La tierra de los cuentos de Benítez no es la del terruño. No son los terrones que recordamos, ni los lugares preciosos que nuestra memoria de escritores inmigrantes nos obliga a congelar y colgar de una pared falsa. No: es el sur de California.
Tu belleza no paraba en los límites de North Long Beach. Más allá del 91, en los ghettos zurumbáticos del África lejana y misteriosa, se hablaba de una mujer piernas abiertas que paría al mundo entero.
"Hay personas que hasta se disculpan de que no pueden dejar propina, o lo que antes dejaban. Otros simplemente se van sin dejar nada. Nunca había pasado eso"
Vende postales, o separadores de libros, o pulseras de plástico con el detalle del escarabajo, o una réplica barata de cualquier pirámide o sarcófago faraónico. Todo a un euro, para qué andar con rodeos.
En el barrio da igual un muerto más sea de bala o de olvido. Van y vienen las viudas y los solitarios rebuscándose su sustento y nos importa un corno. Este, del que hablo, no es un muerto cualquiera. Quizá no era el último de los mohicanos pero de seguro sí era el último de los Shuroles
El centro de Joyas Saint Vincent de la avenida Broadway, con sus 500 comercios, esperó abierto un milagro que no vino: es que quien compraba anillos de oro compró chocolates. Quien compraba chocolates envió tarjetas alusivas por internet. En el Mercado de Flores de las calle Wall las plantas muertas se acumulaban para marchitarse sin venderse. Quien compraba arreglos de orquídeas y bouquets de rosas compró ramos de claveles. Quien compraba claveles, no compró nada.
El día que lo guaché por primera vez venía acompañado de muchas maletas, un carro viejo y una corbata elegante. Todas las chavas se le quedaron mirando y dijeron ¡guao! ¡Qué tipazo this new guy!
Trabaja en una planta que procesa cartón reciclado para enviarlo a China.
“Los chinos ya no compran nada, porque ya no venden nada”, me explicó.
Este hombre acababa de darme una lección de macroeconomía.
Para ganarle a la pandemia hay que luchar simultáneamente contra dos enemigos: COVID y hambre. Se ha avanzado, pero estamos lejos del final de la pandemia cuando uno de cada tres residentes del condado ha sufrido falta de comida el último año
Una imagen captura el horrible deterioro del partido Republicano: Trump el becerro de oro, una estatua dorada del expresidente. Está vestido de atleta con los colores patrios.
La tierra de los cuentos de Benítez no es la del terruño. No son los terrones que recordamos, ni los lugares preciosos que nuestra memoria de escritores inmigrantes nos obliga a congelar y colgar de una pared falsa. No: es el sur de California.
Tu belleza no paraba en los límites de North Long Beach. Más allá del 91, en los ghettos zurumbáticos del África lejana y misteriosa, se hablaba de una mujer piernas abiertas que paría al mundo entero.
"Hay personas que hasta se disculpan de que no pueden dejar propina, o lo que antes dejaban. Otros simplemente se van sin dejar nada. Nunca había pasado eso"
Vende postales, o separadores de libros, o pulseras de plástico con el detalle del escarabajo, o una réplica barata de cualquier pirámide o sarcófago faraónico. Todo a un euro, para qué andar con rodeos.
En el barrio da igual un muerto más sea de bala o de olvido. Van y vienen las viudas y los solitarios rebuscándose su sustento y nos importa un corno. Este, del que hablo, no es un muerto cualquiera. Quizá no era el último de los mohicanos pero de seguro sí era el último de los Shuroles
El centro de Joyas Saint Vincent de la avenida Broadway, con sus 500 comercios, esperó abierto un milagro que no vino: es que quien compraba anillos de oro compró chocolates. Quien compraba chocolates envió tarjetas alusivas por internet. En el Mercado de Flores de las calle Wall las plantas muertas se acumulaban para marchitarse sin venderse. Quien compraba arreglos de orquídeas y bouquets de rosas compró ramos de claveles. Quien compraba claveles, no compró nada.
El día que lo guaché por primera vez venía acompañado de muchas maletas, un carro viejo y una corbata elegante. Todas las chavas se le quedaron mirando y dijeron ¡guao! ¡Qué tipazo this new guy!
Trabaja en una planta que procesa cartón reciclado para enviarlo a China.
“Los chinos ya no compran nada, porque ya no venden nada”, me explicó.
Este hombre acababa de darme una lección de macroeconomía.