¿Qué es el maná? ¿Una fantasía bíblica? O… ¿existe todavía?

El maná existió y todavía se puede experimentar su existencia. Los árboles donde se produce vienen indicados en todas las reseñas botánicas de Medio Oriente, especialmente la “Tamarix mannifera”.

Para la generalidad de la gente el bíblico pan del cielo sigue siendo un misterio inexplicable. El fenómeno del maná viene a ser un ejemplo clásico de la manera persistente y obstinada de cómo ciertas opiniones y puntos de vista arraigan en la gente, a veces durante generaciones, y cuan difícil le resulta entonces a la verdad abrirse paso.

La realidad de los hechos: el maná existe

Debido a eso, pareciera como si nadie quisiera admitir la realidad de los hechos, y ésta es que el «maná del cielo» existe en realidad. Y no nos faltaban por cierto descripciones verídicas de su existencia. El siguiente relato de un testigo ocular tiene 500 años:

“En todos los valles que rodean al monte Sinaí se encuentra hasta en nuestros días el llamado «pan bajado del cielo» que los monjes y árabes recolectan, conservan y venden a los peregrinos y extranjeros que pasan por aquel país”.

Esto escribía en el año 1483 el decano de Maguncia ~Breitenbach~ al describir su peregrinación al Sinaí: “Dicho pan cae por la mañana, al amanecer, cual rocío o escarcha, a gotas sobre la hierba, las piedras o las ramas de los arbustos. Es dulce como la miel, y se adhiere a los dientes cuando se mastica. De él hemos adquirido algunas porciones”.

Sinai / Carlos Shaferstein
Sinai / Carlos Shaferstein

Confirmación de la Biblia

Más aún, en 1823 el botánico alemán G. Ehrenberg publicó un folleto (Symbola physica) que hasta sus colegas recibieron con escepticismo. A decir verdad, sus explicaciones parecían inverosímiles pues venía a decir que el maná no era más que una secreción de los árboles y de los arbustos de tamariscos cuando éstos reciben las picaduras de una clase especial de cochinillas que son privativas del Sinaí.

Cien años después tuvo lugar una auténtica expedición para proceder al descubrimiento del maná. Los botánicos Federico Simón Bodenheimer y Oscar Theodor ~de la Universidad Hebrea de Jerusalén~ se dirigieron a la península del Sinaí para esclarecer la tan debatida cuestión del fenómeno del maná.

Durante varios meses los dos hombres de ciencia exploraron las tierras secas y los oasis que rodean al Monte Sinaí. Sus conclusiones causaron gran sensación. No sólo trajeron consigo la primera fotografía del maná, sino que, como resultado de su investigación, confirmaron completamente los datos de Breitenabach y de Ehrenberg, afirmando además la verdadera realidad con que la Biblia da cuenta de la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto.

Gracias a los insectos

Sin la cochinilla mencionada por primera vez por Ehrenberg no existiría ~en realidad~ el maná. Los pequeños insectos viven especialmente sobre los tamariscos, una especie de acacia nativa del Sinaí. Estos tamariscos segregan un jugo duro que, según los datos facilitados por Bodenheimer, tiene la forma y el tamaño de las semillas del cilantro (Coriandrum salivum).

Al caer es blanco; pero cuando hace tiempo que está depositado en el suelo adquiere una coloración amarillo-pardusca. Como es natural, ambos investigadores han probado el maná. “El sabor de los gránulos cristalizados de maná tiene un dulzor especial ~dice Bodenheimer. Puede compararse más bien al azúcar del panal, es decir, al producto de la vieja miel de abejas”.

“Y era como la semilla del cilantro blanco ~dice la Biblia~ y tenía un sabor como de torta de harina amasada con miel.” (Éx., 16:31)

Los resultados de la expedición confirmaron ~asimismo~ la restante descripción del maná. “Recójanlo, pues, todas las mañanas, cada uno según el sustento que necesitaba y cuando calentaba el sol derretíase”. (Éx., 16:31) Exactamente igual se apresuran los beduinos en nuestros días en las montañas a recoger a primera hora su “Mann-es-samâ”. O sea el “maná del cielo”, pues las hormigas son competidoras voraces. “Empiezan su recolección cuando el suelo ha alcanzado una temperatura de 21 grados centígrados”, se dice en el relato de la expedición. Esto sucede hacia las ocho y media de la mañana. Hasta entonces los insectos están aún en estado letárgico.

Así desaparece el maná

Así ~cuando las hormigas se ponen en movimiento~ desaparece el maná. Tal como dice el cronista de la Biblia quiso seguramente significar cuando dice que se liquidaba. Los beduinos no se olvidan ciertamente de almacenar el maná cuidadosamente en un puchero. Se trata de una vasija de barro o de hierro, fundido y esmaltado, con asiento pequeño, panza abultada, cuello ancho y una sola asa junto a la boca. Sirve para cocer la comida. De no ser así~ las hormigas se precipitarían sobre él y lo devorarían. Igual aconteció en la época de la peregrinación de Moisés: “Muchos dejaron algo para el día siguiente; pero se llenó de gusanos…” (Éx., 16:20)

La recolección del maná depende de una favorable lluvia de invierno, y es distinta a través de los años. ¡Si el año es favorable, los beduinos del Sinaí pueden recoger cada mañana medio kilo por hombre! Una cantidad apreciable que puede ser suficiente para alimentar a una persona adulta. Así pudo ordenar Moisés a los israelitas: “Que cada uno de vosotros recoja la cantidad que necesite para alimentarse” (Éx., 16:16)

Personalmente observé ~durante mi servicio en aquel desierto~ que los beduinos suelen amasar una papilla con las gotas de maná, que suele añadirse como condimento muy apreciado y rico en vitaminas a una alimentación demasiado monótona. El maná también era ~en una época, según me relató la gente del desierto~ un producto de exportación y, bien conservado ~inalterable~ pues puede almacenarse por tiempo indefinido.

Como se verá en las ilustraciones que he subido, el terreno en el desierto de Sinaí (en árabe, شبه جزيرة سيناء, Shibh Yaziret Sina’ ) no es simplemente “arenoso”, como podría imaginarse.

Sinai / Carlos Shaferstein
Sinai / Carlos Shaferstein

Es una región es menos rica a nivel natural. Sin embargo, cuenta con cinco grandes oasis y áreas que exhiben una vegetación más profusa que en otras zonas,. Incluso posee especies animales autóctonas que viven perfectamente en esa geografía. Entre los mamíferos más comunes en el desierto siempre vivió el “féneq” (تعلب تعالب) ~el zorro del desierto. Es un cánido pequeño que está en la cumbre de la cadena alimenticia. Hasta hace algún tiempo había pequeñas cabras silvestres en estado salvaje “miêzaa” (مِعْزاة) . Esta especie hoy ha sufrido una considerable disminución. En cuanto a la flora se ajusta a la escasez de agua y a las duras condiciones reinantes.

Solo sus adaptaciones le permiten florecer tras las precipitaciones de primavera, como la mostaza, el iris y las plantas alcaparradas. Entre las zarzas (que los argentinos simplifícariamos como “yuyos”) habitan una cantidad asombrosa de insectos, así como diferentes variedades de lagartos, por ejemplo: el “dabb”y el “faranu” (ورل) o “varano”. Pero sin dudas las serpientes y los escorpiones bayos son los animales más amenazantes para la población de la región.

Pero vuelvo a las Escrituras y recuerdo que Moisés le dijo a Aarón: “Toma un vaso, pon en él un ómer [era una unidad de medida de la antigüedad, equivalente a mil trescientos gramos] lleno de maná, colócalo delante de Yahvé a fin de conservarlo para vuestros descendientes” (Éx., 16:26)

Porque los tamariscos ~productores de maná del que yo mismo me alimenté~ siguen poblando el Sinaí a lo largo del desierto de Arabia hasta el Mar Muerto. (Josué 5:10–12).

FUENTES:

  1. Keller, Werner: “Y la Biblia tenía Razón” (La verdad histórica comprobada por las investigaciones arqueológicas). Ediciones Omega S.A., Barcelona. 12ª Edición, Mayo de 1968. 448 pp. ISBN: 9788428201728 © Econ Verlag. Düseldorf, 1956. Parte Tercera: “Del Nilo al Jordán”. Capítulo Primero “Hacia el Sinaí”, Páginas 132 a 134.
  2. Shäferstein, Carlos M.: “El Nómada de la Oscuridad”
  3. Shäferstein, Carlos: “La Repudiada. Historias y otros Mitos del Desierto”.
  4. What is manna? | CARM.org
  5. Shäferstein, Carlos M.: “El Bastión”
  6. Shäferstein, Carlos M.: “El Alfanje”
  7. El tamarisco, árbol emblemático
  8. Este es mi Dios
  9. Un arbol y una gratitud
  10. https://www.jw.org/es/publicacio…

Carlos Marcelo Shäferstein

Historiador. Militar argentino Retirado. Doctorado en Derecho, Historia, Filosofía & Analista de inteligencia, Universidad de Buenos Aires Graduado 1981. Falleció en la Ciudad de Buenos Aires en 2021. More »

Un comentario

  1. hola gracias por el articulo , escuche a dante gebel hablar del mana en uno de sus sermones y decidi imvestigar.

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