Cuento

Relatos de cuentos hispanos escritos por latinos y representados como pequeñas piezas narrativas. Vemos relatos de cuentos latinoamericanos como variedad de la literatura latina en los Estados Unidos.

Nadie compadece a Wilfredo Rojas, un cuento de Liza Rosas Bustos

Nadie compadece a Wilfredo Rojas, un cuento de Liza Rosas Bustos

Y es así como el novio de Soledad, que es también su chulo entra en la caseta con un vaso de ácido que tú confundes con café Wilfredo Rojas ....y nadie te compadece, Wilfredo Rojas. Ni siquiera tu esposa, tus hijos, tu jefe
Sugar Daddy II, un cuento de Liza Rosas Bustos

Sugar Daddy II, un cuento de Liza Rosas Bustos

Jane Wilson no sabe por cuál departamento decidirse. Escoge uno en West End, con una vista panorámica al Hudson. Anota la dirección y escribe el nombre del real estate o agente de bienes raíces. Seguro que su Sugar Daddy se comunica con el conserje.
Paper gangster, un cuento de Liza Rosas Bustos

Paper gangster, un cuento de Liza Rosas Bustos

Ahí va Julia Matilde Ramos Cosgrove, enamorada hasta las patas del fotógrafo de Jpeg, de su blog, de lo que postea a diario. Es alto, fornido, porta ojos verdes y una masculinidad por la que no pide perdón que se deduce de los mensajes que, oh especie, escribe a diario.
El secreto (1ª parte)

El secreto (1ª parte)

El tercer día sí que es una mejor prueba. Un homeless vecino con tirria le disputa el resto de hamburguesa que se acaba de conseguir en el tarro quinto de la Calle 35. Lo mira con odio acumulado de tres días.
Malapata Malata 2, un cuento de Liza Rosas Bustos

Malapata Malata 2, un cuento de Liza Rosas Bustos

El sargento Serggio Malapata Malata, mitad italiano y mitad argentino, recibe órdenes en el cuartel de policía para que vaya a salvar a un suicida hispano que está por lanzarse desde el Puente Queensboro.
Malapatta Malata 1

Malapatta Malata 1

El sargento Serggio Malapatta Malata, mitad italiano y mitad argentino, recibe órdenes en el cuartel de policía para que arreste a un hombre que acaba de robar a punta de pistola rifle, un Chase en 86th Street y Lexington, justo al lado de Barnes and Noble.
La causa, un cuento de Liza Rosas Bustos

La causa, un cuento de Liza Rosas Bustos

Cansado de los trancazos de su esposa, Mario se dedica enteramente a defender los derechos de los trabajadores y a reclamar las horas impagas a través del periódico comunista "RED" que aparece cada mes por una módica suma de 1 dólar
La periodista exotista y el otávalo man

La periodista exotista y el otávalo man

La periodista exotista Emma Noonan anda buscando causas...y las encuentra. Es alto, narigón, guapifeo, nada comparado con los deslavados especímenes que ha encontrado hasta este entonces, a la mano.
TIJUANA BLUES: El Camellón de Violeta

TIJUANA BLUES: El Camellón de Violeta

Lo primero que captaba la atención era un par de ojazos negros de un bebé cachetón. Lo segundo: la sonrisa franca de su madre ofreciendo una revista, goma de mascar, el periódico del día o unas paletas de caramelo.
Por qué no estuve en el final de la función

Por qué no estuve en el final de la función

Me hubiera gustado estar hasta el fin, pero hubo quienes ya olían la muerte y como dicen por ahí el león y el  ladrón creen que todos son de su condición, se me restringió todo contacto con él.
Deudas equivalentes, un cuento de Liza Rosas Bustos

Deudas equivalentes, un cuento de Liza Rosas Bustos

La princesa Asisa Molahuddin, casada a los 16 con un Sheik de la dinastía suni visita a su hermano en Nueva York. La turista se baja de la limo en Lexington, cubierta la cabeza con un ajab que le deja sólo los ojos
La pitonisa distraída

La pitonisa distraída

Es una vidente verdadera. Cara, como las verdaderas, localizada en un lugar de lujo (86th Street) como las verdaderas. Sabe quien es ella, como las verdaderas. No es una pitonisa de cuarta. O sino no sabría tanto que sabe de ella.
El Juan no Juan de 34th Street

El Juan no Juan de 34th Street

Había comprado cigarrillos anteriormente en aquel lugar, ignorando el espectáculo de sus manos que aquella noche me parecieron las más grandes del mundo. Fue imposible no imaginarme, sus manos grandes como abanicos, perdiéndose entre mis muslos y fue así como todo comenzó.
Vigílenme vigilantes, un cuento de Liza Rosas Bustos

Vigílenme vigilantes, un cuento de Liza Rosas Bustos

Lo vi caminando compulsivo por la Quinta avenida mientras pedía un café en uno de los carritos que venden pasteles y cafés de segunda. Mejor dicho, vi lo que no veía. No vi sus ojos lánguidos no mirarme ni su caminar a no menos de 100 metros de distancia, manía…
Dos finales

Dos finales

Ana se busca un trabajo de mesera y se entretiene con el pianista del bar mientras trabaja medio tiempo y estudia en la universidad.  Queda embarazada tres veces y se hace dos abortos. El último hijo, se lo deja.
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