Ángeles haya aprobado el DTLA2040 con estas modificaciones, los trabajadores de la costura saben que las grandes compañías financieras y de bienes raíces buscarán maneras de forzar su desplazamiento para dar lugar a otros desarrollos que estén más en sintonía con el área como Distrito de Mejoramiento Comercial, BID. El centro de Los Ángeles cuenta ya con la trágica historia de la comunidad Chavez Ravine, compuesta por tres barrios cuyos habitantes, todos latinos, fueron expulsados de sus hogares por las autoridades locales para permitirle al empresario Walter O’Malley, dueño de los Brooklyn Dodgers de Nueva York, construir el Estadio de Los Ángeles Dodgers en la década de 1950. El proceso de gentrificación avanza alrededor del Condado y la revitalización urbana del centro de la ciudad es uno de los sectores que experimenta este proceso de manera más imperiosa y discriminatoria.

Como en todas las luchas por los derechos laborales y sociales, la soga siempre se rompe por lo más delgado. De modo que ninguna conquista puede considerarse definitiva. En el caso de los trabajadores de la costura en el centro de la gran ciudad, es una lucha de avances y retrocesos, frente a las fuerzas que amenazan con desplazarlos, pese ser piezas fundamentales en generar grandes ingresos en una sociedad de capitalismo salvaje y canibalista. Una sociedad donde a menudo el capital y el poder son valorados como más importantes que la vida y los derechos de las personas.

Fuentes citadas:

1) Sweatshop Slaves: Asian Americans in the Garment Industry (Esclavos de talleres clandestinos: estadounidenses de origen asiático en la industria de la confección), por Julie Monroe y Kent Wong UCLA Center for Labor Research and Education, Los Angeles, 2006.
2) The Otis College Report on the Creative Economy (Reporte del Otis College sobre Economía Creativa), por Otis College of Arts and Design, February 10, 2023.
3) “Clothing companies have been praised for making protective masks. But garment workers say factory conditions are unsafe” (Las compañias de ropa han sido elogiadas por hacer máscaras protectoras. Pero los trabajadores de la costura dicen que las condiciones de las fábricas son inseguras), por Alessandra Bergamin. The Lily, The Washington Post, May 11, 2020.
4) “Unfit Wages: US Department of Labor Survey Find Widespread Violations by Southern California Garment Industry Contractor, Manufacturers”(Salarios inadecuados: Encuesta del Departamento de Trabajo de EE UU. encuentra violaciones generalizadas por parte de contratistas y fabricantes de la industria de prendas de vestir del sur de California). Michael Petersen. Wage and Hour Division. US Department of Labor, March 22, 2023.
5) “Statement: DTLA 2040 Community Plan Approval by LA City Council” (Declaración: Aprobación del Plan Comunitario DTLA 2040 por el Concejo Municipal de Los Ángeles). Central City Association of Los Angeles, CCA, May 3, 2023.

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Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

Autor

  • Valentin González-Bohórquez es columnista de HispanicLA. Es un periodista cultural, poeta y profesor colombiano radicado en Los Ángeles, California. En su país natal escribió sobre temas culturales (literatura, arte, teatro, música) en el diario El Espectador, de Bogotá. Fue editor en Barcelona, España, de la revista literaria Página Abierta. Es autor, entre otros libros, de Exilio en Babilonia y otros cuentos; Historia de un rechazo; la colección de poemas Árbol temprano; La palabra en el camino; Patricio Symes, vida y obra de un pionero; y Una audiencia con el rey, publicados por distintas editoriales de Colombia, España y los Estados Unidos. Ha publicado numerosos ensayos sobre literatura y es co-autor, entre otros libros, de Otras voces. Nuevas identidades en la frontera sur de California (Editorial A Contracorriente, North Carolina State University, 2011), The Reptant Eagle. Essays on Carlos Fuentes and the Art of the Novel (Cambridge Scholars Publishing, 2015) y A History of Colombian Literature (Cambridge University Press, 2017). Es profesor de lengua y literaturas hispánicas en Pasadena City College, Calif.

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