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Sugar Daddy II, un cuento de Liza Rosas Bustos

Jane Wilson está fascinada. Gracias a Sugar Daddy Sugar Baby.com tiene un albacea por su talento en el catre. Es la Sugar Baby de un prestigioso cateador de vinos y vendedor de antiguedades mexicano de Sotheby’s con familia, hijos que no intervienen porque están radicados en el DF. En buena hora.

Orgullosa de su platinada conquista (aunque el señor en realidad se tiñe las canas) camina Jane Wilson por el Upper West Side buscando un departamento que su Sugar Daddy le ha prometido tras su última hazaña en la cama, sin Viagra. También le dijo que su tarjeta ATM no está funcionando por lo cual el viático de $4,000 que le había prometido se le está atrasando. Qué importa. Su Sugar Daddy, Felipe Castañeda. está forrado en billete y como latino que es, seguro le contrata hasta una empleada para que la ayude a limpiarlo mientras ella trata de terminar su Associate Degree, tan difícil, trabajoso y costoso, que también le ha dicho le piensa pagar.

Jane Wilson no sabe por cuál departamento decidirse. Escoge uno en West End, con una vista panorámica al Hudson. Anota la dirección y escribe el nombre del real estate o agente de bienes raíces. Seguro que su Sugar Daddy se comunica con el conserje. Hay tres departamentos con tres cuartos disponibles, que puede rentar cuando quiera. Wilson vuelve a hablar con el conserje tres veces mientras le cuenta a su Sugar Daddy los pormenores de la renta. “Ya te paso el dinero que te debo, ¿cuándo dijiste que era el adelanto?, le sigue y le sigue preguntando.

Han pasado seis meses. Jane Wilson debe seis meses de renta de su cuarto. El Sugar Daddy la recoge a diario para servírsela en el Waldorf Astoria. En lo que venda la viña, habla con el real estate. Jane Wilson está fascinada.

Han pasado dos años… Jane Wilson no sabe si contratar a un abogado y llevarlo a Small Claims Court. Cada vez que desaparece por seis meses y se va al DF se envalentona y saca el número de cédula de pasaporte. Pero vuelve, la pasea, la alimenta y la lleva al Waldorf Astoria. Cansada de tanta deuda (le debe cuatro mil por mes, multiplicado por doce son cuarenta y ocho mil, con lo que puede pagar su deuda de la universidad) le hace un Google a los hijos de Castañeda, todos radicados en Estados Unidos compitiendo por puestos en universidades extranjeras. Entonces comienza a escribir una carta por correo electrónico usando el pobre español que sabe:

Dear Juan Castañeda:

Su padre lo engaña a su marida withmigo…

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