Nada es lo que parece, un cuento de Liza Rosas Bustos
A Juana Collado, soltera, (porque quería darse vida de promiscua que se jodió con los STDs) trabajólica (porque no quiere llegar a una casa sola) y adicta a las películas extranjeras (porque sabe que la vida no tiene finales felices y si los tiene, no duran) le aterrorizan los hombres (hace mucho que no ve a uno más que en las películas extranjeras) y usa un consolador de goma Made in Hong Kong para no andar de día con mal humor.
Andrea Collado, su hermana, es casada (porque quería ser mantenida), es madre de cinco hijos (porque creía que si tenía hijos no trabajaba) y es adicta a las telenovelas (porque así, por lo menos se engatusa con un final feliz).
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Collado tiene, además del marido, cinco amantes que la visitan durante el día mientras éste trabaja: el cartero norteamericano (los lunes), el corredor de bienes raíces sirio (los martes), el profesor de su hijo canadiense (los miércoles), su instructor de yoga hindú (los jueves) y la hermana gala de la profesora de francés de su hijo menor (los viernes). Le dice al marido que se coloque condones los fines de semana para no quedar preñada.
Un fin de semana cuando los tres se van de crucero y dejan a los nenes con su abuela todos se van de copas. Juana Collado mira que mira las enormes manos del conguero y se las imagina en sus nalgas. Pero como ha perdido la práctica de flirtear le cuesta acercarse entre descansos. Para envalentonarse se echa un par de shots de tequila, pero pronto los vomita.
Se va a su recámara con mareos y dolor de estómago en tanto el marido de Andrea, que también ha estado mirando las manos del conguero, le pide a Andrea que se acueste con uno de los músicos de la banda de salsa mientras él mira por la rendija. Andrea finge horror, pero al final accede. Juana Collado, soltera, duerme con indigestión en tanto su hermana y su marido, feliz pareja, comparten al conguero en la contigua habitación.