Copa América: expresiones racistas de hinchas argentinos generan repudio
El fútbol tiene una larga historia de manifestaciones intolerantes, pero también voces de deportistas que las denuncian
Tras el partido inaugural de la Copa América en Atlanta el pasado 20 de junio, la Federación de Fútbol de Canadá emitió un comunicado oficial. El texto repudiaba las expresiones racistas de hinchas argentinos en las redes sociales contra Moïse Bombito, jugador de la selección canadiense que le propinara un pisotón a Lionel Messi. Si bien los canadienses no citaron las fuentes ni replicaron insultos, la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) no salió a desmentirlos.
“Canadá es consciente y está profundamente perturbada por los comentarios racistas hechos en línea y dirigidos a uno de nuestros jugadores de la selección nacional masculina después del partido de esta noche. Estamos en comunicación con CONCACAF y CONMEBOL por este asunto», decía.
CONCACAF se hizo eco de los reclamos apoyando a Canadá Soccer y afirmando que “investigará junto a FIFA el origen de esas cuentas. El racismo no tiene cabida en nuestro deporte ni en la sociedad”.
Por su parte, Bombito publicó un mensaje en Instagram al otro día: «Mi hermosa Canadá. No hay cabida para esa m…»
Italia y España, dos antecedentes
No es la primera vez que un futbolista de color es víctima de comentarios degradantes a causa de su raza. Lamentablemente en los últimos tiempos, estos episodios se han repetido en las mejores y “más civilizadas” ligas del mundo. Un ejemplo es lo que viene de pasarle al futbolista brasileño y delantero del Real Madrid, Vinicius Junior, en un partido contra el Valencia por la Liga Española en mayo de 2023. Allí y tras un cruce con los espectadores, la tribuna empezó a gritarle “mono”. Pocos minutos después, el jugador se fue expulsado y horas más tarde el Valencia publicaba un comunicado condenando los cantos de su parcialidad, “que no corresponden con los valores del Valencia CF y su afición». Y prometió reafirmar su posición en contra del racismo “actuando con la misma contundencia que en 2019, cuando se expulsó de por vida a un aficionado que hizo gestos y saludos fascistas a la tribuna del Arsenal en un partido de la UEFA”.
Sin embargo, el caso arquetípico fue el sufrido por el delantero italiano Mario Balotelli.
Hijo de padres ghaneses, Mario Barwuah nació en Palermo en 1990, pero tres años después y debido a los problemas económicos de sus padres, el niño fue adoptado por un matrimonio de Brescia, que le dio su actual apellido.
En un partido contra el Hellas Verona y en medio de cánticos racistas de la hinchada visitante, “Súper Mario”, como le dicen, tomó la pelota y la pateó violentamente a la hinchada visitante tocándose los oídos. Y así, en clara señal de lo escuchado, decidió retirarse del campo de juego. De hecho, el partido se detuvo para que la voz del estadio pidiera el fin de los cantos racistas, al tiempo que la gente local coreó el nombre de Balotelli para apoyarlo, haciendo que el jugador regresara.
Aquellas imágenes dieron la vuelta al mundo, no sólo por lo inéditas que eran dentro de un partido de primera división, sino también por la xenofobia explícita existente en los estadios italianos. Un año después, el jugador fue víctima de nuevos cantos y Lazio, que perdía 1 a 0 con gol de Mario, fue multada en 20 mil euros, esquivando de milagro el cierre de su estadio.
Al finalizar el partido en Brescia, Balotelli subió su gol a Instagram seguido de los cantos y la imitación de sonidos propios de los monos, y escribió: “A los hinchas de Lazio que estaban hoy en el estadio, ¡Debería darles vergüenza!”.
Esa temporada, el racismo fue un problema en toda Italia, con insultos contra otros jugadores afrodescendientes como el belga Romelu Lukaku (hijo de un futbolista congoleño), el marfileño Franck Kessie, el brasileño Dalbert Henrique, el bisáuguinense nacionalizado británico Ronaldo Vieira y el senegalés Kalidou Koulibaly.
Caspa de estrellas en Brasil
A principios del siglo veinte, en Brasil, y cuando hacía muy poco tiempo que se había abolido la esclavitud, algunos jugadores de color se untaban la cara con polvo de arroz para ocultar el color de su piel y saludar, sin prejuicios, a la alta sociedad que los aplaudía en las plateas. De hecho, todavía hoy al Fluminense le dicen “Pó de arroz” en recuerdo de Carlos Alberto Fonseca Neto, el futbolista que, único mulato entre los blancos, en 1914 puso en práctica aquellas costumbres.
En 1921 y en plena Copa América de Argentina (en esos tiempos se llamaba Campeonato Sudamericano y participaban sólo 4 equipos), el presidente de Brasil ordenó que no se incluyera en la selección a ningún futbolista de color. Argentina ganó aquel campeonato venciendo 1 a 0 a la “verdeamarela”, que al final clasificó tercera. Muchos se acordaron del campeonato de 1919 jugado en Brasil, donde el local ganó con los goles de Arthur Friedenreich, hijo de un alemán y una lavandera de color, que era hija de esclavos liberados. Si aquel jugador alguna vez necesitó “polvo de arroz”, su talento lo convirtió en “caspa de estrellas”.
Pero fue Vasco da Gama el equipo carioca que, desafiando al poder de turno, alistó por primera vez de manera oficial a jugadores de color en 1923. Esa es la razón por lo que su hinchada, de clara base obrera asume (y de hecho hoy lo grita con orgullo) el apodo de “macaca”.
Quienes trataban de “macacos” a los hinchas del Vasco se han replicado en las tribunas del Valencia gritándole “mono” a otro jugador brasileño.
Mbappé: un llamamiento en pos de la inclusión
Pero los coletazos del racismo en el fútbol no se reducen a insultos de una parcialidad que le grita “mono” a un jugador. Hay otro tipo de ataques, a veces burocráticos y perversos, como el negado de visas o derechos mínimos a los inmigrantes de países africanos. Y esto suele generar un temeroso silencio en la mayoría, aunque otras veces produce una reacción inversa, de reivindicación y orgullo.
Tal es el caso del francés Kilian Mbappé, uno de los mejores jugadores del mundo.
Hijo de un futbolista camerunés y una jugadora de balonmano argelina, Mbappé se crió en Bondy, un suburbio de París habitado en su mayoría por inmigrantes africanos y del Magreb. Y entiende mejor que nadie de qué se trata la exclusión racial.
El pasado 10 de junio y tras el triunfo de la ultraderecha en las elecciones europeas, el presidente francés Emmanuel Macron pidió la disolución de la Asamblea Nacional (es decir, la cámara baja del parlamento) llamando a elecciones legislativas anticipadas para el 7 de julio, una apuesta arriesgada para que no haya “cohabitación”. De hecho y tras esta decisión tajante, Macron advirtió que «el auge de los nacionalistas y demagogos es un peligro» en referencia directa al RN (Agrupación Nacional), partido presidido por Marine Le Pen, hija del político Jean-Marie Le Pen, famoso por sus comentarios racistas y antisemitas. Cabe destacar que en las legislativas de 2022, el RN se convirtió en el primer partido de la oposición en la cámara baja (88 diputados de 577) con un discurso duro contra la inmigración y la inseguridad, obligando a Macron a pactar con el partido de derecha.
Y fue a raíz de estos dichos del presidente francés, que Kilian Mbappé se expidió en una conferencia de prensa. Lo hizo en el plano de la Eurocopa, el torneo gemelo a nuestra Copa América que se juega al otro lado del océano (en esta edición, con sede en Alemania), pero aprovechó la visibilidad del evento para sumarse al reclamo de sus compañeros afro-descendientes Ousmané Démbélé y Marcus Thuram.
“Creo que estamos en un momento crucial de la historia de nuestro país. La situación es inédita. Por ello deseo dirigirme a todo el pueblo francés y a la generación más joven que puede marcar la diferencia. Llamo a los jóvenes a ir a votar. Vemos que los extremismos están a las puertas del poder, tenemos la ocasión de decidir el futuro de nuestro país”.
Y el goleador de Qatar 2022 concluyó diciendo que “tenemos que identificarnos con los valores de tolerancia, diversidad y respeto. Espero que aún estemos orgullosos de llevar esta camiseta el 7 de julio. Estoy en contra de los extremismos y de las ideas que dividen”.
Para que las tribunas canten otra canción
Cien años después de aquellos jugadores que, “para no dañar la sensibilidad de los aficionados aristocráticos” se maquillaban con polvo de arroz, el racismo en el fútbol ha ido de la mano con la creciente xenofobia global. Y acaso no haya un mejor catalizador que un estadio de fútbol.
Lo cierto es que, a diferencia de aquellos jugadores brasileños que, mucho antes del “Rey” Pelé casi pedían disculpas por su color de piel, los jugadores de hoy, desde Balotelli y Bombito hasta Dembelée, Thuram y Mbappé, se han expedido de manera contundente; explicitando su posición en favor de la diversidad y la democracia.
Quizás muy pronto empecemos a ver cambios. No los van a medir las encuestas ni las estadísticas sino las tribunas; ese maravilloso termómetro humano que acaso un día deje de insultar al “diferente” y empiecen a entonar nuevos estribillos.
Y acaso cumpliendo con el pedido de Bob Marley, canten por primera vez una canción de redención.
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