Los Angeles: cada uno y la sopa que lo nombra
Mucho más tarde que en los demás estados del país y en medida mucho menor, llegó el frío a California. Desenterramos los abrigos y miramos el cielo con ademán de preocupación. El diario dice que lloverá otra vez el sábado. El noticiero, que las temperaturas golpearán los 40 grados Fahrenheit. Se considera frío.
Cuando hace frío tomamos sopa.
De una manera deliciosa, la sopa nos define. Nos une y nos separa. Está en todas partes.
En la Biblia, ¿no era sopa de lentejas lo que estaba cocinando Jacob, que su hermano Essau codició y que Jacob usó para arrancarle la primogenitura? Para que vean. Sopa.
Beethoven escribía que cuando aún se moría de hambre, un trozo de carne le duraba tres días: carne, huesos, sopa. ¿Eh?
Ya en nuestros días, el show televisivo Seinfeld inmortalizó al pequeño restaurante en Nueva York donde la gente esperaba horas para probar la sopa y a cuyo dueño, por severo, bautizaron The Soup Nazi.
Aquí, en Los Ángeles, hemos sido bendecidos con una gran variedad de sopas.
Cada uno con su sopa. En el Este de Los Ángeles, por el Boulevard Valley de Alhambra compiten vietnamitas, chinos y japoneses.
Los primeros sirven pho o fo: con fideos de arroz, trocitos de res o pollo, brotes de soja, jugo de limón o de lima, y aquí, me han dicho, cilantro. Y adornada con ramitas y hojuelas. En Vietnam la comen hasta en el desayuno y la venden en carritos. Los chinos en miles de variedades, desde la sopa won ton para arriba.
El ramen japonés, popular como comida instantánea y barata, es variadísimo y servido en un restaurante, es sano y cautiva. Tiene como base fideos de harina de trigo, caldo de res o pescado, algas marinas, repollo, cogote de puerco cocido toda la noche…
Y luego, las sopas de los tailandeses, o los coreanos.
Nuestros vecinos orientales compiten, denigran o ensalzan con pasión cualidades o yerros de sus respectivas sopas.
Tan sagrada como la madre judía, la sopa de pollo sin o con bolas de matza ocupa un lugar esencial en mi niñez. Y yo traslado la tradición preparándola cada vez que mis hijos vienen de visita: uno o dos pollos cortados, zanahoria rallada y rebanada, ramitos de eneldo, perejil, apio, ajo, cebolla, chirivia (parsnip), nabos y mucho, mucho amor. Y de yapa le arrojo choclo (elote) o zapallo, pero nunca papa.
A esta sopa la llaman la penicilina judía y usted la puede encontrar en la zona de Fairfax, en el centro de Los Angeles.
¿Y entre los latinos?
Igual de prevalente, aunque con distintos nombres. Aquí, para muchos el menudo mexicano, de estómago de res o tripas, patas y granos de maíz, es el remedio contra la resaca. Pero más que eso, es una fuerza centrípeta alrededor de la cual la familia come y se mantiene unida.
Nuestros salvadoreños (y ecuatorianos) tiene la sopa de pata, con plátano macho, chayote, yuca, o ejote, que en Argentina llaman chauchas y en Chile porotos verdes, así como chile y cilantro. Los hondureños, su sopa de caracol, con plátanos verdes, leche de coco, yuca, ajo… una delicia. Todo por la región de Pico-Union.
Los nicaragüenses se enamoran de su mondongo, pero también lo aman en Ecuador, donde le dicen guatita y lo sirven en estofado; en Perú, donde, creo, le llaman patasca, en Colombia como sopa, en Venezuela con ñame o yuca, en Panamá con cilantro. En España, son callos. ¿Y mi Río de la Plata? Prefiero el locro, más guiso que sopa. Además, en una guerra cultural sin parangón, la tierna e inmortal Mafalda de las tiras cómicas la estigmatizó la sopa por el tiempo de los tiempos. ¿Qué hacemos?
¿Y los gringos? Una lata de Campbell’s. Sin palabras. Y asimilan las enseñanzas de otros pueblos.
¿Cuál es el común denominador? Las sopas llegan a nosotros como tradiciones, pero partieron como alimento de campesinos, trabajadores, los pobres. Las carnes usadas eran las partes más baratas: cola, lengua, tripa, órganos internos. Y adentro ajo, cebolla y, claro, chile. Lo picante suplanta la falta de lo otro. Y así sucesivamente hasta llegar a Los Ángeles, con su asombrosa riqueza culinaria.
Entonces, ¿para qué viajar por el mundo? Llega el frío y recorremos, dentro de nuestra ciudad, países y culturas, buscando, sin respiro y sin descanso, la mejor sopa.
Y usted, ¿cuál es la suya?
¡Oh Dios! esto está maravilloso, me lo sorbí hasta la última gota y se la voy a servir esta sopa a mis estudiantes para que se inspiren: la tarea para mañana era escribir sobre algo de comer que sea saludable, un menú navideño, sano e hispano, como remate de fin de curso. Toda esta semana dedicada a la comida, mañana traemos a clase tamales y champurrado; pero anoche pasó algo fuera del guión: un estudiante se trajo 6 pizzas gigantes para el resto de la clase ¡cuando se supone que estábamos hablando de comida saludable y menús latinos! Les había puesto un video sobre el ceviche peruano, otro de México (nopales rellenos), del Caribe (hallacas venezolanas), de España (pescado y marisco); leímos, como práctica de vocabulario, una lista de verduras, cereales/grano y frutas/frutos secos con todos sus sinónimos hispanos, aprendimos los nombres de platillos centroamericanos (casamiento y sopa de pata, salvadoreños) y repasamos todas las vitaminas etc. Me dijo el chico de las pizzas «tanto hablar de comida y la clase es a las 6 pm, ¡ya no aguantábamos!». Bueno, pues al leer tu artículo al menos me das esta sopa caliente y sana con que subsanar lo de las 6 pizzas. Mi plan es ponerles 3 minivideos de sopita, uno tras otro, jejeje. «¿Qué le dijo el ganso a la gansa?»
-Ven gansa
Entrañable esa referencia al Soup Nazi de Seinfeld. Mi sopa de la infancia y hasta hoy: Fideo, con la receta secreta de mi abuela materna.