Migrantes en campos de detención al aire libre

La demanda presentada ante la Oficina de Derechos Civiles y Libertades Civiles del Departamento de Seguridad Nacional denuncia que a los migrantes no se les provee agua, comida, atención médica adecuada, ni protección contra las inclemencias

Los migrantes cruzan junglas, montañas y ríos en su peligrosa marcha hacia los Estados Unidos porque vienen escapando la represión política de gobiernos autoritarios y corruptos, la inseguridad de pandillas extorsivas, la miseria económica, los desastres naturales… y la lista sigue. Pero cuando llegan a la frontera estadounidense con la esperanza que finalmente encontrarán el tan ansiado refugio, lo que hayan es el rechazo de muchos intolerantes y toda una serie de nuevos problemas.

Muchos optan por ampararse en el derecho internacional y piden asilo. Pero el proceso establecido por agencias gubernamentales en la frontera mexico-estadounidense no es nada simple.

La única manera de solicitar asilo es haciéndolo en un punto de entrada reconocido oficialmente. Pero no es cuestión de aparecer cuando uno quiera. El migrante debe pedir una cita a través de la aplicación CBP One. Y allí es cuando los problemas se multiplican.

Migrantes esperan en Tijuana poder cruzar. Foto: HLA/Francisco Lozano

Si bien la mayoría de los migrantes tienen teléfonos celulares y ciertos conocimientos técnicos, el problema principal es que la aplicación CBP One muchas veces no funciona. Y cuando se mandan mensajes para recibir asistencia técnica, no hay respuesta. Complicando aún más la situación, la conexión en la frontera es más que pobre. Además, el app solo está escrito en inglés, español y haitiano, cuando los refugiados son de una multitud de países que no hablan estos idiomas.

Pero tal vez lo más frustrante es que las citas son dadas con cuenta gotas. O sea, muy pocas, demasiado pocas. Evidentemente, con la clara intención de las autoridades de reducir el flujo de migrantes en los cruces de ingreso reconocidos.

El gran problema es que sin la cita del CBP One, la única alternativa que los migrantes tienen, después de esperar semanas y meses, es de aventurarse hacia la frontera y cruzar en cualquier punto no autorizado y buscar un oficial de migración ante quien piden asilo. Esto implica ser automáticamente detenido y transferido a una prisión al aire abierto.

Al Otro Lado

Una organización que a lo largo del tiempo ha estado allí para asistir a los migrantes es Al Otro Lado.

“Estamos en Tijuana, San Diego, Los Ángeles”, explica Erika Pinheiro, directora ejecutiva de la entidad sin fines de lucro. “Somos una organización binacional que presta servicios a refugiados, personas que han sido deportadas y a otros migrantes.”

La abogada Erika Pinheiro, directora ejecutiva de Al Otro Lado. Foto: TED Talks

El trabajo de Al Otro Lado incluye apoyo legal, asistencia humanitaria y defensa de los derechos de los migrantes que se realiza de manera gratuita tanto del lado mexicano como del estadounidense.

“El año pasado, Al Otro Lado atendió a inmigrantes de más de 50 países que hablaban más de 30 idiomas diferentes”, dice Pinheiro, quien es una abogada graduada de Georgetown University. “Más del 30% son de México, del sur de México. Otros de América Central, África, de países de Asia.”

Los migrantes que entran sin cita del CBO One son concentrados en campos al aire libre que, dado el incremento masivo de migrantes de las últimas semanas, se han multiplicado.

Los sitios de detención de Jacumba

Muchos de estos campos al aire libre están ubicados en las cercanías de Jacumba Hot Springs, California. Una comunidad fronteriza de un poco más de quinientas personas en las montañas semidesérticas del sudeste del condado de San Diego.

Allí es donde los hombres, mujeres y niños que vienen por el Sueño Americano terminan detenidos.

“Los agentes de la Patrulla de Frontera les dicen que si salen de allí que serían deportados”, dice Pinheiro, reafirmando la idea que estos sitios son prisiones.

Las condiciones de estos campos, en donde los migrantes son retenidos a veces horas, a veces días, son inaceptables para las organizaciones que defienden los derechos de los detenidos. Lo que ha motivado que se inicien demandas.

Migrantes y agentes de la Patrulla Fronteriza en Jacumba, California. Foto: N-11 Yuma

Semanas atrás, siete organizaciones acusaron al Departamento de Seguridad Nacional (DHS), a la Patrulla Fronteriza (CBP) de no seguir sus propios protocolos de detención.

La demanda de 88 páginas que se presentó en la Oficina de Derechos Civiles y Libertades Civiles del Departamento de Seguridad Nacional denuncia que a los inmigrantes no se les permite irse del lugar al mismo tiempo que no se les provee agua, comida, atención médica adecuada, ni protección contra las inclemencias.

“Cuando los migrantes piden ir al médico, se los amenaza con que si están fingiendo y no tienen nada, que se los deportará”, dice Pinheiro.

Los peticionantes incluyen a la organización Al Otro Lado, el Center for Gender and Refugee Studies, el International Refugee Assistance Project, el National Immigration Law Center, el American Friends Service Committee, Border Kindness y el Southern Border Communities Coalition.

El presupuesto de DHS para 2023 es de casi $170 mil millones, explica Pinheiro, y sin embargo mantienen a estos detenidos en circunstancias deplorables. Al final son las organizaciones sin fines de lucro, como Al Otro Lado, las que terminan proveyendo el agua y la comida y otro tipo de asistencia que alivia la situación de los migrantes.

“Estoy decepcionada con la Administración Biden”, dice Pinheiro. “Había tanta esperanza, pero ahora hasta parece pero que cuando Trump”.

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Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

This article was supported in whole or in part by funds provided by the State of California and administered by the California State Library.

Autor

  • Nestor M. Fantini, M.A., Ph.D. (ABD), is an Argentine-American journalist, educator, and human rights activist based in California. Since 2018, Fantini has been co-editor of the online magazine HispanicLA.com. Between 2005 and 2015 he was the main coordinator of the Peña Literaria La Luciérnaga. He is the author of ´De mi abuela, soldados y Arminda´ (2015), his stories appear in ´Mirando hacia el sur´ (1997) and he is co-editor of the ´Antología de La Luciérnaga´ (2010). He is currently an adjunct professor of sociology at Rio Hondo College, Whittier, California. As a refugee and former political prisoner who was adopted as a Prisoner of Conscience by Amnesty International, Fantini has dedicated his life to promoting the memory of the victims of state terrorism of the Argentine civil-military dictatorship of the 1970s and is currently coordinator of Amnesty International San Fernando Valley. Fantini graduated from Woodsworth College and the University of Toronto. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Néstor M. Fantini , M.A., Ph.D. (ABD), es un periodista, educador y activista de derechos humanos argentino-estadounidense que reside en California. Desde 2018, Fantini es coeditor de la revista online HispanicLA.com. Entre 2005 y 2015 fue el coordinador principal de la Peña Literaria La Luciérnaga. Es autor de De mi abuela, soldados y Arminda (2015), sus cuentos aparecen en Mirando hacia el sur (1997) y es coeditor de la Antología de La Luciérnaga (2010). Actualmente es profesor adjunto de sociología, en Rio Hondo College, Whittier, California. Como refugiado y ex prisionero político que fuera adoptado como Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional, Fantini ha dedicado su vida a promover la memoria de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura cívico-militar argentina de la década de 1970 y actualmente es coordinador de Amnesty International San Fernando Valley. Fantini se graduó de Woodsworth College y de la Universidad de Toronto.

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