Concurso de Ensayos de Hispanic LA (3): Inmigrantes
Como parte del Proyecto Ralph Lazo, Hispanic LA organizó un concurso de ensayos entre estudiantes de escuelas medias y preparatorias de Los Ángeles en los que los jóvenes hablan de los desafíos que confrontan las familias latinas al inmigrar a Estados Unidos
Inmigrantes
Wendy Garcia
“Inmigrantes”, esa palabra quedará pegada a la imagen de mis padres para siempre. Nuevo país, nuevo idioma, nueva gente, nuevos desafíos. Mi mamá creció solo con su madre, ya que su papá había fallecido cuando ella era pequeña. Con un solo padre, cinco hijos pequeños y un pueblo con pocas oportunidades, los problemas económicos estaban a la orden del día.
Por su parte, mi papá tenía a sus dos padres vivos. Las cosas fueron un poco “más fáciles” para él, pero nuevamente, la misma historia de vivir en un pueblo donde las oportunidades no estaban disponibles. Queriendo superar lo que su vida le tenía previsto, tomaron la decisión de venir a los Estados Unidos de América.
La mayoría de la gente no ve el sacrificio y el coraje que se necesita para venir desde Guatemala hasta Estados Unidos. El camino fue duro; algunas personas se habrían rendido y regresado a casa. Pero mis padres no. Siguieron adelante hasta el final, siempre con la esperanza de una vida mejor.
Mi papá llegó primero, ya tenía algunos familiares radicados en Estados Unidos. Pronto se encontraría en Los Ángeles, California, a unas 2,161 millas de su casa en Guatemala. Mi mamá llegó poco después. Ambos tenían familiares en Los Ángeles. Mi mamá tenía que buscar trabajo lo antes posible. La cantidad de dinero que gastó para llegar hasta aquí y la deuda que su madre acumuló fue monumental.
En un área de Los Ángeles llamada Pico Unión, mi mamá encontró personas como ella. Sintió una especie de consuelo por el hecho de sentir que ya no estaba sola. Aquí es donde pronto conocería a mi papá.
Ambos eran inmigrantes, pero ahora se tenían el uno al otro. Ese camino, el de “no ser ciudadano estadounidense”, es un desafío difícil de superar en Estados Unidos. Sí, hay mejores oportunidades, pero no ser ciudadano quita algunas de ellas.
Juntos aprendieron el idioma. Para mi papá fue más difícil porque tenía problemas para hablar, además de apenas haber terminado tercer grado, ya que tuvo que dejar la escuela para ayudar a su familia con los ingresos. Para un niño, esta es una experiencia desgarradora.
Si bien mi mamá terminó la primaria, no pudo ir a la secundaria porque mi abuela creía que las niñas debían ayudar en casa en lugar de ir a la escuela. Las creencias de su madre no le impidieron volver a la escuela en Estados Unidos. Incluso hoy en día sigue su proceso de aprendizaje. Mi mamá y mi papá pagaron con creces su deuda. En palabras de mi madre, “cada día lucho y busco otras maneras de salir adelante porque vine aquí con una meta”. Ella es un modelo para seguir y la mayoría de la gente estaría de acuerdo. Mi papá también, esforzándose y trabajando duro, ganó suficiente dinero para construirle una casa a mis abuelos en Guatemala.
A veces ambos sienten que no pertenecen aquí. Tuvieron que descubrir cómo vivir sin sus padres, ganar dinero, pagar deudas y sobrevivir como inmigrantes. Todo eso durante su adolescencia. Quizás por eso se sentían tan fuera de lugar. La lucha que libran para triunfar es alentadora. Todos sus sacrificios no fueron en vano. Sí, tal vez siempre serán inmigrantes, pero una palabra no quita lo exitosos que han llegado a ser a pesar de no ser ciudadanos estadounidenses.
Desde que tenían 19 años hasta ahora, con casi 30 años, han cambiado de manera sorprendente. Siguen aprendiendo a medida que continúan con su vida.
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Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.