El bien y el mal del Beaujolais Nouveau, por Pilar Marrero
Vino y fiestas son dos cosas que van inevitablemente juntas, pero no todo es lo que parece: en estos días de Thanksgiving parece que hay como una obligación de tomar una cosa que se llama Beaujolais Nouveau. Y digo cosa porque al probarlo uno no sabe si es vino o juguito de uva con un toque de alcohol.
Está en todas partes y lo anuncian con gran fanfarria. Sale a la venta, como relojito, el tercer jueves del mes de noviembre por ley francesa. Al día siguiente ya está siendo embalado y vendido en todos los rincones del mundo. ¿Y los franceses? Felices de habernos endilgado semejante patraña.
Pero si a usted le gusta, no he dicho nada: siga usted tomándose su Beaujolais Nouveau, que a mí nada me impide meterme entre pecho y espalda, por ejemplo, un Beaujolais Village, muuucho mejor que aquel, o incluso un Pinot Noir de Oregon o de Nueva Zelanda, que tan de moda están y que son tan buenos y económicos y van tan bien con el pavo de marras.
En USA, el BN es mercadeado como una tradición de Acción de Gracias. Claro que en realidad nada tiene que ver directamente con el Thanksgiving, más que el hecho de que quienes crearon dicha “tradición”, unos franceses negociantes de vino muy vivos ellos, tienen como objetivo la venta rápida de parte de una cosecha que recién acaba de terminar.
Y así, el BN se cosecha, fermenta y embotella con la rapidez del rayo y se pone en las tiendas para que usted lo compre. No hay maduración, no hay tiempo de meditación de la uva, nada de nada: en seis meses, si no se ha tomado el BN que compró esta semana, puede regalarle la botellita a su peor enemigo.
Es, en resumen, una forma fácil y rápida de hacer dinero con la cosecha y generalmente lo producen grandes “negociantes” o empresas, no pequeños viñedos artesanales.
El BN se toma ligeramente frío y tiene un sabor frutal, ligero, demasiado ligero para cualquier amante del vino tinto, cualquiera que éste sea. Proviene de los viñedos más corrientes de la zona del Beaujolais, en Burgundy (Borgoña), Francia, y la uva de la que se fabrica es la Gamay.
Hay dos niveles de viñedos de mayor calidad en la misma región, dependiendo del suelo y de donde están ubicados, y ellos dan el Beaujolais normal, el Beaujolais Village o el Cru, que es el mejor de todos y sí es un vino de quitarse el sombrero, aunque siempre del lado frutoso.
A mí me gusta el Beaujolais Village de Louis Jadot, que es un negociante de vinos. Hay vinos que vienen de viñedos familiares, otros de viñedos corporativos y hay los negociantes, que compran la uva a diferentes viñedos y producen su propio vino. Louis Jadot y George Duboeuf están entre los más famosos de Francia y ambos operan en la región de Burgundy.
Sin duda, amigos, hay otros vinos mejores con los que regar la cena de Thanksgiving que el exageradamente alabado BN.
Para el tradicional pavo al horno o rostizado, puede escoger un Riesling alemán seco y ácido. Mi favorito por el momento es el Dr. L. Riesling de Loosen Brothers, que se vende por alrededor de 11 dólares y que fue elegido como Vino del Año por una cata a ciegas de cientos de expertos y bebedores aficionados.
Si lo que quieres es un tinto, un buen Pinot de Oregon, de Australia o de Nueva Zelanda o el Beaujolois Village de Louis Jadot antes mencionado.
Para los aperitivos, se puede escoger un espumante o “champagne”, aunque ya sabemos que sólo podemos llamarle así si viene de la región de Francia de ese nombre. Uno riquísimo y económico, que en catas a ciegas le ganó en preferencia a la carísima Dom Périgñon ( Y si no lo creen, lean el libro The Wine Trials): Domaine Ste. Michelle del Estado de Washington, un espumante cuyo precio marcado es de 12 dólares pero que acabo de ver en mi supermercado local a 7 dólares.
En fin, la historia es beber, comer y celebrar. Y dar gracias por lo bueno que nos da la vida. Que no es precisamente el Beaujolais Nouveau, pero si a usted le gusta, pues ¡salud!