Lecciones de Ida: el Congreso debe aprobar los planes de infraestructura
Dieciséis años atrás el huracán Katrina destruyó partes de Nueva Orleans. Casi dos mil personas murieron. Recordamos el horror. Los destrozos alcanzaron, oficialmente, los 125,000 millones de dólares. Quienes más sufrieron fueron los pobres, las minorías y en general aquellos carentes de poder. Los dejaron atrás, literalmente. Dieciséis años atrás, los gobiernos prometieron dedicar todos los fondos necesarios para que la desgracia no suceda nunca más.
Dieciséis años después, la historia se repite. Porque no han cumplido.
El huracán Ida no ha causado tantos muertos como Katrina, porque se desplazó velozmente fuera de Nueva Orléans, inundando partes de Luisiana, Alabama y Mississippi. En todos ellos hay escasez de gasolina y problemas de suministro de alimentos y agua. Pero sigue su rumbo, ahora anegando estados y ciudades del noreste, incluyendo Nueva York.
Y 16 años después de Katrina no ha cambiado mucho en el Sur. Algunos proyectos que merecieron titulares y presidentes felicitándose a sí mismos. Algunas carreteras mejoradas para que los conductores de automóviles puedan felizmente desalojar. Pero la mayor parte de la población usa transporte público, que prácticamente desaparece cuando más se lo necesita.
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Pero además, ¿adónde irían? ¿por cuánto tiempo podrían pagar alojamiento fuera de sus casas, o dejar de trabajar?
Ida ha sido un ejemplo más, como si faltasen, de cómo los gobiernos – municipal, estatal, federal- incumplen su principal obligación, que es proteger las vidas y procurar el bienestar de sus residentes.
Y lo peor es que Ida no es el último. Por el cambio climático, los huracanes son más frecuentes y poderosos.
El desastre causado por Ida era predecible.
Ida se convirtió en huracán a causa de las altas temperaturas en la superficie del mar, a su vez un resultado del calentamiento global.
Como consecuencia, los daños materiales ya superan a los de Katrina. Un millón de personas se quedaron sin electricidad. Y las autoridades alertan sobre el riesgo de beber agua posiblemente contaminada.
Los resultados del cambio climático ya están en todas partes. No son cosa del futuro. Cada vez que se manifiesta nos piden que miremos a otra parte, que esperemos a que las aguas bajen, que nos olvidemos de que hay una solución.
Pero al igual que con la pandemia del coronavirus, con el cambio climático todos sufrimos el resultado de la inacción de unos pocos.
Y de manera similar, algunos gobernadores y congresistas se reducen a alabar la resiliencia de los residentes, con lo que enfatizan que cada uno debe buscar su propia solución, negándose así a asumir su propia responsabilidad como gobierno.
Sí, en pocos días, las aguas bajarán, los residentes varados estarán a salvo y muchos volverán a sus hogares. Los recuerdos quedarán. Lo que también debe quedar es la sensación de urgencia para que quienes representan a la población en el Congreso voten por la legislación climática y apoyen los planes de infraestructura que presentó semanas atrás el gobierno de Joe Biden. Estos planes no han sido nunca tan urgentes.